Estas elecciones generales en España son las de las primeras veces. La primera vez que un presidente llama a las urnas el día después de que su partido pierda estrepitosamente unas municipales y autonómicas. La primera vez que se vota en julio. La primera vez que el voto por correo supera los dos millones de papeletas. La primera vez que uno de los dos principales candidatos, Pedro Sánchez, pretende gobernar sin ganar, mediante un pacto de perdedores.
Y también, la primera vez que se presenta un partido, Sumar, creado desde la vicepresidencia del Gobierno, como quien empieza la casa por el tejado. La primera vez de Alberto Núñez Feijóo como candidato y puede que la definitiva, a decir de la mayoría de las encuestas.
Los comicios del 28 de mayo parecieron anticipar el final del sanchismo. Así lo interpretó el propio Sánchez, que en su discurso del día después en la Moncloa afirmó: «Aunque las votaciones de ayer tenían un alcance municipal y autonómico, el sentido del voto traslada un mensaje que va más allá. Asumo en primera persona los resultados y creo necesario dar una respuesta y someter nuestro mandato democrático a la voluntad popular». Pero lo único concluyente serán los resultados de este domingo, el veredicto de un jurado popular formado por 37.469.142 electores.
Hasta que se conozca, y dando por descontado que no habrá mayoría absoluta, la cienciología política permite anticipar tres escenarios posibles y un cuarto disparatado. Este último solo está en la mente y en la cocina del presidente del CIS, José Félix Tezanos, pero por qué no incluirlo.
Escenario 1 en las elecciones en España: el idílico para el PP
Feijóo obtiene una victoria de al menos 155 escaños y 50 escaños de ventaja sobre el segundo, Sánchez, que apenas supera los 105. Santiago Abascal se queda en unos 25, menguado por el llamado voto útil al PP, y cae a la cuarta posición. Yolanda Díaz le arrebata la tercera, pero no pasa de los 35 escaños que obtuvo Pablo Iglesias en 2019.
De producirse este resultado en las elecciones en España, el triunfo de Feijóo sería incontestable e intentaría un Gobierno en solitario, con Vox mermado de fuerzas y de legitimidad para exigir su entrada en el Ejecutivo. El candidato del PP ya ha anunciado que, antes de llamar a la puerta de Vox, llamará a la del PSOE para pedirle su abstención. Aunque será en vano: en 2015 y 2016 hicieron falta dos elecciones generales y una implosión del PSOE para que los socialistas dejaran gobernar a Mariano Rajoy.
Este resultado probablemente tendría consecuencias inmediatas para Sánchez, obligado a anunciar la convocatoria de un congreso extraordinario para elegir a su sucesor. Esta misma noche empezarían los cuchillos largos en Ferraz.
Escenario 2: el que quiere Vox
Feijóo se desfonda en las urnas y obtiene una victoria de unos 140 escaños, por debajo de los sondeos y de las expectativas de Génova 13. Abascal ronda los 35 y conserva la tercera posición: su electorado mantiene su confianza en Vox, a pesar de los cantos de sirena del PP sobre el voto a Feijóo como única garantía para echar a Sánchez. Esa lealtad le permite penetrar en circunscripciones medias. Sánchez aguanta mejor de lo esperado, en el entorno de 115 diputados, y su socia ronda los 20, como IU en 1996, en tiempos de Julio Anguita.
Con este resultado en las elecciones de España, Feijóo tendría muy difícil resistirse a un Gobierno de coalición con Abascal, que poseería la cuarta parte de escaños que el PP. El gallego siempre puede amagar con una repetición electoral, como las hubo en 2016 y 2019, pero hoy en día los populares no están por tentar a la suerte. Otra cosa es que fuese una negociación exprés, como en la Comunidad Valenciana, o más larga.
Con 115 diputados, el líder del PSOE tendría más margen para preparar su marcha, pero seguiría siendo inevitable. Por lo que respecta a Díaz, Podemos le estaría esperando al día siguiente para ajustar cuentas.
Escenario 3 en las elecciones en España: el bloqueo que pretende Sánchez
Feijóo ronda los 148 escaños, pero Abascal cae por debajo de los 22, como cuarta fuerza. Sánchez se queda en un limbo de entre 110 y 115 y Díaz consigue igualar el resultado de Unidas Podemos de hace cuatro años, 35.
La derecha no suma mayoría absoluta, pero la izquierda mucho menos: por sí mismos, en el mejor de los casos el PSOE y Sumar obtendrían 150. Aunque Sánchez e Iglesias sustentaron su coalición en 155 diputados, en esta ocasión sería distinto, porque el ganador de las elecciones habría sido otro.
Con un resultado parecido a éste, es de prever que el líder socialista se encastillaría, aunque no tuviera opciones de gobernar. Ya se presentó una vez a una investidura sabiendo que la iba a perder, como había perdido las elecciones. Ocurrió en marzo de 2016, cuando Rajoy -que había ganado- renunció a presentarse porque no tenía los apoyos suficientes.
Lo hizo para poner en marcha el contador hacia la repetición electoral que finalmente hubo, regulado en el artículo 99 de la Constitución: «Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso».
Escenario 4 (el disparatado): el PSOE gana
Solo lo vieron venir Tezanos y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que el martes vaticinó que los socialistas ganarían las elecciones con entre 135 y 150 escaños. Sánchez gana porque aglutina el voto de izquierdas, frente a la división de la derecha. Yolanda Díaz queda cuarta. La suma del PSOE y Sumar no alcanza la mayoría absoluta, pero ello no fue impedimento la legislatura, así que menos aún lo sería ésta.
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Con ese resultado, la misma noche electoral ERC, Bildu y el PNV subirían su hipoteca variable a Sánchez mucho más de lo que ha subido el Euribor en el último año. El presidente y la vicepresidenta reeditarían su coalición en un abrir y cerrar de ojos, sin Podemos.
El palo sería tremendo para el PP, solo dos meses después de teñir de azul y verde el mapa del poder territorial. De hecho, Feijóo tendría que dimitir, según la promesa que hizo en febrero: «Si no consigo ganar, no merezco ser presidente del PP», señaló entonces.