Los restos mortales de Benedicto XVI fueron introducidos la tarde del miércoles, después del cierre de la capilla ardiente, en el féretro de madera de ciprés, el primero de los tres en los que será enterrado, en una ceremonia que tuvo lugar en el interior de la basílica de San Pedro y quedará así todo preparado para la misa funeral que oficiará mañana el papa Francisco.
Después de los tres días en los que cerca 200.000 personas acudieron a la basílica de San Pedro para dar un último adiós al papa emérito, fallecido el 31 diciembre a los 95 años, fue, como dicta la tradición, introducido en un féretro de ciprés forrado de terciopelo rojo y en una ceremonia se leyó el «rógito», un pergamino en el que está escrita la vida y obras más importantes de Benedicto XVI y que fue después introducido en el féretro.
Posteriormente, cubrieron con un velo de seda blanco el rostro del papa y también se introdujeron en el féretro las medallas acuñadas durante el pontificado, así como los palios, el ornamento que se lleva sobre los hombros, de cuando fue obispo de Múnich y de Roma. El mismo procedimiento destinado a un papa «reinante».
Al rito de cierre del ataúd asistieron el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re; el arcipreste de la basílica de San Pedro, Mauro Gambetti; el vicario para la diócesis de Roma, Angelo de Donatis, y el presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el cardenal español Fernando Vergéz.
También presenció este acto la que ha sido su familia durante los casi 10 años que vivió en el monasterio Mater Ecclessiae, en los jardines vaticanos, tras su renuncia: su secretario personal, el arzobispo George Ganswein y las cuatro mujeres de instituto Memores Domini que se han encargado de él durante este tiempo.
Sepultura de Benedicto XVI
Tras el cierre del ataúd, éste quedará en el interior de la basílica hasta mañana cuando será llevado hasta la plaza de San Pedro para la misa funeral que será presidida por Francisco y concelebrada por el decano de los cardenales, debido a los problemas de movilidad del pontífice argentino.
Sólo después del funeral, el féretro volverá al interior de la basílica para su sepultura en las grutas vaticanas, donde se encuentran enterrados los papas.
El féretro será precintado con cintas rojas, en las que se pondrán los sellos de la Cámara Apostólica, de la Prefectura de la Casa Pontificia, de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del papa y del Capítulo Vaticano.
La caja de ciprés será encajada en otra de plomo de cuatro milímetros de espesor y ésta en otra de madera de olmo barnizada.
Sobre esta última colocarán un sencillo crucifijo y el escudo del pontífice difunto y una lápida, en la que está escrito en latín el nombre del papa y cuándo nació y murió, cubrirá la tumba que será la misma de Juan Pablo II hasta 2011 cuando fue trasladado a una capilla de san Pedro tras su beatificación, según el expreso deseo de Joseph Ratzinger.
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