La era de Akihito de Japón llegará a su fin el 30 de abril, cuando el emperador abdique en su primogénito tras tres décadas en el trono marcadas por su discreción y la modernización del país, y salpicadas por desastres naturales.
La figura del emperador de Japón se ha venido forjando hace siglos, a partir del origen divino de antaño, pero en la historia más reciente ha reafirmado su carácter de símbolo y de unidad del Estado, con funciones políticas casi nulas.
Naruhito se convertirá el 1° de mayo en el nuevo ocupante del Trono de Crisantemo al heredar una espada legendaria, un espejo mitológico y una joya sagrada en una serie de ceremonias que se celebran en Japón desde hace más de mil años.