Cientos de miles de personas protestaron de nuevo este martes en las calles de Francia contra la reforma de las pensiones del presidente liberal Emmanuel Macron, decidido a aprobarla en el Parlamento pese al creciente rechazo popular.
Las dos medidas que cristalizan el descontento son el retraso progresivo hasta 2030 de la edad de jubilación de 62 a 64 años y el adelanto a 2027 de la exigencia de cotizar 43 años –y no 42 como ahora– para cobrar una pensión completa.
«No quiero trabajar más tiempo, tengo un trabajo duro y ya estaré destrozada a los 62 años. No es viable ni física ni moralmente», dijo a la AFP Sylvie Dieppois, una ayudante de cocina que manifestó en Ruán.
La incógnita en esta nueva jornada de protestas es si los sindicatos lograrán movilizar más gente que el 19 de enero, cuando 1,12 millones de personas manifestaron, según las autoridades –el doble para los sindicatos–.
Hay más gente en la calle, aseguró Laurent Berger, líder del principal sindicato, CFDT, antes del inicio de la marcha en París. «Según las informaciones que recibí, hay más gente que el 19», abundó Philippe Martinez, de la CGT.
Los servicios de inteligencia interior esperan 1,2 millones de manifestantes como máximo. Las primeras cifras de la policía apuntan a una participación ligeramente al alza: 13.000 en Ruán, 28.000 en Nantes, 12.000 en Le Havre, etc.
En cambio, los trabajadores públicos en huelga fueron menos en la educación –uno de cada cuatro docentes, según el gobierno; el doble para los sindicatos–, así como en la empresa de ferrocarriles SNCF (36,5%), según una fuente sindical.
La punta de lanza vino en esta ocasión del sector energético. Las centrales nucleares registraron una caída de producción de unos 3.000 MWh, según la empresa EDF. Y entre 75% y 100% del personal de las refinerías y de los depósitos de TotalEnergies se unieron al paro, según la CGT.
«Moción de censura popular»
Los manifestantes piden que el gobierno dé marcha atrás a endurecer las condiciones para acceder a una pensión completa, pero la primera ministra Élisabeth Borne ya advirtió que el retraso a 64 años ya no era negociable.
La oposición de izquierda pidió así una moción de censura popular en las calles. «Estamos viviendo un día histórico. El señor Macron está seguro de perder», dijo su líder Jean-Luc Mélenchon, que reclamó un referéndum sobre el proyecto.
Con el rechazo ya anunciado del frente de izquierdas Nupes y de la extrema derecha, el gobierno espera lograr el apoyo clave en el Parlamento del partido de derecha Los Republicanos (LR), favorable a una reforma pero dividido sobre si sostener la actual.
El rechazo popular, actualmente alrededor de 70% según los sondeos, no ayuda. Además, según una encuesta de Odoxa, dos de cada tres franceses valoran negativamente al presidente y a su primera ministra.
Desde su llegada al poder en 2017, Macron defendió su voluntad de sacudir el sistema con sus reformas de corte liberal, que en ocasiones le valieron una imagen de presidente de los ricos, como durante la protesta social de los chalecos amarillos.
La reforma de las pensiones es clave para él, debido a que la edad de jubilación en Francia es una de las más bajas de Europa y acercarla a la de sus vecinos busca garantizar el equilibrio futuro en la caja de las pensiones, según este exbanquero de negocios.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) expresó el lunes su apoyo a la reforma de pensiones, que junto a la aprobada sobre el seguro por desempleo, permitiría que Francia reduzca su deuda pública, situada por encima de 110% del PIB.
Después que la pandemia le obligara a retirar un primer intento, el gobierno escogió un polémico procedimiento parlamentario que le permite aplicar el actual plan si las dos cámaras del Parlamento no se pronuncian para finales de marzo.
Los plazos se anuncian ajustados. La Asamblea Nacional (cámara baja) empezó esta semana a examinar en comisión las 7.000 enmiendas presentadas al texto, antes de que pase al pleno el lunes y, a continuación, al Senado (cámara alta).