El papa Francisco afirmó que nunca se podrá aceptar que los migrantes mueran en el mar sin recibir ayuda y que aunque la acogida y la integración no son procesos fáciles, es impensable afrontarlo construyendo muros.
Así lo afirmó el pontífice al recibir este jueves a una delegación del proyecto europeo «Snapshots from the borders», cofinanciado por la Unión Europea, que llegó acompañada por Totó Martello, alcalde de Lampedusa, la pequeña isla italiana considerada la puerta de Europa para los migrantes que zarpan desde el norte de África y que ha vivido estos días una incesante llegada de barcazas.
El Papa les dijo que nadie puede permanecer indiferente ante las tragedias humanas que continúan en diferentes regiones del mundo y citó la zona del Mediterráneo, que atraviesan quienes huyen de la guerra o dejan su tierra en busca de una vida digna.
Sobre el complejo y a veces dramático escenario migratorio actual, Francisco consideró que una acogida y una digna integración son etapas de un proceso no fácil, pero es impensable afrontarlo construyendo muros.
Al respecto criticó: «La comunidad internacional se ha limitado a intervenciones militares, mientras debería construir instituciones que garanticen la igualdad de oportunidades y lugares donde los ciudadanos tengan la oportunidad de hacerse cargo del bien común».
Y agregó: «Al mismo tiempo, nunca podremos aceptar que quienes buscan la esperanza en el mar mueran sin recibir ayuda».
En estos momentos, el petrolero danés Etienne se encuentra desde hace 37 días frente a las costas de Malta con los 27 migrantes que rescató esperando una solución.
Mientras, el barco de la ONG española Open Arms, con 83 migrantes a bordo, también aguarda en el Mediterráneo central tras su rescate del pasado martes.
Para el Papa, también es fundamental cambiar la forma en que se ven y se habla sobre la migración: «Se trata de poner personas, rostros e historias en el centro» y aplaudió proyectos como este que «buscan proponer diferentes enfoques, inspirados en la cultura del encuentro».
También exhortó a los habitantes de las ciudades y territorios fronterizos a ser los primeros actores en este punto de inflexión, gracias a las continuas oportunidades de encuentro que les ofrece la historia.
«Las fronteras, que siempre se han considerado como barreras divisorias, pueden convertirse en cambio en «ventanas», espacios de conocimiento mutuo, enriquecimiento mutuo, comunión en la diversidad; lugares donde se prueban modelos para superar las dificultades que los recién llegados suponen para las comunidades autóctonas.
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