Si hay un tema en las elecciones de medio mandato del próximo martes en Estados Unidos sobre el que los estadounidenses votarán con un nudo en la garganta es el aborto, un asunto que aparece en la papeleta de cinco estados, con el que los demócratas aspiran a movilizar a su electorado.
El próximo día 8 no solo se vota por el Congreso federal, sino por multitud de cargos estatales y una serie de referendos sobre una variedad de cuestiones, entre ellas el aborto. En este caso, los estados de California, Michigan y Vermont buscan blindar su acceso, mientras que Kentucky y Montana quieren limitarlo más.
En Kentucky, donde el aborto de hecho ya está prohibido salvo en contadas excepciones como cuando está en peligro la madre, los republicanos buscan modificar la Constitución estatal con la propuesta de enmienda 2, que afirma de forma explícita que de la carta magna no emana ningún derecho al aborto.
Básicamente lo que se pide a los electores es renunciar a un derecho. Esto para cerrar la puerta a cualquier pleito sobre la ley en vigor en Kentucky, que ya lo veta de facto.
Aborto en Estados Unidos
Aun así, «lo que puedo decirle es que la mayor parte de la gente en Kentucky siente que debería haber excepciones médicas, la mayoría cree en excepciones en casos de violación o incesto», afirma a EFE Kaitlyn Soligan, directora de Comunicación de Protect Kentucky Access, una coalición no partidista que aboga por rechazar la Enmienda 2.
Soligan y su compañera, Flavia García, cubana residente en Louisville, están inmersas en la campaña para convencer a los votantes para que opten por el «no». La tarea no es fácil, esto es el sur de Estados Unidos, el llamado cinturón de la Biblia, donde el mapa se tiñe de rojo republicano en las elecciones, pese a que Louisville pone el punto azul demócrata a la cartografía.
Su motivación va más allá de los eslóganes políticos. Ambas han tenido abortos, Soligan en 2021 y García en 2019. «Es una experiencia que te criminaliza, sientes que has hecho algo equivocado, Kentucky siempre ha tenido eso, te hacen sentir que has hecho algo mal por elegir sobre tu cuerpo y tu futuro», lamenta la joven cubana.
A su lado, Soligan asiente y destaca que con la prohibición del aborto por primera vez se está hablando abiertamente sobre este asunto. Ella tuvo que interrumpir su embarazo hace un año por recomendación médica al descubrir que su bebé no iba a sobrevivir.
Algunos estigmas
Y es que en Estados Unidos existe el tabú de llamar a las cosas por su nombre en lo que respecta al aborto, como le ha pasado al presidente Joe Biden, quien tardó meses en usar esa palabra pese a la inminencia del fallo del Tribunal Supremo de finales de julio que eliminó la protección federal a ese derecho.
«Dejemos de maquillar las cosas», pide cansada una vecina del Distrito 33 de Kentucky en una improvisada conversación en la calle con los voluntarios de Planned Parenthood. La organización tiene la mayor red de clínicas de servicios reproductivos de Estados Unidos. En su labor desarrollan una campaña puerta a puerta para promover el «no», dentro de la coalición Protect Kentucky Access.
De la misma opinión es Tamarra Wieder, directora estatal en Kentucky de Planned Parenthood, quien recuerda a EFE que los demócratas en el estado jamás mencionaban antes la palabra «aborto» pero que ahora hablan de ello y sin estigmatizar, porque al principio el debate se centraba en las excepciones por incesto y violación, y actualmente aluden a él como «atención sanitaria» en general.
La activista habla desde la clínica que Planned Parenthood tiene en Louisville, una de las dos existentes en el estado, que sigue abierta para ofrecer servicios sanitarios, aunque no practica abortos desde agosto. Actualmente, las mujeres que desean interrumpir su embarazo deben ir a otros estados, como Illinois.
La propaganda electoral en contra de la enmienda puede verse fuera de los lugares de votación de la ciudad. En el Centro de Kentucky para el Legado Afroamericano, la totalidad de electores consultados por EFE en la primera jornada de voto anticipado, el pasado jueves, aseguraron haber rechazado la iniciativa republicana.
Sin embargo, en los suburbios de Louisville, las respuestas cambian.
En las inmediaciones del centro de voto instalado en el palacio de conferencias de Paroquet Springs, en Shepherdsville, a unos 30 kilómetros, no hay un solo cartel en contra de la enmienda 2, todos abogan por el «sí».
Testimonios
Mary Bethan, de 51 años, votó a favor, pero tiene «sentimientos encontrados», reconoce a EFE. Votó «sí» porque cree que el aborto no debe financiarse con dinero público y debería haber más limitaciones.
Después, se atreve a contar su propia vivencia: tiene una hija de 13 años con Síndrome de Down que quedó embarazada el año pasado y que, pese a las recomendaciones del médico para que abortara, finalmente tuvo al bebé. «Es algo entre ella y Dios», indica.
Pese a que la religión está en boca de la mayoría de los electores con los que EFE conversa en ese centro, los activistas a favor del derecho al aborto se muestran confiados en que Kentucky seguirá los pasos de Kansas en agosto pasado, que en un referéndum similar rechazó imponer más restricciones.
Como subraya el reverendo Wayne Gnatuk, implicado en la campaña del «no», «se ha ido demasiado lejos».
«Uno de los grandes malentendidos en este país es que se piensa que toda la gente religiosa se opone al aborto y no es cierto. Solo un tercio se opone profundamente, pero tienden a ser católicos romanos o protestantes evangélicos. Muchas otras personas de fe en Estados Unidos piensan que el aborto es aceptable, al menos en algunas situaciones». Así lo indica este religioso presbiteriano.