Más de 4,6 millones de venezolanos han abandonado el país en los últimos años, como resultado de una crisis política y social que a finales de 2020 podría provocar un éxodo de 6,5 millones de personas.
Eduardo Stein, enviado de la ONU para el tema, admite que, en el hipotético caso de que haya una resolución a la crisis interna, los retornos de migrantes y refugiados a Venezuela no se van a producir «a la misma velocidad». Por eso reclama atención por parte de la comunidad internacional.
Stein, ex ministro de Exteriores y ex vicepresidente de Guatemala, asumió en septiembre de 2018 el encargo de ser el enviado de la Organización Internacional para las Migraciones, y el alto comisionado de la ONU para los Refugiados para una crisis en la que no ve una pronta solución «a corto plazo».
Discrepancias
Esto es debido a las discrepancias políticas que persisten en Venezuela por el pulso entre el régimen de Nicolás Maduro y el flanco opositor liderado por el presidente encargado, Juan Guaidó.
Sin «solución política duradera», el éxodo seguirá, según Stein. Admite «un poco» de descenso en la cifra de cruces fronterizos -hace mes y medio rondaba las 5.000 salidas al día-. «Fácilmente, el dato superará a corto plazo los 5 millones de migrantes y a finales del próximo año las cifras amenazan con sobrepasar a las de Siria«, apunta.
En reiteradas ocasiones el Ejecutivo de Maduro puso en duda la validez de estas estadísticas. Pero Stein subraya, en una entrevista a Europa Press, que son «estrictamente oficiales», transmitidas por las autoridades de los distintos países a partir de los cruces fronterizos. La información, explica, se comparte de forma «bastante disciplinada». Por lo que niega que los números puedan estar inflados por los casos de migrantes que atraviesan varias fronteras.
Los datos no tienen en cuenta los cruces clandestinos, afirma Stein. No obstante, admite que ha habido «reclamaciones» por parte del régimen de Venezuela, con el que la ONU mantiene un contacto regular para resolver cualquier posible discrepancia. Maduro acusó abiertamente a Naciones Unidas de «mentir» y en septiembre afirmó que en los últimos 3 años solo habían salido de Venezuela «entre 300.000 y 700.000» personas.
Respuesta regional
Stein afirma que, pase lo que pase a corto y medio plazo, «América Latina no volverá a ser la misma» después de esta crisis. El enviado reconoce que los gobiernos de los países aledaños tuvieron una reacción de «generosidad extraordinaria» en un primer momento. Pero la situación ha cambiado en los últimos meses. Con varios países reclamando documentación que, en la mayoría de los casos, es «imposible obtener con facilidad».
El representante de la ONU no culpa a los distintos gobiernos del endurecimiento de las medidas, habida cuenta de que los presupuestos nacionales están «exhaustos» y la capacidad de respuesta institucional, «ampliamente sobrepasada». Solo en un año, la demanda escolar en Perú se ha duplicado en primaria con los niños de las familias venezolanas.
Asegura que el perfil del migrante ya no es el de hace unos años, cuando quien decidía salir de Venezuela lo hacía «no solo con recursos propios, sino también con una formación bastante elevada». Ahora el nivel educativo sigue siendo «bastante notable». Pero «es una población que deja su país en condiciones sumamente precarias».
El principal reto de esta colectividad es la integración, en algunos casos haciendo frente al «malestar» de las comunidades locales. «El capítulo de la inserción socioeconómica es quizás el que más presión política está ejerciendo hoy en los países de acogida», reconoce Stein.
Una crisis que trasciende
En octubre Bruselas acogió la ‘Conferencia de solidaridad con los refugiados y migrantes venezolanos’, un foro en el que se comprometieron 120 millones de euros y en el que, según el enviado de la ONU, se «disipó» definitivamente la idea de que la crisis migratoria de Venezuela correspondía a los países vecinos «de renta media» o, en un espectro más amplio, a Estados Unidos y Canadá.
En este sentido, afirma que en la cita de Bruselas percibió que había «una conciencia de tipo general sobre la crisis». Más «periodística» que de fondo. Según Stein, entre sus locutores «había una reacción de asombro» al conocer «la magnitud de esta crisis y su complejidad».
«Dejó de ser una crisis subregional hace mucho tiempo», afirma el enviado. Teme que los efectos alcancen a todo el mundo si no se atiende «de una manera adecuada». En este contexto, considera que España ha sido de los países que «más compromiso concreto práctico» ha tenido históricamente hacia América Latina. Con una visión «casi idéntica a la que los países iberoamericanos están buscando» y que conjuga acuerdos bilaterales con un enfoque regional.
Stein aboga por separar «la agenda política» de las «demandas técnicas» derivadas de los migrantes y refugiados. Como ya se estaría haciendo en el marco del denominado Proceso de Quito. No en vano, responder a la emergencia no debería depender de posibles avances internos en Venezuela: «A principios de año se creyó que podría haber una solución política democrática que no se ha producido».
El día después
El «compás de espera» en que quedaron entonces las agendas que los donantes tienen también en mente «lo que se ha dado en llamar el día de después», en el que será necesario atender también las necesidades internas de Venezuela. Stein prevé que sean necesarios «cuantiosos recursos y probablemente varios años» para remontar los servicios básicos y recuperar la productividad interna, lastrada por una divisa, el bolívar, cuyo valor es «prácticamente inexistente» para el mercado interno.
«Pase lo que pase, no podemos asumir (que la población desplazada) va a volver con la misma velocidad con la que se fue», según el representante internacional. Prevé que «un alto porcentaje» de los migrantes y refugiados tarde «incluso varios años» en regresar a Venezuela. Y eso «si no echa raíces» en los países de acogida y opta por no volver nunca.
El enviado de la ONU prevé que, «muy probablemente», la conferencia de solidaridad de Bruselas desemboque en una cumbre de donantes «en la primera mitad de 2020». Si bien matiza que aún es necesario «escoger una fecha y un lugar oportunos» con el que estén de acuerdo tanto los países donantes como los Estados latinoamericanos.
Una de las opciones que se barajan, aunque «es todavía un tema muy tentativo», es hacer coincidir esta conferencia con las reuniones de primavera del Banco Mundial en Washington.
No descarta continuar
El ex vicepresidente de Guatemala no trabaja por tanto con ningún calendario, en la medida en que él mismo dice no saber cuándo terminará su labor como enviado de la OIM y Acnur. Su mandato inicial concluyó en mayo de 2019, pero la organización le solicitó una prórroga en vigor, al menos, hasta enero de 2020.
Llegada esa fecha, abre la puerta a la continuidad.
«Podría volver a comprometerme con otro tramo en la medida en que se vea que de alguna manera puedo ser de utilidad a esta diplomacia humanitaria», dijo.
Terminada esta etapa, descarta optar a otro puesto de relevancia internacional -llegó a proponerse como candidato para liderar la Organización de Estados Americanos- o postularse en Guatemala, pese a que algún «chiflado» así lo haya sugerido.
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