Hacer un viaje al Golfo de México y no poder apenas darte un baño en el mar porque las playas están llenas de algas. A quien le haya pasado, que no se frustre: esta situación es cada vez más habitual en esta zona, para desgracia de hoteleros, turistas y oriundos.
Se trata del sargazo, un género de macroalgas planctónicas de mal olor y color parduzco que se extiende desde las costas del África Occidental hasta el citado Golfo de México y que se está convirtiendo en un problema grave. Su extensión este año, según el Earth Observatory de la NASA, es de 8.800 kilómetros y su peso de más de 10 millones de toneladas.
Esta alga ejerce de refugio y alimento para diversas especies marinas. El problema es que, en los últimos años, su crecimiento ha sido vertiginoso y su frecuencia se ha incrementado, lo que está provocando inconvenientes no solo en la vida marina, sino también en las costas.
Lo sorprendente de este año es que la llegada de estos vegetales a las costas mexicanas, dominicanas y estadounidenses –las playas de Key West, en Florida, también lo han sufrido– se produjo demasiado pronto. Según explica al medio local Los Angeles Times Chuanmin Hu, profesor de Oceanografía en la Universidad del Sur de Florida, el alga «suele florecer en primavera y verano, pero este año, en invierno, ya teníamos muchas».
Por qué aumenta
Estos organismos se forman en el Mar de los Sargazos, bautizado con este nombre debido a la gran cantidad de estas macroalgas que alberga. Este está situado en el Atlántico Norte y delimitado por sus características físicas y biológicas.
Su crecimiento se produce por varios factores, entre los que están el calentamiento de las aguas, el uso de pesticidas y fertilizantes o los vertidos de aguas residuales, que contribuyen a un mayor desarrollo del alga. Asimismo, las corrientes marinas y los vientos también influyen, ya que son capaces de transportar estas algas a zonas en las que no era tan común su presencia.
Turismo
El primer registro de una llegada masiva de sargazo en aguas del Caribe fue en 2011. Ahora, tras varios años en los que este escenario se ha repetido, las hoteleras de la zona –entre ellas las españolas Riu, Meliá y Barceló– temen por que la temporada alta esté en peligro.
Además del olor a huevos podridos, la presencia de esta macroalga puede incluso llegar a causar problemas gastrointestinales y afecciones respiratorias, algo que nadie desea para unos relajantes días de vacaciones al otro lado del charco.
Durante la «invasión» de 2019 el sector ya se resintió, algo que la economía mexicana no se puede permitir, ya que el turismo supone entre el ocho y el nueve por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB).
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