Luego de más de un año de negociaciones, Estados Unidos y los talibanes firmaron este sábado en Doha un histórico acuerdo de paz para Afganistán.
Sin embargo, varios analistas advierten que es solo el primer paso de un largo recorrido, a falta de que se implemente y de un pacto entre insurgentes y el gobierno afgano.
El acuerdo de Doha prevé la retirada de unos 5.000 efectivos, de los entre 12.000 y 13.000, que Estados Unidos tiene desplegados en Afganistán en el plazo de 135 días.
Además, del compromiso de los talibanes con que el país no se utilice para lanzar ataques contra otros Estados y el intercambio de miles de prisioneros, tanto insurgentes como de las fuerzas afganas.
El acuerdo reducirá la intensidad del conflicto en Afganistán, pero el analista del centro de investigación afgano Rana, Safiullah Mullakhil, vaticinó que la guerra continuará durante meses, incluso un par de años, porque algunas facciones de los talibanes y del gobierno de Kabul tratarán de meter cizaña al ver sus intereses en juego.
La parte más difícil
«La rúbrica del pacto, cuya preparación llevó más de un año, es la parte fácil. Cómo las dos partes lo implementarán y lo respetarán, esa es la parte difícil del proceso», explicó a Efe Mullakhil.
El analista presagió problemas y puntos muertos en su puesta en marcha. A ello se suma que todavía queda un largo proceso de negociación entre los insurgentes y el gobierno de Ashraf Ghani.
Los talibanes han insistido en que hasta que no se firmara un acuerdo con Washington no se sentarían a la mesa con las autoridades afganas, a las que consideran marionetas de los invasores.
La formación de un equipo negociador afgano causó más polémica y rencillas. Partidos y políticos temen que el Ejecutivo escoja a sus miembros de forma unilateral sin incluir representación de todos los sectores del país.
En términos generales, para Mullakhil el diálogo con el gobierno afgano supone la parte más difícil.
«Los estadounidenses solo lucharon y vieron a los talibanes desde sus bases, vehículos blindados y desde el cielo (…). Los afganos vivieron bajo el régimen talibán, comprobaron la violencia de los talibanes y tienen que vivir en el mismo país con los talibanes», dijo, consciente de que un entendimiento intra-afgano llevará tiempo.
Sin embargo, aunque habrá altibajos y puede que tome años, el analista opina que ambas partes, cansadas de décadas de una guerra que no pueden ganar militarmente, acabarán encontrando una solución.
Andrew Watkins, del centro de análisis de conflictos Crisis Group, también ve muchos desafíos para el futuro proceso con el gobierno de Ghani que, además, se encuentra al borde de una crisis política con el segundo candidato más votado en las recientes elecciones presidenciales negándose a acatar los resultados.
«Esto tiene el potencial de interferir, distraer o retrasar el comienzo de las conversaciones afganas», advirtió el experto.
Desconfianza entre las partes
Lo cierto es que el paso fácil, la firma entre Washington y los talibanes, ya costó tiempo y esfuerzo con los dos bandos mostrando una completa desconfianza hacia el otro.
El gobierno estadounidense accedió a retirar menos de la mitad del personal que mantiene en Afganistán en el marco de la misión de la OTAN de capacitación a las tropas afganas y tareas antiterroristas.
Por su parte, los insurgentes se negaron a implementar un alto el fuego y en su lugar optaron por una reducción de la violencia de una semana.
«Tanto los talibanes como Estados Unidos, en lugar de hacer grandes compromisos de mucha envergadura o compromisos que cumpliesen totalmente con los intereses de la otra parte, cedieron en algunas cosas pero se reistieron en otras», estima Watkins.
Retos y amenazas al proceso de paz
Coincide de esta forma con el experto del centro Rana en que la verdadera fase del proceso de paz aún no arrancó y quedan muchos más pasos que dar.
En este contexto, alertó de que son muchos los actores afganos y de la región que podrían intentar hacer descarrilar el proceso.
Con la derrota del grupo yihadista Estado Islámico en su principal bastión en el este de Afganistán, los extremistas no supondrían un obstáculo para la paz. Pero sí podrían serlo futuras escisiones de los talibanes por desacuerdos sobre el proceso.
Aunque algo similar ocurrió en 2015 tras conocerse la muerte del fundador del movimiento, el mulá Omar, en aquella ocasión por falta de consenso sobre su sucesor. A raíz de eso, señaló Watkins, los talibanes han hecho de su unidad una prioridad y lo lograron.
Otros hablan incluso del peligro de una guerra civil tras una eventual retirada de las tropas internacionales, como sucedió con la salida de los soviéticos de Afganistán en 1989.
«Siempre existe la posibilidad», apuntó el experto. Sin embargo, dijo, todos en la élite política de Afganistán, así como en la cúpula de los talibanes, saben que buena parte de la economía del país depende de la ayuda y del reconocimiento internacional.