El Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos ha hecho público el jueves 13 de junio el documento El obispo de Roma, que trata una de las cuestiones que más conflicto entre confesiones cristianas ha generado desde el Cisma de Oriente del año 1054.
El texto, de aproximadamente 150 páginas, recoge los frutos del diálogo ecuménico desde que se publicase en 1995 la encíclica Ut unum sint, de Juan Pablo II. «Se trata de buscar una forma de ejercicio del primado que sea compartida por las Iglesias que vivieron en plena comunión en los primeros siglos», explica sobre la declaración el portal de la Santa Sede.
Fruto de las conversaciones entre confesiones cristianas surgidas tras el Concilio Vaticano II, en El obispo de Roma se explica que se han releído de forma renovada los textos petrinos, que han sido un obstáculo para la unidad de los cristianos. «Se ha desafiado a los participantes en el diálogo a evitar proyecciones anacrónicas de desarrollos doctrinales posteriores y a considerar de nuevo el papel de Pedro entre los apóstoles», dice el documento. Por ejemplo, «se ha redescubierto una diversidad de imágenes, interpretaciones y modelos en el Nuevo Testamento, mientras que nociones bíblicas como episkopé (el ministerio de supervisión), diaconía y el concepto de «función petrina» han ayudado a desarrollar una comprensión más completa de los textos petrinos».
El primado de Pedro
El punto delicado, que más discusiones ha generado entre cristianos, tiene que ver con el dogma católico de la primacía de Pedro y, por tanto, de su sucesor (el Papa) sobre los otros patriarcas y obispos del mundo. Mientras que la Iglesia de Roma lo considera un derecho divino, las otras confesiones lo entienden como una institución de derecho humano. En el nuevo documento se aclara que han de tenerse ambas consideraciones en cuenta y así, la primacía es «parte de la voluntad de Dios para la Iglesia y mediada a través de la historia humana».
Como parte de estas conversaciones, se han abierto vías para la relectura de las definiciones dogmáticas del Concilio Vaticano I, concretamente a la de la jurisdicción universal del Papa «identificando su extensión y límites». Según dice el documento, se ha aclarado también la «formulación del dogma de la infalibilidad e incluso acordar algunos aspectos de su finalidad, reconociendo la necesidad, en determinadas circunstancias, de un ejercicio personal del ministerio de la enseñanza, dado que la unidad de los cristianos es una unidad en la verdad y en el amor».
A pesar de estas explicaciones, según reconoce el texto del dicasterio, «los diálogos siguen expresando preocupaciones sobre la relación de la infalibilidad con la primacía del Evangelio, la indefectibilidad de toda la Iglesia, el ejercicio de la colegialidad episcopal y la necesidad de la recepción».
Hacia una Iglesia reconciliada
A pesar de la cuestión sobre el derecho humano o divino de la primacía de Pedro, este diálogo es una oportunidad para reflexionar sobre la naturaleza de la Iglesia y su misión, según invita el dicasterio. Con este objetivo, se plantea mejorar las conexiones ecuménicas par abordar no solo el primado, sino también la sinodalidad, mediante la interpretación teológica de las relaciones actuales entre las Iglesias cristianas.
Esta reflexión de las conversaciones actuales y pasadas termina con una serie de invitaciones y propuestas prácticas de trabajo para el futuro, como una nueva interpretación por parte de la Iglesia católica de las enseñanzas del Vaticano I con «nuevas expresiones y vocabulario fieles a la intención original, pero integrados en una eclesiología de comunión y adaptados al contexto ecuménico actual». Se sugiere también clarificar las distinciones entre las distintas responsabilidades del obispo de Roma, en particular, según continúa el documento, «entre su ministerio patriarcal en la Iglesia occidental y su ministerio primacial de unidad en la comunión de las Iglesias». Se pide también un mayor énfasis en la actividad del Papa en su Iglesia particular, la diócesis de Roma.
Otras propuestas de trabajo abordan la sinodalidad en la Iglesia católica y a nivel universal, una mejor implicación de todo el pueblo de Dios en los procesos sinodales. Por último, se plantean una promoción de la comunión conciliar, mediante «encuentros regulares entre los líderes de la Iglesia en todo el mundo».
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