MUNDO

El mundo, de la normalidad a la catástrofe en tres meses a causa del coronavirus

por Avatar AFP

En los tres meses pasados desde que se detectó un nuevo coronavirus en China, el planeta se sumió en un guión de película de catástrofes, sin olvidar el hospital de campaña en Central Park ni la morgue en una pista de patinaje sobre hielo en Madrid.

Desde la reina Isabel II, que invoca en un mensaje solemne el espíritu de los británicos para resistir la invasión nazi, a las autoridades estadounidenses que hablan de un nuevo Pearl Harbor, los recuerdos de las horas más sombrías de la historia reciente han resurgido con esta guerra de un nuevo tipo en la que médicos y enfermeros son enviados al frente de batalla.

El 8 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud consideró que algunos casos de neumonía detectados en la ciudad de Wuhan, en el centro de China, podrían deberse a un nuevo coronavirus.

La enfermedad que, se dijo entonces, puede conllevar graves dificultades respiratorias, contaminó a 59 personas en diciembre, incluyendo a varios empleados de un mercado mayorista donde se vendían animales vivos destinados a la alimentación.

Recuerdo del SRAS

La enfermedad tenía semejanzas con el SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo), otro coronavirus que golpeó duramente China continental y Hong Kong en 2002-2003 y que dejó 800 muertos en una treintena de países.

El 11 de enero se anuncia el primer deceso en China. La epidemia se expande y cruza las fronteras. En Europa, Francia es la primera afectada, a finales de enero. Los primeros casos serán los de personas originarias de China o que habían estado allí recientemente.

En ese momento se presenta al virus como una variante de gripe, peligrosa sobre todo para las personas ancianas o con problemas de salud.

Hubei, aislada del mundo

Para frenar la propagación, China aplica un método radical de confinamiento: Wuhan y, a partir del 25 de enero toda su provincia, Hubei, quedan aisladas del mundo. Allí viven 56 millones de personas.

El mundo empieza a repatriar desde China a sus ciudadanos, a quienes coloca en cuarentena a su llegada.

A finales de enero, con casi 6.000 casos reconocidos, la epidemia supera al SRAS en número de infecciones. La OMS declara la emergencia internacional pero considera innecesario limitar los viajes.

Turistas bloqueados

Pero las compañías aéreas reducen sus conexiones con China y muchos grupos extranjeros suspenden sus actividades en el gigante asiático. Es el inicio de una espiral infernal para el sector del turismo mundial, del que dependen más de 300 millones de empleados, 10% del PIB del planeta.

Miles de turistas quedan bloqueados en barcos de crucero por la aparición de contagios a bordo, como ocurre desde el 5 de febrero, con más de 3.700 personas en cuarentena en un paquebote frente a Tokio, en el que se acabaran declarando más de 700 infectados.

El pangolín, principal sospechoso

A principios de febrero, científicos chinos señalan que el pangolín, un pequeño mamífero escamado en peligro de extinción, podría haber transmitido el nuevo coronavirus de un murciélago a los humanos.

La muerte en Wuhan de un oftalmólogo de 34 años, Li Wenliang, víctima de la epidemia, desata una protesta en las redes sociales contra las autoridades. El médico y otras siete personas habían sido acusados de propagar rumores cuando intentaron alertar sobre el brote viral a finales de diciembre.

Estados Unidos empieza criticar la «falta de transparencia» de Pekín, pero la OMS defiende la gestión del gobierno chino.

El nuevo coronavirus sigue plagado de incógnitas, pero la enfermedad que provoca recibe un nombre: covid-19.

Consecuencias económicas

Francia anuncia el primer deceso fuera de Asia, el 15 de febrero, y el mundo empieza a temer las repercusiones económicas.

Se multiplican las anulaciones de grandes citas internacionales, como congresos, ferias o competiciones deportivas.

El punto culminante llegará el 24 de marzo cuando el Comité Olímpico Internacional decide aplazar a 2021 los Juegos Olímpicos que debían realizarse en Tokio, una medida que solo registra antecedentes en ambas guerras mundiales.

A finales de febrero, la aceleración de los contagios se hace notar sobre todo en Italia, Corea del Sur e Irán. Por su parte, las autoridades chinas consideran que la epidemia ha alcanzado un pico en su territorio.

Movilización global

El 6 de marzo, se supera el umbral de los 100.000 casos registrados en el mundo.

Italia, duramente afectada, es el primer país después de China que toma medidas drásticas de confinamiento de su población.

Trabajadores sanitarios italianos dejan al mundo estupefacto al relatar que ante la enorme llegada de enfermos a los hospitales se tienen que aplicar políticas de medicina en zonas de guerra y elegir a quienes se salva la vida.

El 11 de marzo, la OMS califica la COVID-19 de pandemia.

Estados Unidos empieza a cerrar sus fronteras a los extranjeros procedentes de Europa.

Los mercados mundiales registran caídas históricas, pese a que gobiernos y bancos centrales anuncian medidas masivas de apoyo a la economía.

Por todo el mundo, los ciudadanos desvalijan supermercados, haciendo acopio de reservas, provocando incluso enfrentamientos por un paquete de pasta o de papel higiénico.

AFP

La mitad de la humanidad confinada

La OMS declara a Europa nuevo epicentro de la pandemia, y España, Francia y el Reino Unido ordenan el confinamiento de su población en marzo.

En todos los continentes se aprueban medidas similares, mientras que el número de víctimas sigue aumentando. Al 7 de abril, unas 4.000 millones de personas, más de la mitad de la población mundial, están obligada o alentadas a quedarse en casa.

Por todo el planeta se imponen toques de queda o se decreta el estado de emergencia, lo que despierta preocupación por el respeto del Estado de derecho.

Los aviones en tierra, las escuelas y universidades cerradas y el teletrabajo se convierten en norma general.

En Madrid, se habilita una morgue en una pista de patinaje sobre hielo y en Nueva York construyen un hospital de campaña en Central Park.

En los barrios más pobres alrededor del mundo resulta difícil cumplir con las restricciones de movimiento y en algunos países la policía recurre a la violencia para dispersar las concentraciones.

Escasez y polémicas

Hay escasez de mascarillas y equipos de protección, por lo que los Estados acaban compitiendo despiadadamente para comprarlos.

A esto se añade el miedo a la saturación de los servicios de cuidados intensivos y a la falta medicinas o personal médico.

Mientras que la mayoría de países solo realiza el test de diagnóstico del coronavirus a los enfermos graves, Corea del Sur, Alemania y Singapur optan por realizar exámenes a gran escala y evitar, de ese modo, medidas de confinamiento.

Corea del Sur se sirve incluso de un rastreo tecnológico de los casos positivos.

A la espera de una hipotética vacuna, que podría demorar un año, se experimenta con un derivado de la cloroquina, un tratamiento antimalaria con efectos secundarios, opción debatida y criticada por la falta de estudios en profundidad.

Víctimas anónimas y famosos

Aunque la gran mayoría de casos de covid-19 sean benignos, la enfermedad puede comportar un importante daño para los pulmones, incluso entre los jóvenes.

Al principio se creyó que la enfermedad no afectaba gravemente a niños, pero eso quedó en entredicho luego de la muerte de un puñado de adolescentes en Francia, Bélgica y el Reino Unido, además del fallecimiento de dos bebés en Estados Unidos.

También se contagiaron famosos como el primer ministro británico, Boris Johnson -en cuidados intensivos actualmente-, el príncipe Carlos, heredero de la corona, o el actor estadounidense Tom Hanks, ya curado.

La pandemia se ensaña con el jazz y se cobra la vida del pianista estadounidense Ellis Marsalis, patriarca de una familia de músicos de ese estilo, y de la leyenda camerunesa del afro-jazz Manu Dibango.

La peor crisis desde 1945

A fines de marzo la ONU califica la pandemia como la peor crisis de la humanidad desde 1945, una combinación de una «enfermedad amenazadora» y del espectro de una «recesión sin precedentes».

El G7 y la grandes potencias prometen miles de millones de dólares para impulsar la economía mundial, mientras que el número de solicitudes del seguro por desempleo alcanza niveles nunca vistos en Estados Unidos.

Hubei y su capital, Wuhan, empiezan a salir del aislamiento, mientras en Italia ya se han contabilizado más de 10.000 muertos a finales de marzo, una barrera que España cruzaría días después.

Estados Unidos, cuyo presidente, Donald Trump, restó importancia a la amenaza durante mucho tiempo, es el país más afectado en número de casos (casi una cuarta parte del total mundial). En marzo, más de 700.000 estadounidenses perdieron su empleo.

A principios de abril, hay cerca de 1,3 millones de contagios y más de 70.000 muertos en todo el mundo.

Ahora empiezan a surgir las preguntas sobre el posconfinamiento. ¿Existe un riesgo de una segunda ola de infecciones? ¿Tardaron los gobiernos en reaccionar? ¿Minimizó China su balance de 3.300 muertos? ¿Cuál será el impacto económico? ¿Qué consecuencias tendrá la pandemia para las democracias y la cooperación internacional?