El régimen de Nicolás Maduro se ha asesorado con la dictadura de los Castro para muchos ámbitos. Las técnicas de tortura cubanas no quedaron exentas de implementarse en el país.
Durante los últimos dos años, la injerencia de Cuba ha recrudecido los métodos para la represión sistemática de la disidencia.
De acuerdo con el último informe del Instituto Casla, han incorporado «innovaciones» en las técnicas de tortura que aumentan el sufrimiento de las víctimas.
El estudio se centra en el empleo de la tortura, en especial desde la División General de Contrainteligencia Militar, Dgcim, que dirige Iván Hernández Dala.
Además de cómo el régimen cubano y su estructura represiva han influido para que «los patrones de las torturas se incrementen, cambien o sean innovadores».
Entre los patrones de torturas detectados en estos últimos año, el estudio apunta:
Perforación de uñas de las manos y de los pies para pasarles los cables de la descarga; asfixias y ahogamientos mediante el uso de bolsas plásticas; en los interrogatorios cuelgan a las personas con grúas sin tocar el suelo; para intoxicar a las víctimas se les aplican sustancias psicotrópicas; esposas y ataduras por largos periodos de tiempo, fuertemente ajustadas para causar heridas a propósito en las muñecas e incluso parálisis en los dedos.
También hay novedades en la violencia sexual sobre las víctimas. Según el informe, en estos dos años el 34% de las víctimas tenían lesiones en sus genitales, producto de las torturas, como descargas eléctricas intensas y prologadas, o golpes y patadas.
La Dgcim es el órgano represor de civiles y militares más cruel, estando presente en 95% de los casos denunciados de detención arbitraria, tortura y violencia sexual, señala el informe.
Testimonios
Durante la presentación del documento en Madrid, se proyectaron vídeos de algunos de los testimonios recogidos, reseñó ABC.
Entre ellos, el del ex policía Gilberto Rafael Martínez Daza, quien contó: «Cuando me torturaban había militares cubanos con su uniforme. Los identifico a cada uno».
«Las torturas no distinguen edad ni condición social, y hay víctimas a partir de los 14 años de edad», dijo Tamara Suju, directora de esta organización, al mostrar un vídeo con el testimonio de Frank Alonso Flores, detenido y torturado a los 16 años.