Son incontables los videos y fotografías que han dado la vuelta al mundo desde la tarde del 4 de agosto cuando el puerto de Beirut, capital de Líbano, fue devastado por dos explosiones que cambiaron incluso la geografía del lugar.
Pero en una catástrofe como esa, en pleno centro poblado, no solo hay materiales audiovisuales difundidos en medios de comunicación y redes sociales. Principalmente, hay testimonios de vidas que fueron perturbadas en solo segundos por una onda expansiva que, de acuerdo con las autoridades libanesas, tuvo impacto al menos a 10 kilómetros a la redonda.
No solo ciudadanos libaneses han sufrido las consecuencias de esta catástrofe. Así lo constató El Nacional, luego de entrevistar a una venezolana residenciada en Beirut, quien se encontraba a cinco kilómetros del sitio de las explosiones.
“Aún no tenemos claro qué fue lo que sucedió realmente. Estoy a cinco kilómetros de distancia de la explosión y aun así se sintió como si hubiese sido en el edificio de al lado. Todo el edificio se movió. En el momento solo oí gritos y vidrios rotos”, contó Nur Suzan este 5 de agosto, cuando habían pasado poco más de 24 horas desde el acontecimiento.
“En mi calle a muchos apartamentos y negocios se les rompieron las ventanas por la onda del impacto, nuestro edificio quedó destrozado en la parte baja. Los vidrios y puertas del estacionamiento se dañaron. Eso es lo que puedo contar de la situación porque aún no sabemos en sí qué fue lo que causó la explosión realmente”, manifestó.
Señaló que su familia y ella se encuentran bien físicamente y que de momento, en la zona en la que vive solo se han reportado daños materiales.
“En estas horas lo que hay es silencio. He visto muy poca gente transitando, aunque anoche mis vecinos limpiaban los escombros de vidrios rotos”, afirmó.
Añadió que quienes solo han sufrido daños materiales regresaron a sus viviendas. Sin embargo, ha visto que la prensa local reporta que al menos 300.000 personas quedaron sin hogar.
El cielo se tornó rojo
Suzan confirmó que el cielo libanés se tornó escarlata tras las explosiones, posiblemente un efecto del nitrato de amonio, presunto causante de la detonación, según el primer ministro Hassan Diab.
Diab dijo a la prensa que en el puerto estaban almacenados más de 2.700 toneladas de nitrato de amonio desde hace seis años. Algo que calificó como inaceptable.
Sin embargo, aunque se conozca el elemento que causó las grandes detonaciones restan investigaciones para determinar con exactitud qué hizo que dicho material químico se incendiara, pues se trata de un fertilizante que se vuelve explosivo a muy elevadas temperaturas.
Atención médica y alimentos
Suzan explicó que se han dispuesto puntos de atención de la Cruz Roja alrededor del país.
“Hay dos hospitales que estaban cerca del puerto que no están en condiciones de atender a nadie. Aparte de que ya había enfermos de covid-19 ahora se suman miles de heridos y hay muchos desaparecidos. La Cruz Roja y los bomberos han arriesgado sus vidas para salvar a los ciudadanos”, dijo.
Agregó que en el lugar de la explosión había contenedores con productos alimenticios, por tratarse de un puerto, lo que agrava una preexistente crisis económica en esa nación, que entre otros factores involucra una escasez de alimentos.
“El país ya estaba en crisis económica y pasó ahora esto”, lamentó.
“Los venezolanos sentimos que nos persigue la mala suerte”
Suzan es una venezolana de origen sirio que en su país natal se enamoró de un libanés con quien se fue a vivir a Beirut hace siete años y con quien ahora tiene un bebé. Allí se quedaron debido a que justo por esas fechas comenzó la crisis económica, social y humanitaria en Venezuela.
“Me vine justo en el momento cuando ya Venezuela comenzó a colapsar. Así que nos quedamos aquí, pues este es un país muy bonito y seguro, obviando las bombas”, mencionó.
Pero a siete años de migrar, siente que Líbano está atravesando una situación muy similar a la venezolana.
“Los venezolanos sentimos que nos está siguiendo la mala suerte”, dijo.
Contó que cuando llegó a Beirut existía un tipo de cambio estable, pero desde noviembre de 2019, el precio del dólar comenzó a subir de forma abrupta en el mercado no oficial, mientras los bancos lo cotizan en un monto significativamente inferior.
“El dólar que estaba en 1.500 libras libanesas, llegó a pasar a 10.000. La semana pasada estaba en 8.000 libras. Además, los bancos ya no nos dan nuestro dinero, no nos dan dólares solo liras, pero cuentan el dólar a un precio de 3.850 cuando está muy por encima”, explicó.
“Esto es una locura, es un poco confuso. Ha habido protestas para que el gobierno renuncie. Antes de que llegara el covid-19 ya no había casi trabajo”, agregó.
Detalló que ante las distorsiones en el mercado cambiario, los supermercados decidieron no adquirir más mercancía, puesto que dejó de ser rentable la venta debido a que pagaban el dólar a 10.000 libras mientras los bancos lo liquidaban a 3.850 libras.
“Y ahora hay productos que dan solo de dos por persona. Es la misma historia de Venezuela”, expresó.
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