Cerca del Paso Sico, una remota frontera entre Chile y Argentina y entre las conocidas zonas de la Quebrada de Humahuaca y el Salar de Atacama, los turistas que visitan esos grandiosos paisajes ven un cerro anodino de 5.400 m reflejándose en la Laguna Tuyaito. Se trata del Cerro de El Laco, uno de los lugares geológicamente hablando más controvertidos e intrigantes de la Tierra.
Rocas hechas de magnetita
A finales de los años 1950 del siglo pasado, Charles Park, profesor de yacimientos minerales de la Universidad de Stanford, describió unas coladas volcánicas formadas por magnetita en un lugar remoto de los Andes. Este descubrimiento apoyaba la teoría, ya planteada por el geólogo sueco Geiger en 1910, de que rocas similares y mucho más antiguas que se explotaban en la mina de Kiruna, en Laponia, estaban formadas por la cristalización de un magma desconocido, rico en hierro.
La magnetita es una fuente importante de hierro y un mineral que raramente se encuentra en cantidades tan elevadas como en Kiruna o El Laco. Una fábula de Plinio el Viejo atribuye el nombre de la magnetita al de un pastor de nombre Magnes que descubrió este mineral en el monte Ida, observando que se adhería a los clavos de su calzado.
El Laco es un volcán reciente, formado hace “solo” unos 2-3 millones de años, lo que significa que podemos estudiar en sus laderas unas rocas que están casi intactas.
La rareza del volcán
Alrededor de este volcán clásico de los Andes hay unas coladas muy similares a las de cualquier volcán, pero algo más oscuras y con formas de erosión caprichosas. En detalle, estas coladas tienen todas las estructuras que podemos esperar en un volcán. Son coladas de lava que han descendido por la ladera, rocas piroclásticas o bombas volcánicas.
Parecen rocas convencionales, pero no lo son: están formadas por magnetita. Es difícil percatarse de esto hasta oír el sonido metálico al impactar un martillo o acercar un imán. Con la lupa podemos también observar que la magnetita es masiva, solo tiene unas pequeñas inclusiones de fluorapatito, mineral rico en fósforo y flúor, y diopsido.
Una lava inusual en la Tierra
La formación de estas rocas ha suscitado un debate científico enconado. Aun hoy, más de 60 años después del descubrimiento, no hay una teoría unánimemente aceptada sobre su origen.
Las hipótesis sobre cómo se han podido formar unas rocas tan únicas son de lo más variado. Incluyen, junto con la hipótesis magmática, modelos que sugieren que la magnetita se formó por aguas de los salares que fueron calentadas por la actividad magmática y extrajeron el hierro de las rocas volcánicas para depositarlo en la superficie. O que el hierro fue transportado por agua caliente que procedía de las raíces del volcán.
Sin embargo, en los últimos años hay más evidencias geológicas y geoquímicas de que la magnetita sea una lava inusual.
El mayor problema es que nadie ha visto esas lavas en la Tierra, aunque hay investigadores que hipotetizan que son frecuentes en Marte y otros planetas. Un problema similar pasó con unas rocas muy distintas, las carbonatitas, que también son extrañas lavas compuestas por carbonatos. Hasta que no se descubrió la lava carbonatítica emergiendo del volcán Oldoinyo Lengai (Tanzania) no se cerró la polémica.
Si El Laco tiene coladas volcánicas de magnetita, surgen dos grandes preguntas que resolver. La primera es que la magnetita funde a unos 1.590°C, una temperatura que no se registra en la corteza terrestre. Además, la temperatura máxima de los magmas que llegan a su superficie no excede los 1300°C.
¿Cómo se puede fundir magnetita?
Los expertos en altos hornos saben que, si añadimos unos elementos como el fósforo o el flúor al hierro, la temperatura de fusión baja enormemente, casi hasta los 700°, una temperatura ya mucho más normal en volcanes.
Pero ¿de dónde vienen esos componentes relativamente poco habituales?
Debajo de El Laco hay evidencia geológica de que existen grandes capas de sal depositadas en un medio marino hace entre 40 y 90 millones de años. Esta relación con la sal se repite en los pocos lugares del mundo donde hay depósitos de magnetita similares.
Una posible explicación es que los magmas de composición más corriente (andesitas) al ascender a través de la corteza terrestre, y ya cerca de su superficie, incorporaron la sal y los fundentes que, junto con la andesita, facilitaron la formación de estos magmas tan ricos en hierro.
Restos de estas rocas se han encontrado como fragmentos arrojados por el volcán o en forma de pequeñas inclusiones dentro de la propia magnetita. Los trazadores geoquímicos también muestran que la magnetita no está químicamente relacionada con las rocas volcánicas encajantes. La composición química de las rocas ricas en magnetita traza la reacción de esos magmas profundos con las rocas que están encima.
Esta inusual relación entre magmas de origen profundo y capas salinas podría explicar la rareza de estos volcanes.
Nadie ha visto estas lavas ni tampoco hemos visto qué es lo que sucede en las raíces de estos volcanes. Los humanos hemos llegado tarde a la contemplación de un fenómeno que, si ocurrió, debió ser de los más espectaculares de la naturaleza, con coladas de hierro fundido bajando a velocidad inusitada por las laderas del volcán y acompañadas de grandes columnas piroclásticas.
Fernando Tornos Arroyo, Investigador, Instituto de Geociencias (IGEO – CSIC – UCM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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