«Pago 20 dólares para cargar mi tanque, pero ya no puedo llenarlo, es escandaloso», se quejaba el viernes Telilia Scott en una gasolinera de Washington, indignada por el alza récord de los precios en Estados Unidos.
Pocas horas antes, el Departamento de Trabajo había informado que en un año la gasolina había aumentado en promedio 6,8%, el mayor incremento desde junio de 1982.
«¡Es muy duro! ¡El pan es carísimo, el azúcar es carísimo, todo es tan caro!», lamenta esta mujer desempleada de algo más de 50 años.
«¡Una va a la tienda y debe pagar siete dólares por un galón de leche (casi 4 litros), cuando antes costaba 2,39!». Para ella, es aún más «escandaloso» porque, «debido al covid, la gente no tiene dinero. Además, recién está comenzando a trabajar de nuevo» y volviendo a ganar un salario.
Earl Walker se acerca con su enorme auto negro. «Los precios aumentan todos los días», dice. Señala que el combustible se ha incrementado tanto que a veces no puede ir a trabajar o debe «pedir prestado dinero para llegar».
Según las cifras publicadas el viernes, los precios en el sector energético fueron los que más aumentaron en un año (33,3%), como en muchos otros países.
«Yo no puedo repostar todo el tanque. Me costaría más de 100» dólares, explica Walker, un trabajador social de 40 años, que también se queja del aumento del precio del pollo en los supermercados.
Un alza «gradual»
Cerca de esta estación de servicio, Edward Harrison, de 47 años de edad, hace sus compras en un local de Walmart, el gigante de los supermercados estadounidenses.
Admite que sale menos y que bucea más en internet en busca de ofertas. Aunque preferiría, como hoy, ir directamente al supermercado cercano a su casa.
«Ahora debo tener más cuidado», asegura este técnico en electrónica, que también recurre a productos de segunda mano «si es necesario».
El mes pasado, los precios de los autos nuevos subieron 11,1%, los de los usados 31,4%. En octubre, el incremento fue aún mayor.
Para los que tienen más recursos, el aumento de la inflación pasa más o menos desapercibido.
Stephen Keil, de 30 años de edad y empleado en una gran empresa de energía, dice que solo lo percibe cuando recibe sus estados de cuenta bancarios, «más tarde». Para él, los precios se han incrementado de manera «gradual».
Donde más nota el alza es en los regalos navideños, por ejemplo en las bicicletas. «Dicen en las tiendas que se debe al aumento del costo del transporte», afirma.
A su lado, Abby Mitchell, una investigadora de 29 años, ahora compara marcas, mientras que antes, admite, «si quería comprar espinacas, compraba espinacas, sin realmente mirar el precio».
Los habitantes de esta ciudad predominantemente demócrata no culpan de la inflación al presidente Joe Biden, que ha prometido invertir la tendencia.
«Todo se debe al covid», dice Stephen Keil. «No hay mucho que el gobierno pueda hacer».
«Biden ha hecho mucho por la gente», asegura Telilia Scott en la gasolinera, «pero los políticos aún pueden hacer más».