El papa Francisco llamó este viernes desde Marsella (sureste de Francia) a socorrer a los migrantes que arriesgan su vida en el mar, unas esperadas palabras para las asociaciones que los ayudan, en pleno debate en Europa sobre la acogida de refugiados.
«Deben ser socorridas las personas que, al ser abandonadas sobre las olas, corren el riesgo de ahogarse. Es un deber de humanidad, es un deber de civilización», clamó el pontífice argentino, con el azul mar Mediterráneo y el atardecer de fondo.
A los pies de la basílica neobizantina de Nuestra Señora de la Guardia, coronada por una imponente estatua de la Virgen con el niño Jesús en brazos, depositó flores blancas y amarillas en homenaje a los desaparecidos en el mar.
«Son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas rotas y sueños destrozados (…) Frente a semejante drama no sirven las palabras, sino los hechos», subrayó poco antes ante líderes religiosos y miembros de asociaciones de ayudas a migrantes.
A estas últimas les dio las gracias por su trabajo, máxime cuando en ocasiones gobiernos en Europa les impiden zarpar para realizar los rescates, algo que calificó de «gestos de odio».
«Es muy fuerte el reconocimiento a nuestro trabajo y esperemos que [sus palabras] tengan un impacto y cese al fin la criminalización de nuestra acción», dijo a AFP Fabienne Lassalle, responsable de la ONG SOS Méditerrannée.
La ceremonia era el momento más esperado y simbólico de su visita. Junior, un joven migrante de Costa de Marfil, leyó un pasaje sobre el naufragio del apóstol San Pablo en Malta.
Ainhoa y Angy, dos niñas de 8 y 10 años residentes en Francia y de familia ecuatoriana y también portuguesa para la primera, le entregaron dos cartas al Papa, que les correspondió con dos rosarios.
«Le pedí en la carta que rece por los niños que son pobres en todo el mundo y que no tienen padres», explicó a AFP Ainhoa, que dijo sentir mucha emoción de hablar con él.
«Crueldad»
Desde Venezuela a Centroamérica y México, pasando por Estados Unidos, África y Medio Oriente, los migrantes son una prioridad para Francisco, que suele expresar el dolor por las tragedias que sufren.
Su visita llega además días después que miles de migrantes llegaran a la isla de Lampedusa, lo que obligó a la Unión Europea (UE) a adoptar un plan para ayudar a Italia a gestionar esta ruta migratoria procedente del norte de África.
Preguntado por ello en el avión papal, Francisco, cuyo primer viaje como pontífice en 2013 fue a Lampedusa y visitó también centros de migrantes en Grecia, lamentó la «crueldad» y «falta de humanidad» que se vive en el Mediterráneo.
Más de 28.000 migrantes han desaparecido en sus aguas desde 2014 al querer alcanzar Europa desde África, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Boubacar (pseudónimo), que llegó a Marsella hace 10 días, recuerda las dificultades que tuvo que atravesar antes de desembarcar en Lampedusa: «Pasamos 24 horas en el mar sin comer, sin beber, sin hacer nuestras necesidades».
«Fanatismo de la indiferencia»
Aunque delicado de salud, el jesuita de 86 años, que se desplaza en silla de ruedas, emprendió su quinto viaje de 2023 fuera de Italia y el Vaticano, tras visitar República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Hungría, Portugal y Mongolia.
En una Europa donde la acogida divide, la ultraderecha y la derecha conservadora, que advierten de una supuesta «invasión» migratoria, critican que el pontífice hable tanto de los migrantes.
Aunque durante su vuelo a Marsella confesó que no sabía si tendría la «valentía» de decir todo lo que quería decir, cargó finalmente contra los «contrabandos repugnantes» y «el fanatismo de la indiferencia», y llamó a «superar la parálisis del miedo» para «cuidar de los más débiles».
Su 44º viaje apostólico al extranjero y el primero de un Papa a Marsella desde 1533 suscita un gran interés pese al declive del catolicismo en Francia, país laico desde 1905 y donde las acusaciones de abusos sexuales en la Iglesia aceleraron la crisis.
Pero Francisco advirtió que su viaje no es una visita oficial a Francia, sino que busca clausurar un encuentro entre obispos y jóvenes del Mediterráneo, con las desigualdades, el diálogo interreligioso o el cambio climático en la agenda.
Se esperan miles de fieles en las calles de esta ciudad cosmopolita, donde vive un gran abanico de comunidades y religiones, especialmente el sábado, cuando está prevista una misa ante casi 60.000 personas en el estadio Velódromo.
Jorge Bergoglio recorrerá primero la gran avenida del Prado en su papamóvil para que la multitud pueda saludarlo, antes de la ceremonia en el estadio a la que asistirá el presidente francés, Emmanuel Macron, cuya presencia ha sido criticada.