MUNDO

¿Estados Unidos abandonó a Colombia en medio de su acercamiento con Venezuela y Cuba?

por Avatar GDA | El Tiempo | Colombia

Francisco Santos, quien fue vicepresidente de Colombia y embajador en Washington, hizo recientemente una sorprendente confesión. Aseguró que si aún ocupara su cargo en la embajada, habría renunciado a su cargo, en protesta por el cambio sorpresivo e inconsulto de las relaciones de Estados Unidos con Venezuela y Cuba.

Santos habló sobre este y otros temas en una entrevista para el diario El Tiempo de Colombia.

—Doctor Francisco Santos, ¿ya viviendo en Colombia?

—Sí, ya de regreso. Obviamente estoy metido en cosas distintas, mirando mucho el tema de China, Rusia e Irán en América Latina, que va a ser uno de los que tendremos que manejar en materia de relaciones en los próximos 10 o 15 años. Estoy muy metido en el tema de fintech y la forma como eso va a cambiar la manera como los ciudadanos se relacionan con los bancos y entre sí para pagos. Y también escribiendo, volviendo al periodismo, que es lo que me gusta.

—¿Y a la política también?

—No hay el menor peligro.

—De todas maneras, usted es un opinador político. Analíceme el momento actual. Con la derrota de Federico Gutiérrez, el uribismo perdió un candidato con el que era afín. Quedaron dos que no son del uribismo, y por eso mi pregunta es: ¿vivimos el comienzo de la era posturibista?

—Sin duda. Creo que este es el fin de esa época del uribismo. No de sus ideas, no de lo que él representa. Pero la izquierda de Gustavo Petro ha crecido cabalgando sobre el espectro del antiuribismo, que arrancó a comienzos del gobierno de Álvaro Uribe, hasta el punto de que ya tienen hasta jueces, como el señor Iván Velásquez, montados. Y ni hablar de las ONG de derechos humanos. Todo eso fue creciendo con un discurso basado en el odio. Que recibió un espaldarazo de Juan Manuel Santos con el proceso de paz, y que ahondó nuestra división. Les salió el plebiscito mal, porque ese discurso del odio estaba creando una contrabarrera. En 2018, vuelve y les pasa, cuando el antipetrismo elige a Iván Duque. Pero el desgaste del actual gobierno generó que una cantidad de gente que era afín a Fico Gutiérrez se fuera con Rodolfo Hernández, para derrotar a Petro.

—Habla del desgaste del gobierno Duque, pero usted formó parte de él…

—Es normal. ¿20 años no generan desgaste? Pero, además, este antiuribismo nunca entendió que la mayoría de los colombianos vimos esos ocho años de Uribe como la gran transformación de Colombia. Creo que en 3, 5, 10 años, el gobierno del presidente Duque va a ser mucho mejor visto.

—¿Lo mismo que el de Juampa?

—No, el de Juampa sí está en su plata…

—¿De dónde sale Rodolfo Hernández?

—Indudablemente representa un cambio. La gente no sabe bien qué es, pero tiene claro que no es ni Petro ni Uribe. Y el «viejito», como le digo cariñosamente, lo dijo: en primera vuelta maté el uribismo; en segunda, mato el petrismo.

—En el otro lado, dicen: en primera vuelta quemamos a Alejandro Gaviria y en segunda quemamos a Rodolfo…

—Que no lo creo tampoco. Mire, la política del odio creó el partido político más fuerte que ha tenido Colombia en su historia, que es el partido político anti-Petro. Y ese partido político hoy podría elegir a Rodolfo, y tiene a los petristas desconcertados. Casi desesperados, con unos aires de superioridad que no se justifican porque el cuento que montaron se les derrumbó. Rodolfo no representa lo que ellos necesitaban que representara al otro lado para la segunda vuelta.

—Pero a Fico sí lograron untarlo de uribismo…

—Lograron convertirlo en algo que era un seudouribista, que es lo que están tratando de hacer ahorita de manera desesperada, y no han podido con Rodolfo. Él es inteligente, mucho más de lo que deja ver. Y creo que nos vamos a llevar muchas sorpresas. Pero, bueno, lo cierto es eso: su campaña de 20 años para ver a Uribe linchado y colgado les fracasó también. No lo perdonan y hace parte de esa rabia.

Pero, digamos, a estas alturas de la vida, a Uribe sí se le ve muy arrinconado jurídica y políticamente. Por lo que, inevitablemente, empieza a asomarse una nueva era en la que, de pronto, él no será el que defina las mayores opciones políticas del futuro…

Mire, ese tiempo se acabó pero tuvo su esplendor. Soy de los que creen que Uribe en 20 o 30 años va a ser considerado el mejor presidente que tuvo Colombia en su historia, uno de los grandes líderes de América Latina. Cuando los historiadores serios recapitulen cómo estaba Colombia en 2002 y cómo la dejó Uribe en 2010, van a decir: Juepucha, no puede ser que haya sido este.

—¿Ha hablado recientemente con él, sobre todo lo que está sucediendo?

—He hablado con él y le he dicho: presidente, yo sé que usted hoy está en un grado de desilusión porque le acabaron su reputación, pero su reputación la va a evaluar es la historia. Y esa historia va a ser tremendamente benévola.

—¿Usted cree que Álvaro Uribe está deprimido por eso?

—Sí, claro que sí. Siendo él un batallador. Pero, además, porque es totalmente injusto lo que están haciendo con él.

—¿Pero no indica que los presidentes deben pasar a su estatus de expresidentes con fecha de vencimiento?

—Esta es una lección para todo el mundo. ¿Pero qué tal eso que nos inventamos de que el perdedor de las elecciones va por derecho propio al Congreso? No. Perdedores, así como expresidentes, chao.

—Y uribismo, ¿chao?

—El uribismo, guiado por Uribe, sí. Pero le repito, sus ideas de autoridad, de seguridad, no creo. Lo importante de estos siguientes cuatro años donde el uribismo sale del escenario va a ser: bueno, ¿y ahora qué, cómo recogemos esas banderas, cómo construimos algo con los conservadores, con otros partidos y con otros sectores, pero con ideas serias de largo plazo? ¿Cómo hacemos una coalición tipo Chile para defender la democracia y las libertades? Porque es que también aquí, así gane Rodolfo, la narrativa perversa se mantiene.

—¿A qué llama narrativa perversa?

—La de que aquí no hay democracia, y 8 millones de colombianos creen en eso. ¿Y nadie les va a cambiar su opinión, a pesar de que los derrotaría un señor que es hijo de una campesina, lo cual demuestra, hasta el tuétano, lo fuerte que es la democracia en Colombia. Pero la lógica antidemocrática que empezaron a construir desde 2003 aún encuentra canales para imponerse. Y siempre en la lógica de Uribe vs Petro. Mire, si en cualquiera de las dos coaliciones, la del Centro Esperanza o la del Equipo por Colombia, hubiera surgido un candidato que no se dejara meter en esa pelea, hubiera tendido puentes y hubiera ocupado, digamos, ese espacio casi novedoso, ese sería el candidato para la segunda vuelta, pero no pudieron.

—Pudo Rodolfo…

—Rodolfo, sí. Es que fue el único que no entró en eso. Los demás acabaron entrando. Y esa misma lógica es la que hoy tiene a Rodolfo ad portas de la presidencia, porque no representa eso, y no nos digamos mentiras, la gente está mamada de eso.

—Doctor Francisco Santos, cambiando de tema, su paso por Washington deja una duda: ¿el nuevo embajador, Juan Carlos Pinzón, fue en parte enviado allá para que le corrigiera su trayectoria? Es que como al principio se interpretó que había favoritismo de la embajada y, por ende, del gobierno Duque por Donald Trump, que eso obligaba a reconstruir la relación bipartidista. ¿Usted acepta que eso fue así, o eso es una impresión injusta?

—No fue así. Siempre tuvimos una agenda bipartidista y no es sino ver con cuántos congresistas republicanos y con cuántos demócratas vine a Colombia a visitar la frontera, y cuántas veces. Creo que muchos más demócratas que republicanos, porque tengo clarísimo que la política de Colombia tiene que ser bipartidista. Lo segundo es que yo era embajador ante el gobierno del presidente Trump, me lo tenía que echar al bolsillo, ese era mi papel como embajador. Era una situación muy difícil, pero lo logramos. Trump fue gran aliado de Colombia y nos ayudó en muchas cosas.

—Entonces, ¿qué pasó cuando vino la elección?

—Pasaron dos cosas muy nocivas. Dos miembros del partido de gobierno se metieron en la campaña política de Estados Unidos, que fueron Juan David Vélez y María Fernanda Cabal. A ambos, por todos lados, les dije: no se metan, esto es malo. En privado les reiteré que eso le hacía daño a Colombia. Y, por otro lado, el presidente Santos sí se movió con el secretario de Estado, Antony Blinken, y con otros asesores, como Juan González y Dan Restrepo, y lograron convencerlos de que eso era cierto. Y me parece una irresponsabilidad del expresidente Santos, porque le hace daño al país. Me parece que le sobraba hacerlo, pero logró afectar las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, y de paso le hizo daño al presidente Duque, me hizo daño a mí. Pero yo sobro ahí, el tema son las relaciones binacionales, eso está por encima de cualquiera de nosotros.

—¿Usted cree que el embajador Pinzón ha logrado emparejar las relaciones?

—Vea, somos un país demasiado importante, que tiene relación con Estados Unidos a muchos niveles de la administración, no solo el presidencial. Y se tenía clarísimo que trabajábamos conjuntamente en todos los proyectos, y eso es lo que va moviendo la relación. Lo que sí le puedo decir es que esa relación está cambiando. El tema de las drogas, después de 20 años, está bastante agotado. Pero en lo que sí hay claridad, tanto en la Casa Blanca como en el Estado y en el sector defensa, es que esta es una relación estratégica para Estados Unidos. El problema es que para Estados Unidos hoy América Latina está en sexta prelación. Ucrania primero, Asia segundo, Medio Oriente tercero, Europa cuarto, quinto la relación comercial con México y Canadá, y de sextos venimos nosotros. No existimos, lo que es muy grave porque este es un momento cuando la gran batalla geoestratégica del mundo se está librando también en América Latina y se va a dar aquí en los próximos diez años.

—Una pregunta final. ¿Usted siente que Estados Unidos nos abandonó un poco, e igual a las políticas de los gobiernos Duque y Uribe, cuando súbitamente abrió relaciones con Venezuela y con Cuba, y nosotros nos quedamos viendo un chispero, tomados de la mano del presidente interino Juan Guaidó?

—Totalmente. Esa es una de las más grandes decepciones que he tenido en mi vida política.

—Explíqueme por qué…

—Si yo hubiera sido el embajador de Colombia en Estados Unidos habría renunciado. Eso no se le hace a un amigo con el que se tiene una política sobre la cual estamos conjuntamente trabajando y sin informarle previamente, sin tener una discusión. Y, sí, mandan un mensaje equivocado en la región. ¿Por qué le van a pedir derechos humanos a Guatemala cuando están sentados con Maduro? ¿Qué diablos vienen a pedirnos a nosotros cuando están con Cuba? Me parece que ahí hay una incoherencia. Y eso es parte, digamos, de la política exterior demócrata, que todavía no ha definido bien sus cosas. El mejor ejemplo de lo que está pasando ahora es la Cumbre de las Américas, sobre la cual la discusión es a quién invitan, y no cuál es el fondo de la relación con América Latina. Eso es parte de toda esa confusión que tiene hoy Estados Unidos, y sobre todo el Partido Demócrata con Latinoamérica.