El Institute for Management Development (IMD) suizo, una de las escuelas de negocios más importantes del mundo, ha dado a conocer una nueva edición de su prestigioso Ranking de Competitividad Mundial, que evalúa en función de diversos parámetros y de manera muy exhaustiva cuáles son las economías más competitivas del mundo. España, por desgracia, no queda nada bien. Se sitúa en el puesto 40 entre las 67 economías analizadas: 4 puestos por debajo de la posición que ocupó el año pasado. Singapur, Suiza, Dinamarca e Irlanda son las 4 primeras en el ranking.
«Nuestro crecimiento económico desde la pandemia ha sido decepcionante. En este capítulo crecemos menos en el ranking que las economías asiáticas y de Oriente Medio», señala el español Arturo Bris, director del estudio.
La inversión y la atracción de capital ha caído, y lo que está detrás de todo ello es el deterioro de la calidad institucional, como se ve en que «ha empeorado bastante el indicador de riesgo de relocalización de negocios», como se refleja en lo que pasó con Ferrovial, que se marchó de España. Bris incide en esta línea en la erosión que están produciendo en la vida económica española el incremento de los impuestos en el ámbito personal y empresarial, el deterioro de las finanzas públicas (deuda, déficit) y del sistema legal: «Los indicadores en los que más cae España en el ranking son transparencia, adaptación de la política del gobierno y marco regulatorio y legal. En este último hemos caído 10 puestos y nos situamos en el 65, al nivel de Venezuela». «Hemos caído más de 10 posiciones en calidad del sistema judicial, hasta el puesto 49 del ranking; en riesgo de inestabilidad política descendemos del 49 al 62, lo cual es muy preocupante en un país europeo, y en cohesión social hemos bajado del 43 al 53. Cuestiones como estas hacen que se reduzca la confianza en el sistema español y, con ello, la inversión y la creación de empleo», añade.
Con este contexto, y hablando de la famosa expresión del gobierno de que la economía española «va como un cohete», Bris señala que «el crecimiento económico no indica absolutamente nada. España puede crecer como un cohete, pero lo importante es el incremento en prosperidad, que es lo que tratamos de indicar en nuestro ranking. La competitividad es la medida en la que este crecimiento se traslada a calidad de vida, salarios más altos, menos desigualdad, inversión en infraestructuras, en educación… Y ahí es donde nuestro modelo falla. Podemos crecer mucho, pero si no sube la productividad… Si las cargas fiscales a las empresas impiden la creación de empleo y la seguridad de salarios, la competitividad baja. Interpretar que España va como un cohete porque crece más que la media de la Unión Europea es no entender de qué va la historia, ni lo que están intentando hacer los países que tienen una estrategia realmente efectiva para aumentar su prosperidad. España no la tiene».
Hablando de impuestos, Bris recuerda que hay países como Irlanda que eliminan las cargas fiscales a las empresas y otros como Emiratos Árabes o Estonia que suprimen el impuesto sobre la renta. «En España hay doble fiscalidad -los salarios se gravan con la Renta y la cotización a la Seguridad Social de las empresas-, y esa es una de las razones por las que crea poco empleo y los salarios son bajos. Estamos en el puesto 40 en Impuesto de Sociedades, en el 60 en coste de Seguridad Social, en el 65 en impuestos a las personas -Renta, etc.-. Lo ideal sería pagar pocos impuestos y recaudar lo suficiente, como hace Suiza, que además invierte eficientemente, a diferencia de España», indica.
La presencia en lo más alto del ranking de países como Irlanda podría verse por algunos como la apuesta por un modelo de impuestos bajos que fuera en perjuicio de la protección social, pero Bris explica que no es así: «Entre los cinco países que están en lo más alto del ranking hay varios, entre ellos Dinamarca y Holanda, que tienen un sistema de protección social excelente. Todos los países nórdicos, que tienen regímenes políticos socialdemócratas, están en el top 10 del ranking. La competitividad no requiere de un modelo económico liberal. Necesita un modelo que proteja los intereses de las personas, y eso implica una combinación de sector público y privado. Para que las personas tengan prosperidad, tiene que haber empresas que creen empleo. El sistema político no es una garantía de competitividad. En nuestro top ten hay regímenes de izquierda, de derecha, dictaduras, democracias…».
Hecha la evaluación de cada país, el IMD pone una serie de deberes a cada uno para mejorar su competitividad y, con ello, la calidad de vida de sus ciudadanos. En el caso de España son reducir la carga fiscal y generar un marco estable para las compañías; invertir con eficiencia los fondos europeos, reforzar la productividad y configurar una economía más resiliente; promover la digitalización de las empresas, especialmente las medianas y pequeñas; adaptar la educación a las necesidades de las empresas; aumentar la inversión en Investigación y Desarrollo en los sectores público y privado, reforzar la coordinación entre los implicados y promover la transferencia de conocimiento.
Como no podía ser de otro modo, Arturo Bris también tiene unas palabras sobre la deuda, uno de los grandes lastres de la economía española: «Objetivamente estamos a la cola en porcentaje de deuda sobre el PIB. Ocupamos el puesto 58 en el ranking. Es excesivo para un país tan desarrollado como el nuestro. Un termómetro interesante para ver en qué medida esa deuda es repagable es mirar al déficit del sistema de pensiones, porque el mayor coste a largo plazo para las finanzas públicas es el de las pensiones. Aquí nos parecemos un poco a Japón. En financiación del sistema de pensiones estamos en el puesto 59, y esto era Japón hace ya veinte años. Crecemos, tenemos una deuda pública masiva y esa deuda no está financiando crecimiento, sino pensiones. Es una transferencia generacional extremadamente costosa. No solo hay ya un gran déficit de pensiones: va a seguir incrementándose».
Bris incide en que España lleva años empeorando: «Hace 10 años estaba por encima de Italia, Portugal y casi al nivel de Francia. Portugal es el país que podría servirnos como modelo, y nos ha sobrepasado. Han mejorado la calidad institucional, han tenido una estrategia de consenso y atracción de capital y han incrementado la productividad».
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