La IX Cumbre de las Américas finalizó este viernes en Los Ángeles con el recuerdo constante de Cuba, Venezuela y Nicaragua, ausentes por el veto del gobierno de Joe Biden, que buscó pasar página impulsando un gran pacto migratorio.
Las protestas contra la exclusión de los gobiernos de Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, tachados de antidemocráticos por Estados Unidos, se han sucedido en las tres deslucidas sesiones plenarias de los jefes de gobierno celebradas entre jueves y viernes.
Los grandes protagonistas fueron, en definitiva, los ausentes.
La decisión de la Administración Biden generó una corriente de rechazo en Latinoamérica que ha marcado el antes, el durante y el después de una cumbre poco vistosa y sin debates cuerpo a cuerpo en el Centro de Convenciones de Los Ángeles.
Algunos líderes directamente se borraron. Así lo hicieron los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador; de Bolivia, Luis Arce; de Honduras, Xiomara Castro.
Y varios de los que sí vinieron fueron especialmente duros con un asunto, el de los vetos, que se creía superado en 2015, cuando Cuba acudió por primera vez a una Cumbre de las Américas, en Panamá, después de seis ediciones.
La OEA está «agotada»
El presidente argentino, Alberto Fernández, fue el más enfático en sus críticas. Pidió que los anfitriones dejen de tener derecho de admisión sobre los países invitados y abogó por una restructuración de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
«El silencio de los ausentes nos interpela», dijo el jueves desde la tribuna Fernández, en calidad de presidente pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
México, representado por su canciller, Marcelo Ebrard, también se subió a ese tren y recordó a Estados Unidos este viernes que «20 países se manifestaron en contra de las exclusiones, 10 no se pronunciaron y sólo 2 estuvieron a favor» durante la cumbre.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, que se estrenaba en una Cumbre de las Américas, también fue taxativo.
«O nos salvamos juntos, o nos vamos a hundir por separado (…) No podemos conformarnos con ser clubes excluyentes de países que piensan lo mismo», afirmó el joven exlíder estudiantil.
Tras dos días de plenarias, la sensación generalizada entre los países al sur del río Bravo es que es necesario, además de sentarse a hablar con todos, reformular urgentemente los mecanismos de integración regional. Creen que el modelo actual está «agotado».
Y ahí todos los dedos señalaron a la OEA, cuyo secretario general, Luis Almagro, mantuvo una línea dura respecto a Cuba, Nicaragua y Venezuela, y al Banco Interamericano de Desarrollo, hoy presidido por el estadounidense Mauricio Claver-Carone, antiguo asesor del expresidente Donald Trump.
Mensaje de unión de Biden
Biden, por su parte, intentó en todo momento pasar página sobre los tres excluidos y lanzar un mensaje de unión, buscando reconducir la cumbre hacia problemas como la crisis migratoria, la recuperación económica pospandemia y el cambio climático.
«A pesar de algunos desacuerdos sobre la participación (en la Cumbre), en los temas sustantivos, lo que he escuchado es unidad», señaló el mandatario al término de la primera plenaria.
El líder demócrata se reunió por primera vez con el presidente brasileño, el ultraderechista Jair Bolsonaro, con el que mantiene una relación distante y frío y así lo transmitieron ambos en los diez minutos que comparecieron ante los medios de comunicación.
No hubo ni apretón de manos, ni gestos de complicidad entre ellos.
Bolsonaro, quien en octubre aspirará a la reelección, justificó ante un Biden serio y pensativo su agresiva política ambiental, que ha provocado niveles récord de deforestación en la Amazonia, sembró sospechas sobre el proceso electoral y defendió su neutralidad respecto a la guerra de Ucrania.
Pacto migratorio a medias
En medio de la polémica sobre los excluidos, uno de los acuerdos más significativos en esta IX Cumbre de las Américas fue la «Declaración de Los Ángeles sobre Migración y Protección».
Veinte países americanos firmaron este pacto impulsado por Estados Unidos, con el que espera distribuir responsabilidades en esta crisis y detener la «migración ilegal».
«La migración ilegal no es aceptable, y vamos a asegurar nuestras fronteras», advirtió Biden, muy criticado internamente por mantener en vigor una medida que deporta automáticamente a la mayoría de los indocumentados que llegan a su frontera sur.
Mientras pronunciaba sus palabras una caravana de 15.000 personas, una de las mayores de los últimos años, seguía rumbo a Estados Unidos desde el sur de México.
Sin embargo, el alcance del acuerdo puede tener un efecto limitado al no incluir a Nicaragua, Cuba y Venezuela, tres de los países más emisores de migrantes. De este último han salido ya más de seis millones de venezolanos.
Un pacto migratorio a medias para una cumbre desangelada donde sólo asomó alguna sonrisa en la tradicional foto de familia de jefes de gobierno.
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