El pueblo de Israel vio a lo largo de su historia numerosos prodigios realizados por hombres de Dios o por Él mismo. Incluso habiendo presenciado estas maravillas, siendo humano, este pueblo siguió dudando de la existencia y el poder de Dios.
Los prodigios
Entre los prodigios que este afortunado pueblo presenció encontramos las plagas que afectaron al pueblo egipcio debido a la tozudez del faraón ante la propuesta de liberarles.
Ex 10, 1-2: «El Señor dijo a Moisés: Preséntate al faraón, porque yo he endurecido su corazón y el de sus servidores, para realizar mis signos en medio de ellos, y para que puedas contar a tus hijos y nietos cómo manejé a Egipto y los signos que realicé en medio de ellos. Así sabréis que yo soy el Señor».
No solo vieron las plagas, en su salida de Egipto presenciaron tanto la columna de fuego y humo, con la que Dios les condujo noche y día, como la separación de las aguas del mar Rojo.
Ex 13, 22: «No se apartaba de delante del pueblo ni la columna de nube, de día, ni la columna de fuego, de noche.
Ex 14, 21: «Moisés extendió su mano sobre el mar y el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se dividieron las aguas».
Las plagas
- I – Conversión del agua en sangre
- II – Invasión de ranas
- III – Piojos/mosquitos
- IV – Moscas
- V – Peste del ganado
- VI – Úlceras/sarpullido
- VII – Lluvia de fuego y granizo
- VIII – Langostas y saltamontes
- IX – Tinieblas
- X – Muerte de los primogénitos de Egipto
Las faltas
Incluso después de esto se quejaron los hijos del pueblo de Israel. Adoraron a ídolos hechos de oro y joyas y despreciaron al Dios verdadero.
Encontramos la primera queja en el capítulo 16, 3 del Éxodo:
«¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad», o «¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?», en Ex 17, 3.
No contentos con esto, mientras Moisés recibía los mandatos del Señor, decidieron fabricar un becerro de oro al que adorar: «Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar de la montaña, se reunió en torno a Aarón y le dijo: ‘Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado’», Ex 32, 1.
Semejanzas
El pueblo de Israel demostró ser un pueblo incrédulo, desconfiado, impaciente y a menudo olvidó la grandeza de Dios. En nuestra sociedad actual podemos encontrar un rasgo común importante. Somos una sociedad acostumbrada a la inmediatez, criada en la cultura de la desesperanza, una sociedad que no se fía de la palabra de sus hermanos, que no respeta y que ataca ante el desconocimiento o las diferencias. Después de todos los signos que nos ha mostrado Dios, después de todos los testimonios -tanto materiales como vivos- seguimos teniendo dudas, cuestionando a Dios y quejándonos a Él por no hacer nuestra voluntad. Nos hemos olvidado de Dios.
Como sociedad y como sujetos dejamos mucho que desear, tanto entonces como ahora.
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