Un año de aprendizajes profundos que deberán usarse para crear una nueva estrategia que permita enfrentar ya no solo la emergencia, sino la reinserción en la vida económica y social de millones de venezolanos que se han visto obligados a salir de su país, es el principal desafío del diplomático guatemalteco Eduardo Stein Barinas, representante especial conjunto para los refugiados y migrantes venezolanos en la región.
Stein Barinas, quien fue ministro de Relaciones Exteriores de su país entre 1996 y el 2000, y vicepresidente entre 2004 y 2008, es quien desde septiembre del año pasado tiene la responsabilidad de liderar a nombre de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) la búsqueda de apoyo humanitario para la población migrante venezolana en Latinoamérica.
El funcionario reconoce que la tarea no ha sido nada fácil. Los países, cada vez más reacios a recibir a los venezolanos, han impuesto controles que si bien lograron bajar las cifras de migración legal, dispararon la ilegalidad y la cooptación de estas personas por parte de grupos de narcotraficantes y mafiosos. Esto se suma, además, a las crecientes y preocupantes manifestaciones de xenofobia en algunos países, como Perú y Ecuador.
Por ello, en diálogo con El Tiempo, Stein Barinas hizo un llamado a alejar el tema de la migración del polarizado debate electoral que impera en el continente. Además, anunció un nuevo plan para obtener ayudas por más de 1.500 millones de dólares a fin de atender lo que llama “la segunda etapa de la migración”, que consiste en apoyar a quienes han decidido quedarse fuera de su país y requieren oportunidades económicas y de empleo en las ciudades que los acogen.
– Tras un año en este cargo, ¿cuáles han sido los principales aprendizajes?
– Que hay dos momentos en esta migración. El primero, de emergencia, en el que se atendieron las urgencias de las personas tan pronto cruzaron. Pero ahora estamos en una segunda etapa, más compleja, que es la de la inserción socio-laboral.
América Latina reaccionó con generosidad a esta migración porque los primeros grandes movimientos, en 2014 y 2015, fueron de gente profesional, con recursos propios, que se reasentaron fácilmente en los países de acogida. A partir de ahí, el perfil cambió y las decenas de miles que salieron en los tres años sucesivos fueron gente en condiciones mucho más precarias. De forma que este segundo capítulo de la inserción se volvió más problemático para los países receptores, y sobre todo para Colombia, que es el más directamente afectado.
– Y la respuesta de los Estados se ha visto superada…
– Los presupuestos empezaron a agotarse y las estructuras institucionales se vieron superadas. Por ello, esta segunda fase de la inserción socioeconómica se ha visto bastante tropezada e incluso ha dado lugar a expresiones xeonofóbicas en las ciudades de acogida. No somos países con los niveles de producto interno bruto (PIB) o renta media de los europeos. Tenemos territorios de pobreza local, y esa población choca, naturalmente, con los recién llegados y les incomoda que reciban más atención.
– ¿Por eso muchos países han optado por restringir la migración?
– En el último mes han bajado las cifras de migración legal debido a los requisitos de contención que Perú, Ecuador y Chile han impuesto. Pero esto ha creado un cuello de botella en Colombia. Hasta hace poco, de 5.000 que entraban a diario, 2.500 seguían a otros países, pero ahora se quedan y eso puede suponer una carga considerable para Colombia.
Pero, además, uno de los impactos de las medidas restrictivas de estos países, cuyo derecho soberano es incuestionable, ha traído nuevas consecuencias: la población sigue intentando cruzar, pero por trochas y lugares ilegales, cayendo en las manos de traficantes, coyotes y delincuentes. Y los niños y mujeres son expuestos a abusos y vejámenes, y sin la protección que un ingreso regular les puede dar.
– Y el fenómeno está muy lejos de detenerse…
– Mientras no haya una solución política estable y duradera en Venezuela, el flujo va a continuar.
Pero, además, hay que invertir en las comunidades de acogida para erradicar el desempleo. Mientras el desempleo no desaparezca habrá motivos de molestia para la gente, para los locales con necesidades.
– ¿Qué solución, entonces, se puede plantear?
- Este panorama nos ha permitido aclimatar una nueva solicitud de apoyo internacional que probablemente llegará a cerca de 1.500 millones de dólares. La idea es que estos recursos nos ayuden a desarrollar y afianzar capacidades en el ámbito local, municipal, y no tanto nacional, para generar condiciones de vida, empleo y bienestar en las comunidades de acogida. Si no, la gente pobre de esos territorios va a resentir y chocar con los recién llegados.
– ¿Cuándo esperan socializar este nuevo plan?
– Será una solicitud abierta a nivel internacional que esperamos tener lista para la ‘Conferencia de solidaridad con los refugiados y migrantes venezolanos’, que se celebrará del 28 al 29 de octubre en Bruselas (Bélgica). Allá estarán representantes de la Unión Europea y de la banca multilateral, así como los donantes tradicionales.
El objetivo de esta solicitud será dejar capacidades instaladas en equipos nacionales y locales. La clave de la reinserción es que se haga en los lugares donde se encuentran la población migrante con las personas locales, y eso es en el nivel municipal. Es en las municipalidades donde debe ocurrir la transformación.
– ¿Qué se puede hacer desde su cargo para evitar los brotes de rechazo y xenofobia?
- Desde Acnur y OIM hemos promovido campañas antixenofóbicas en varios de los países de acogida. Pero el problema es cuando fuerzas de oposición política, ante los procesos electorales próximos, utilizan el tema de la migración venezolana para arponear al gobierno en ejercicio. Entonces, criminalizan la migración, mas allá de los contados casos de delincuencia que se han presentado.
– ¿Se está utilizando el tema de la migración para fines políticos personales?
- Las elecciones, muchas de autoridades locales, proveen la plataforma pública para discursos xenofóbicos. En este momento han coincidido periodos electorales en Argentina, Colombia, Perú y no sabemos qué suceda en Ecuador. Entonces, empieza a haber una utilización política de la migración, o como chivo expiatorio para echarle la culpa de problemas en los países de acogida, o como responsables de instigar la inestabilidad política y comprometer la seguridad interna de los países de acogida.
– ¿Y cuál es el llamado que se podría hacer desde Naciones Unidas para impedir que esto continúe?
– Ojalá se pudiera persuadir a los partidos políticos de que los desafíos monumentales que una crisis de este tamaño presenta necesitan de una alta dosis de unidad ciudadana. Hacer un pacto sin que se desdigan de sus principios doctrinarios y planes. Esto requiere de un nivel de liderazgo muy robusto, con gran credibilidad y con una convicción profunda de lograr un beneficio nacional, y no solo promover una agenda política.
La región necesita de una unidad ciudadana que sobrepase los intereses particulares de caudillos y de grupos.
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