Si todas las personas que han sido desplazadas contra su voluntad de su lugar de origen se agruparan en una nación, ese país sería el segundo más poblado de Suramérica (superado únicamente por Brasil) y el vigésimo más poblado del mundo, por encima del Reino Unido, Francia o Italia, entre otros.
Global Trends 2018, el reporte más reciente de Acnur, la oficina de la ONU para los Refugiados, contabiliza en 70,8 millones el número de casos de desplazados forzosos en el mundo. Estos casos se dividen en 25,9 millones de refugiados; 3,5 millones de solicitantes de asilo y 41,3 millones de desplazados internos.
El informe fue lanzado en la víspera del Día Mundial de los Refugiados, fecha cuando se conmemora desde 2001 en busca de sensibilizar sobre el tema a la población.
Lo primero que deberíamos entender son las diferencias entre las tres condiciones que plantea el desplazamiento forzoso.
Un refugiado es aquella persona que abandona su país escapando de conflictos armados o de algún tipo de persecución motivada por sus creencias políticas, religiosas o de cualquier tipo que ponen en riesgo su vida o su integridad física. Están protegidos internacionalmente por la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, ambos emitidos por la ONU.
El solicitante de asilo, por otro lado, es aquella persona cuya petición para refugiarse en un país aún está siendo procesada. No debemos confundir esta figura legal con la del asilo político, en el que la motivación del solicitante es huir de una persecución por motivos políticos.
Los desplazados internos, finalmente, son quienes huyen de algún conflicto o amenaza a su integridad sin cruzar las fronteras nacionales.
Habiendo aclarado los términos es necesario dar un vistazo a cómo se ha agravado la situación en los últimos años.
Acnur calcula que al día se registran 37.000 nuevos casos de desplazamientos forzosos. Es decir, 1.542 por hora, en promedio. Además, el reporte indica que 82% de refugiados en el mundo proviene de 10 países, las 5 principales nacionalidades de refugiados en el mundo son las siguientes:
► Siria – 6,7 millones de refugiados.
► Afganistán – 2,7 millones de refugiados.
► Sudán del Sur – 2,3 millones de refugiados.
► Birmania – 1,1 millones de refugiados.
► Somalia – 949.700 refugiados.
Mientras que los países que mayor cantidad de refugiados acogen son, a saber:
► Turquía – 3,7 millones de refugiados.
► Pakistán – 1,4 millones de refugiados.
► Uganda – 1,1 millones de refugiados.
► Sudán – 1 millón de refugiados.
► Alemania – 1 millón de refugiados.
Si los analizamos en el ámbito regional, la figura sería la siguiente:
Sin duda, la crisis humanitaria que vive Venezuela es la más grave de la región lo cual se vio reflejado en el reporte anual de Acnur. Según Global Trends 2018, Venezuela es el país de donde sale la mayor cantidad de solicitantes de asilo: más de 460.000, en total.
Pese a ello, solo 21.000 venezolanos han sido reconocidos en condición de refugiados, apunta Acnur. 700 de estos refugiados se encontraban en el Perú a finales de 2018.
Desde el inicio de la crisis se calcula que aproximadamente 3 millones de venezolanos abandonaron su país. En el siguiente mapa se puede ver hacia qué países de la región emigraron y en qué condiciones lo hicieron. El gráfico no contabiliza la cantidad de emigrantes regulares ni a quienes accedieron a permisos especiales de cada país como el Permiso Temporal de Trabajo – PTP en el Perú.
Sin embargo, Acnur advierte que el aumento en la severidad de los controles en algunas fronteras está llevando a que algunos venezolanos opten por rutas ilegales y, por ende, más peligrosas.
–Testimonio de una refugiada–
La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras es una de las organizaciones que intenta ayudar a estos migrantes en zonas como, por ejemplo, la frontera colombo-venezolana.
Uno de ellos es Marilyn Díaz, una venezolana proveniente del estado de Zulia y a la que brindó asistencia junto a su esposo y su hijo en el municipio colombiano de Tibú. El siguiente es su testimonio:
«Mi nombre es Marilyn Díaz, llegué a Tibú hace año y medio, conocí a Médicos Sin Fronteras porque me comentaron que había una jornada de atención a venezolanos, me acerqué porque tenía malestares físicos y porque el niño casi no comía. Llegué en la mañana y tuve que esperar a la tarde, pero me atendieron y al niño también. Él estaba mal de peso, le dieron cremitas y lo pusieron en control, primero cada semana y luego cada 15 días. Afortunadamente ya está mucho mejor.
Cuando vinimos por primera vez a MSF yo estaba embarazada, me hicieron la prueba y me dieron medicamentos y vitaminas. También me dijeron que tenía que venir a control.
Hace tres días di a luz y vine hoy para que me pusieran un anticonceptivo. El parto lo atendieron acá en el hospital, todo salió bien aunque otros venezolanos me metían miedo, me decían que no me iban a atender, que debería irme a Cúcuta porque acá me iban a dejar morir porque no atienden a los venezolanos. Yo tengo el PEP (Permiso Especial de Permanencia), pero el Sisbén (seguro de salud) está en trámite. Entonces, cuando me dieron los dolores de parto me vine para urgencias y afortunadamente me atendieron rápido y todo salió bien.
Vengo del Estado Zulia, decidimos venir porque la situación estaba fuerte, mi esposo es barbero y no resultaba, el trabajo no daba para nada. Yo también trabajaba vendiendo desayunos en la calle, pero no me daba la base. Él se vino antes que yo, luego fue a buscarme y me vine con él y con el niño. Desde entonces no he vuelto a Venezuela; tengo ganas de regresar, pero no se puede porque la situación está cada vez peor.
Por eso también le dije a mi papá que se viniera para acá. Él allá trabajaba transportando pasajeros, pero llegó el momento en el que no se conseguían cauchos (llantas), baterías ni repuestos. Ahora él trabaja acá vendiendo tintos (café); ya tiene una ruta establecida por los locales comerciales y afortunadamente le da para pagar el arriendo y los servicios.
A pesar de eso, le ha dado paludismo tres veces en cuatro meses. Todas las veces hemos venido y nos han atendido y nos han entregado los medicamentos. El doctor le dijo que eso se transmite por un mosquito, y por eso le regaló también un mosquitero para protegerse. Nosotros creemos que es porque un vecino mantiene mucha agua empozada y hay muchos zancudos, pero no podemos hacer nada por ahora. Acá estamos sobreviviendo, pero no vemos la hora de regresar a nuestro país».