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¿Fue cierto que Adán, Matusalén y Noé vivieron cientos de años?

por Avatar El Debate

Pocos libros de la Biblia incorporan tantos detalles sorprendentes como el primero de todos: el Génesis. Por eso en esta entrega el diario El Debate presenta curiosidades bíblicas con la intención de que el lector entre de lleno en uno de los elementos más particulares que aparecen en ese primer libro bíblico: la edad de algunos de sus personajes.

En la Biblia, los personajes antediluvianos (que aparecen antes del relato del diluvio universal) como Adán, Matusalén o Noé, son descritos con edades extraordinariamente largas. Así, según el capítulo 5 del libro del Génesis, Adán vivió 930 años; Set, 912; Enós, vivió 905; Cainán, 910 años; Mahalaleel, 895; Jared, 962; Enoc, «solo» llegó a los 365; Matusalén alcanzó la cifra máxima de los 969 años; Lamec vivió 777, y, finalmente, como cuenta Génesis 7, Noé alcanzó los 950 años.

Edades «antediluvianas»

Estas cifras han desconcertado a los fieles y a los teólogos durante siglos. Y sin embargo no hay prueba alguna de que en algún momento de la historia se hayan tomado como ciertas, al menos hasta el siglo XIX, puesto que la Iglesia siempre ha entendido que estas edades imposibles, más allá de su literalidad, debían encerrar algún tipo de enseñanza simbólica y divina. Así pues, ¿qué significado tienen estas longevas vidas y cómo debemos interpretarlas?

En primer lugar, hay que destacar que en la Biblia encontramos seis tipos de lenguaje diferente, entre los que está el estilo simbólico o mitológico. A partir de esta premisa, las edades superlongevas en los relatos bíblicos han sido interpretadas de tres modos predominantes en la cultura cristiana.

Simbolismo y significado de las edades de Adán, Matusalén y Noé

Símbolo de sabiduría y virtud: en muchas culturas antiguas, entre otras la griega e incluso la judía, la longevidad se asociaba con la sabiduría y la virtud. Vivir muchos años era, por tanto, signo de bendición divina y de justicia. Así, los patriarcas bíblicos, al ser figuras ejemplares, podrían haber sido representados con largas vidas para enfatizar su importancia espiritual y moral.

Transmisión oral y genealógica: en tiempos antiguos, y de un modo singular entre el pueblo hebreo, la tradición oral era la principal forma de transmitir historias y recordar las genealogías. Los judíos, de hecho, siguen teniendo fama de grandes contadores de historias. De este modo, lo elevado de estas edades podría haber servido para simplificar la transmisión de generaciones, representando períodos completos o ciclos de vida a partir del varón cabeza de esa casa o linaje.

Influencias literarias: la Biblia no es el único texto que menciona longevidades extremas de personajes antiguos. En las leyendas sumerias, casi vecinas geográficas de los israelitas, los reyes antediluvianos también contaban con vidas de cientos de años. Esto sugiere una tradición literaria común en el antiguo Medio Oriente.

Interpretaciones teológicas

No obstante, estas interpretaciones historiográficas no son lo más importante. La Sagrada Escritura, ya lo dice aquella famosa cita atribuida a Galileo, no indica cómo van los cielos, sino cómo se va al cielo. Y por ese motivo lo esencial es desentrañar su perspectiva teológica, es decir, la enseñanza divina que entraña la longevidad de los patriarcas. Y aquí son dos las interpretaciones más extendidas entre los estudiosos de la Biblia:

Estado original del hombre: algunas escuelas teológicas sugieren que estas largas vidas reflejan el estado original del hombre antes del pecado, cuando la humanidad estaba en mayor armonía con Dios. Porque la acción divina se muestra capaz de prolongar la dicha y hacer más próspera, fecunda y pacífica la vida de la persona. La vida de la gracia permite una mayor proyección hacia las generaciones venideras.

Decadencia progresiva por el pecado: la progresiva disminución de las edades posdiluvianas podría simbolizar la creciente separación del hombre respecto a Dios, y la gradual degradación de la naturaleza humana tras el pecado. La antigua alianza, sellada tras el diluvio, habría venido a restaurar esta situación y a crear una nueva etapa en la relación entre Dios y los hombres, que culminaría en el nacimiento de Cristo. Mientras el ser humano se deteriora por el pecado, Dios es capaz de «hacer nuevas todas las cosas» y restaurar la normalidad en la vida de cualquier persona.

La Biblia no es un manual de ciencias

Así, conviene recordar lo que Benedicto XVI explicó en una de sus catequesis sobre el Credo, en febrero de 2013: «En la época de la ciencia y de la técnica, ¿cómo debemos comprender las narraciones del Génesis? La Biblia no quiere ser un manual de ciencias naturales; quiere en cambio hacer comprender la verdad auténtica y profunda de las cosas». Desde esta perspectiva, la longevidad de Adán, Matusalén y Noé muestra la progresiva lejanía del hombre hacia Dios y lo extraordinario que le puede acontecer a quien busca su voluntad.