El pasado 12 de mayo, Nelva Ortega, médica generalista y esposa de José Daniel Ferrer García, preso de conciencia y al que su familia no ha podido ver desde hace más de dos meses, se dirigió, acompañada por su hijo Daniel José, de tres años, a la terminal de autobuses de Santiago de Cuba. Pretendían viajar al municipio de Granma para visitar y cuidar a la abuela de Ortega, cuya salud se ha deteriorado gravemente en las últimas semanas.
No pudieron subirse al autobús con dirección a Yara, donde un familiar les esperaba para trasladarles en automóvil hasta Granma. Ese era el plan inicial. Al final, madre e hijo lograron coger un ómnibus. Al cabo de unos kilómetros, a la altura de Dos Ríos, cerca de Palma Soriano (municipio de la provincia de Santiago), fueron obligados a bajarse por dos agentes de la policía política, que se hacían llamar, según Ortega, Alejandro y Robert. Eran las tres de la tarde y madre e hijo fueron subidos a un coche patrulla, donde les esperaban otros dos agentes.
Detención del régimen cubano
No había orden de detención o causa alguna. La única explicación que le dieron a la esposa del carismático disidente fue que querían hablar con ella. Los llevaron detenidos hacia una unidad policial cercana, donde permanecieron incomunicados alrededor de cinco horas. El pequeño Daniel José ni siquiera pudo comer. Desde la unidad fueron trasladados de vuelta a Santiago. Más precisamente a la Segunda Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria, conocida como «El palacete», donde, en palabras de Ortega, aguardaban «dos sicarios castristas llamados José y Mario».
Ortega fue entonces llevada hacia otra dependencia, donde un oficial de guardia le hizo firmar una advertencia relacionada con el nuevo delito de «afeo del ornato público»: la obligaron a prometer de que no «volvería a escribir consignas en contra de la Revolución y de sus dirigentes» en las paredes de la sede de la Unión Patriótica de Cuba, la Unpacu, el grupo disidente liderado por Ferrer. Ortega se negó.
Según el agente José, la activista no puede salir de la provincia sin pedir permiso al mayor Julio Fonseca, maltratador de mujeres en opinión de Ortega. El agente Mario, por su parte, le señaló que está «en enfrentamiento y que no le van a permitir el más mínimo movimiento», aunque sea para ver a su abuela anciana.
A las diez y cuarto de la noche, Nelva Ortega y su hijo fueron puestos en libertad y devueltos a su domicilio en el mismo coche patrulla. El castrismo cultiva el arte del detalle.