Estados Unidos y los talibanes iniciarán el sábado su primer diálogo presencial desde la retirada de Afganistán, donde un atentado suicida reivindicado por el grupo Estado Islámico causó al menos 55 muertos en una mezquita de Kunduz (noreste).
Una delegación estadounidense se reunirá con representantes del movimiento islamista el sábado y el domingo en Doha, la capital de Qatar, indicó un portavoz del Departamento de Estado.
La administración norteamericana ha mantenido contacto con los nuevos dirigentes de Afganistán desde la toma de Kabul en agosto, pero este será el primer encuentro presencial.
«Presionaremos a los talibanes para que respeten los derechos de todos los afganos, incluidas las mujeres y las niñas, y para que formen un gobierno inclusivo con un amplio apoyo», informó el portavoz.
Esta reunión no implica en ningún caso un reconocimiento del régimen talibán, añadió el vocero. «Cualquier legitimidad debe ganarse a través de las propias acciones de los talibanes», advirtió.
Atentado durante la oración
Este movimiento se anunció horas después de un mortífero atentado perpetrado durante la oración de mediodía en una mezquita chiita de Kunduz, que causó al menos 55 víctimas.
El grupo EI, que también llevó a cabo un atentado contra otra mezquita de Kabul el pasado domingo en el que murieron cinco personas, reivindicó el ataque en uno de sus canales de Telegram.
Según la organización yihadista, el autor se apodaba Mohammed el uigur, dando a entender que formaba parte de la minoría musulmana china, algunos de cuyos miembros se unieron al EI.
Según informaciones «preliminares», la explosión fue obra de un kamikaze, indicó a la AFP Matiullah Rohani, un responsable regional de los talibanes, a cargo de Cultura e Información.
Este es el ataque más mortífero que golpea Afganistán desde la retirada de las tropas estadounidenses y extranjeros el 30 de agosto.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, condenó «en los términos más enérgicos» el ataque, «el tercero contra un edificio religioso en menos de una semana».
En el hospital central de Kunduz, un médico que no quiso divulgar su identidad explicó que habían recibido «35 cadáveres y más de 50 heridos».
La clínica local de Médicos Sin Fronteras anunció que se había hecho cargo de otros 20 fallecidos y 90 heridos.
Un testigo que estaba en la mezquita y que solo dijo su nombre, Rahmatullah, declaró: «Había 300 o 400 personas dentro, no quedaba ningún sitio. Estábamos en el vestíbulo de la entrada cuando, de repente, ocurrió la explosión».
El estallido se produjo durante la oración de mediodía, la más concurrida de los viernes, día de descanso musulmán, y los testigos describieron escenas atroces.
«Vi al menos 40 cadáveres», dijo un comerciante local, Zalmai Alokzai, que se dirigió inmediatamente al hospital para donar sangre para las víctimas. «Las ambulancias iban y venían para transportar los cadáveres», explicó.
En declaraciones a periodistas locales, Dost Muhammad, jefe de los servicios de seguridad de los talibanes en Kunduz, afirmó que «quienes cometieron este acto quieren sembrar discordia entre sunitas y chiitas».
«Les aseguramos a nuestros hermanos chiitas que garantizaremos su seguridad y que estos ataques no se reproducirán», añadió.
Archienemigos
Desde que los talibanes tomaron el poder de Afganistán, a mediados de agosto, la rama local del EI, el EI-K (Estado Islámico del Khorasan), ha multiplicado sus ataques.
Ha apuntado en varias ocasiones contra combatientes talibanes en la provincia de Nangharar (este), donde el grupo yihadista ha estado muy presente desde su creación, en 2015.
Para los talibanes, que controlan el conjunto de Afganistán, la principal amenaza viene del EI-K, que contaría con entre 500 y varios millares de combatientes en territorio afgano, según Naciones Unidas.
Pese a ser sunitas radicales, el EI y los talibanes son enemigos jurados.
El EI-K está detrás de algunos de los ataques más sangrientos de los últimos años en Afganistán y Pakistán, incluido el cometido en el aeropuerto de Kabul el 26 de agosto que causó más de cien muertos, incluyendo 13 soldados estadounidenses.
Una profesora de Kunduz explicó a la AFP que la explosión tuvo lugar cerca de su domicilio.
«Era aterrador. Algunos vecinos murieron o están heridos», declaró. «Un vecino de 16 años falleció, solo pudimos encontrar la mitad de su cuerpo».
El EI-K toma por blanco a los musulmanes que considera herejes, como los chiitas de la etnia hazara, que representa entre 10 y 20% de la población afgana (unos 40 millones de habitantes).
«El principal mensaje de los talibanes a la población desde el 15 de agosto es que han restaurado la seguridad poniendo fin a la guerra. Sin embargo, un atentado como este en Kunduz, pone esto en duda en gran medida», señaló Michael Kugelman, experto en el sureste asiático en el gabinete Woodrow Wilson International Center for Scholars.