Inesperadamente, la disidente cubana Lisdany Rodríguez Isaac, encarcelada desde julio de 2021 por su participación en las manifestaciones de Cuba de aquel momento, ha podido volver a su casa de Placetas. «En la fecha del 28 de mayo», explica a El Debate, «me encontraba recluida en la cárcel de mujeres Guamajal y la jefa me mandó a buscar y me anunció que me daban una licencia extrapenal [liberación condicional] por un año y que podía ir llamando a mi mamá para que fuera a buscarme».
Pero dudó: «Lo primero que hice fue decir que no: una noticia de ese tipo me chocaba, más si tenía que dejar a mi hermana gemela, Lisdiany [también condenada por los mismos motivos] y separarme de ella. Pero tuve que tomar la decisión, como madre, pues en una prisión no hay condiciones para una embarazada. Pensé en mi bienestar: mi embarazo cada vez avanza mejor. Al inicio me sentí un poco mal, tuve muchas náuseas y también un dengue [enfermedad infecciosa] que fue horrible».
Lo más horrible llegó cuando se quedó embarazada en prisión a raíz de un encuentro íntimo con su marido, Luis Ernesto. «Soy sincera: mi embarazo no fue planificado, pero Dios me lo puso en el camino. Tengo 25 años y creo que es el momento de tener familia, aunque fuese de lejos». Pero «tuve que pasar por el mal momento de que la policía, siguiendo órdenes de la Seguridad del Estado, me insinuase que debía abortar sin, antes que nada, saber mi decisión».
Todo ocurrió después de hacerse un ultrasonido. Inmediatamente después, la pasaron a un laboratorio, donde le realizaron un análisis de sangre. Les preguntó el motivo a sus carceleros. Estos le dijeron que era para un aborto. «Pero quería mantener a mi bebé y me mantuve con la decisión de que no iba a abortar.
De una forma u otra, directa o indirectamente, la Seguridad del Estado siempre está ahí para velarnos. Psicológicamente te utilizan, te trabajan, se sirven de los ocho años a los que me condenaron —a mí y al resto de presos—, me decían que para qué iba a tener al bebé si estaba recluida, que me faltaban muchos años para terminar mi sanción, una sanción que es muy injusta. Mi decisión siempre fue constante: iba a tener el bebé».
Principalmente por una cuestión de principios. Para Lisdany, «el derecho a la vida es fundamental, es un derecho necesario para concretizar todos los demás derechos: si no hay vida, nada tiene sentido». Lo dice con rotundidad, cuando solo le faltan cuatro meses para dar a luz. Espera que todo salga bien.
—¿Tiene planes, ahora que está en libertad, aunque sea de modo condicional?
—Plan, lo que se dice plan, no tengo ahora ninguno. En cualquier momento me puede pasar algo: la Seguridad [del Estado] puede inventar algo nuevo y destruir mis planes y mi vida, como lo han venido haciendo desde hace tres años. Por ahora, voy a disfrutar mi embarazo, que me lo merezco, poder disfrutar yo misma, y, por supuesto, seguir denunciando al régimen castrista.
Gracias a Dios, el padre del futuro bebé está muy contento con su salida. «Mejor para mí y para la salud de mi bebé. Aunque no tenga nada que ver con mi causa política, ni con nada político, me apoya con todo, a pesar de que también está recluido. He aguantado en esa cárcel política gracias a todas las personas que nos han apoyado y que nos ayudan día a día a denunciar las cosas malas que hace la Seguridad del Estado».
Admite que no es fácil aguantar una condena injusta, «pero cuando uno tiene su vida firme, claro que se puede. No me voy a arrepentir nunca de haber participado en las manifestaciones del 11 de julio. Lo volvería a hacer: no es delito alguno ejercer los derechos que me corresponden como ciudadana cubana».
Desgraciadamente, su hermana gemela, Lisdiani, permanece recluida y «no se encuentra bien, al igual que el resto de los presos y menos teniendo a su hija pequeña fuera».