En sus muchos años como voluntaria en los refugios para inmigrantes en Nuevo México, Estados Unidos, la enfermera Freida Adams no ha conocido criminales ni violadores, sino personas con una fe en Dios inquebrantable y una gran voluntad y fortaleza para sacar adelante a sus familias.
«Ayudarlos ha sido mi inspiración, pero curiosamente son ellos los que me han ayudado a mí. Verlos con lo poco que les ha dado la vida, no quejarse y tener esa fuerza para cruzar países. Luego ver cómo mantienen la fe cuando no la pueden ver y lo único que ven son malos tratos, es inspirador», dice a EFE Adams.
Durante veinte años se desempeñó como enfermera en Venezuela, lo mismo hizo durante otros cuatro años en Tailandia. Ahora, es la coordinadora de Atención Médica en los refugios de Las Cruces, una ciudad de unos 100.000 habitantes situada a unos 75 kilómetros de El Paso, Texas.
Adams es quien se encarga de supervisar a los médicos y los asistentes para distribuirlos por los albergues e iglesias que acogen a los inmigrantes.
El paso del migrante
«No me puedo imaginar cómo personas con tan poco recursos cruzan países. Tienen una gran valentía y jamás dicen ‘lo hago por mí’, sino que todo lo hacen por amor a su familia, para que sus hijos se eduquen y tengan un mejor futuro», dijo.
La enfermera comenzó a atender a los inmigrantes en 2014 cuando, como integrante de la Comisión Fronteriza de Salud en Las Cruces, cubrió la crisis de los menores no acompañados que ingresaban desde México y las subsiguientes.
Así se relacionó con los voluntarios de los refugios y los religiosos de las iglesias que recibían a los menores. Así fue formando redes de ayuda.
Por lo que ella define como su apostolado dejó su puesto en la comisión para poder ser voluntaria de tiempo completo.
Las Cruces ha acogido a más de 17.000 solicitantes de asilo político en iglesias, albergues y en un centro que antes servía como lugar de entrenamiento militar durante el tiempo que Adams ha estado volcada a ayudar a los inmigrantes.
La llegada al sueño americano
«Llegan cansados, enfermos y desorientados. Cuando los recibimos no saben ni en qué país están. Les tengo que explicar que Nuevo México es Estados Unidos, es cuando caen de rodillas con las manos arriba dando gracias a Dios. Es muy impresionante, muchas veces he llorado con ellos», explicó.
Adams no deja de sorprenderse de la fortaleza nacida del sufrimiento que tienen los inmigrantes.
«Tiene una fuerza que nunca había visto en otros individuos, llegan cansados y enfermos. Lo primero que hacen es ponerse de rodillas y levantar las manos para agradecer sin quejarse», relata.
Cuando se le preguntó qué historia es la que más recuerda señala: «No olvido a Francisco, un inmigrante que cruzó el país y el río con su hija en brazos de 9 años que sufría insuficiencia cerebral. Pese al cansancio la cargaba con una ternura y todo el amor».
Durante el tiempo que se desempeñó como enfermera en Venezuela pudo constatar que los inmigrantes «salen huyendo de la violencia de sus países».
«Vienen con mucha esperanza, no por un capricho ni una aventura. Huyen de la violencia y solo quieren trabajar. Vienen buscando el sueño americano, pero en realidad es el sueño universal», comentó.
El agradecimiento
A los refugios llegan con enfermedades comunes como gripe o deshidratación debido al confinamiento en los centros de detención. Nunca le ha tocado recibir a algún enfermo de gravedad.
«Cuando los despedimos me ha tocado que hombres jóvenes me abrazan y besan las mejillas llorando. Si conoces de la cultura latina es raro que un hombre haga eso, pero están agradecidos por haber ayudado a sus hijos», expresó.
Mencionó que cuando esas personas llegan a sus destinos, recibe llamadas de agradecimiento y también donaciones que le envían para que siga ayudando a más migrantes.
«No mandan mucho, a veces 20 dólares, pero lo hacen de corazón. Son las personas más agradecidas que he atendido, esa particularidad tienen, siempre ven el vaso medio lleno, y nunca medio vacío», dijo.
Sus experiencias vividas, añadió, contrastan abruptamente con la idea de que son asesinos, violadores y ladrones que quiere implantar el gobierno de Donald Trump.
«Lo que veo en la pantalla de televisión no es lo que veo aquí. Tengo personas que los han recibido en sus hogares y me dicen ‘no me robaron, ni violaron, pero si lavaron la ropa, los trastes y barrieron mi casa’, la imagen es lo opuesto de lo que dicen», aseguró.
Uno de los momentos que más disfruta Adams es cuando les regala a los niños migrantes peluches, muñecas y ositos de tela.
«Esta gente llega sin nada, además de que les quitan lo poco que tienen. Llegan como anónimos a un nuevo país y cuando los niños eligen un osito, les escribo su nombre en el pie del peluche. Es una forma de restablecer su identidad», afirma.
«Les digo que los va a acompañar a su nuevo hogar, es mucho más que un objeto, es simbólico y viene a devolverles su dignidad y esperanza», dijo.