En la entrada de la escuela de Utopia, en Texas, un cartel anuncia: «¡Cuidado! Este colegio está protegido por personal armado». La medida se tomó en 2018 para evitar matanzas escolares como la ocurrida el martes a apenas unos 50 km de ahí, en Uvalde.
Utopia, un pueblo perdido entre colinas y campos extensos, es un lugar tranquilo de unos 200 habitantes. Un puñado de calles, una carretera principal con una decena de tiendas y poco más.
Sus habitantes aún tratan de asimilar la tragedia que golpeó Uvalde hace cuatro días, cuando un adolescente mató a tiros a 19 niños y dos profesores en la escuela primaria Robb.
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«No hay forma de evitar al 100% que ocurran cosas así», dice Michael Derry, director del distrito escolar de Utopia desde 2020.
«Pero creo que el hecho de que se sepa que hay personas armadas aquí y que éstas harán lo que sea necesario para proteger a los niños es muy disuasorio», añade.
Esa medida, aplicada por decenas de colegios texanos desde su aprobación estatal en 2013, vuelve a estar de actualidad en Estados Unidos, que debate una vez más cómo detener los tiroteos en sus escuelas.
Los profesores que deseen llevar una pistola deben tener una licencia y presentar su candidatura a la junta escolar, que otorga el permiso o no tras revisar los antecedentes del empleado, explica Derry, de 56 años de edad.
Para él, esa iniciativa es también una forma de paliar la falta de policías en el área de Utopia, en el noreste del condado de Uvalde.
«Estamos muy aislados. Y el departamento del sheriff se centra en el sur del condado por culpa de la gente que cruza la frontera [con México], así que los agentes tardan como mínimo 25 o 30 minutos para llegar aquí. Es demasiado tiempo».
«Eliminar el problema»
En un aula con vitrinas llenas de trofeos de los equipos deportivos del colegio, Bryson Dalrymple, de unos 50 años, se emociona al pensar en la matanza de Uvalde, la ciudad donde creció.
«Es desgarrador y me hace temer por los niños», asegura este profesor de Ciencias, que también es responsable de la seguridad de la escuela, donde estudian niños desde el preescolar hasta el último año de secundaria.
Según él, en caso de ataque, las armas de los profesores permiten «eliminar el problema antes de que empeore».
El martes, el fiscal general de Texas, Ken Patxon, defendió en Fox News la necesidad de que más colegios armen a sus trabajadores.
«No podemos evitar que la mala gente haga cosas malas. Pero tal vez podamos armar y entrenar a los profesores y otros empleados para que respondan rápido. Para mí, esa es la mejor respuesta», dijo.
La Asociación Nacional de Educación, que agrupa a numerosos profesionales de la enseñanza, rechaza esas propuestas.
«Poner más armas en las escuelas hace que las escuelas sean más peligrosas y no hacen nada por proteger a nuestros estudiantes y docentes de la violencia por arma de fuego», declaró esta semana la presidenta de la NEA, Becky Pringle, en un comunicado.
«Los profesores deberían enseñar, no actuar como agentes de seguridad armados», añadió.
«Me hace sentir más segura»
Sugar Bennett se opuso en un primer momento a la decisión del colegio de Utopia, donde estudia su hijo Jason.
Pero esa mujer de 46 años cambió de opinión al ver cómo los tiroteos se repetían una y otra vez en el país.
Esa iniciativa «me hace sentir más segura», dice, sentada a una mesa del Lost Maples, uno de los pocos restaurantes de la localidad.
Frente a ella, Jason ve con buenos ojos que algunos de sus profesores tengan pistola, sobre todo después del tiroteo en Uvalde.
«Tienen suficiente experiencia con las armas para poder defendernos si es necesario», opina.
A pocas cuadras del restaurante, en el aula llena de trofeos, Dalrymple promete hacer todo lo posible para garantizar la seguridad de sus alumnos.
«Los niños de aquí son como mis propios hijos. Y si alguna vez ocurriera algo malo aquí, daría mi último aliento para protegerlos», asegura.