El líder del Grupo Wagner se enfrenta al reto de demostrar que puede asumir la vanguardia de las operaciones rusas en Ucrania tras lograr el despido del coronel general Alexander Lapin.
El oligarca Yevgeniy Prigozhin, conocido como el «chef de Putin» –por la empresa de catering con la que hizo su fortuna–, amigo personal del presidente ruso y fundador del grupo de mercenarios, criticó públicamente el desempeño de Lapin como comandante del Distrito Militar Central por los fracasos de las tropas rusas en Ucrania.
Prigozhin se sirvió de su cada vez mayor poder dentro del Kremlin para defenestrar al coronel general Lapin y sustituirlo por otro militar más dócil a las ambiciones del Grupo Wagner, el general Andrey Mordvichev.
Los muchos reveses de las tropas rusas en Ucrania, sus dificultades para recuperar el poder ofensivo y el caos de la movilización parcial decretada por Putin ha sido el caldo de cultivo idóneo para que el Grupo Wagner le coma el terreno al Ejército regular ruso y, poco a poco, asuma sus funciones.
En ese contexto, Yevgeniy Prigozhin se ha convertido en un hombre muy poderoso e influyente.
Sus mercenarios han desplazado a los soldados rusos en varios puntos del campo de batalla ucraniano, principalmente en el frente oriental.
En Donetsk siguen ganando terreno, no tanto como le gustaría a Prigozhin, pero siguen ganando terreno.
En Lugansk están fortificando una nueva línea de defensa conocida como «línea Wagner» cuyo amo y señor es el mismo Yevgeniy Prigozhin.
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Sin embargo, no todo es un camino de rosas en la estelar carrera de Yevgeniy Prigozhin hacia el control de las operaciones militares rusas en la guerra.
Según informa el Institute for the Study of War, Yevgeniy Prigozhin está recibiendo fuertes críticas por las estructuras militares paralelas que ha construido y que, en gran medida, escapan al control del Kremlin.
En los sectores de la propaganda rusa más ultranacionalistas, no terminan de ver con buenos ojos la creciente influencia del oligarca y critican que se esté purgando a militares profesionales con gran experiencia y sustituyéndolos por «pastores y cocineros», en referencia al líder checheno Ramzan Kadirov y al mismo Prigozhin, ambos cada vez más poderosos en la corte de Putin.
Por lo tanto, la presión sobre Prigozhin es máxima. Con la destitución de Lapin ha logrado su objetivo y ha dejado el terreno libre hacia su control casi absoluto de las acciones militares rusas en Ucrania.
Sin embargo, la espada de Damocles que antes pendía sobre la cabeza de Lapin ahora se tambalea sobre la suya.
Si quiere evitar caer en desgracia, deberá demostrar con hechos que el Grupo Wagner es capaz de llevar a Rusia hacia la victoria que el Ejército regular ruso no ha sido capaz de alcanzar.
Un reto que, al menos en los próximos meses, se ve complicado de alcanzar en un momento en que las tropas ucranianas siguen manteniendo la iniciativa ofensiva y que se preparan para atestar un duro golpe a Moscú con la reconquista de la ciudad de Jersón, que se podría producir antes de final de año.