El colapso de la torre sur del complejo Champlain Towers, en el pueblo de Surfside, localidad del condado de Miami Dade, en al sur de Florida ha reverberado en todo el planeta, pero en ninguna región ha impactado tan fuerte como en América Latina, en especial en la comunidad judía, pues muchos de los desaparecidos eran miembros de este colectivo y no es casualidad. Según cifras oficiales, 44% de los habitantes de la localidad se identifican como latinos y más de 50% como judíos.
“Desde que se construyó ese edificio fue una especie de imán para los judíos latinoamericanos y de otros países”, contó al GDA la mexicana Aída Shalkow Phillips, que no solo iba a las torres con frecuencia para visitar a la familia de su marido, sino que celebró allí la cena de su compromiso.
“Mi marido tenía una tía que fue de las primeras en comprar y nos prestó una de las salas de fiesta”, explicó.
Aunque la mujer murió hace seis años, el vínculo con las Champlain Towers permaneció. “Mi suegra tiene muchos conocidos allí. De hecho, una de sus mejores amigas, Myriam Blank Caspi Notkin y su esposo Arnie, están desaparecidos”, agregó.
Los Notkin, cubana ella y panameño él, son parte de la gran cantidad de ciudadanos latinoamericanos que estaban en la torre sur cuando se desplomó en las primeras horas de la madrugada del jueves 24 de junio. Los cálculos oficiales hablan de 34, pero la cifra no incluye a cubanos estadounidenses o a descendientes de latinos. Muchos temen que la cantidad sea mucho mayor.
“Todas las familias están vinculadas a través de varias generaciones”, indicó Shalkow Phillips. “Muchos iban a la sinagoga Temple Menorah, otros preferían ir a alguna de las otras que estaban a corta distancia. De hecho, hay seis templos a un máximo de 12 cuadras de distancia de las torres”, señaló.
Doble tragedia en Miami
De los seis venezolanos desaparecidos, cuatro estaban de visita. Igual sucede con dos de los puertorriqueños y al menos uno de los argentinos.
“Mucha gente había venido al funeral de un amigo que había fallecido esta semana, otros a acompañar a sus hijos”, indicó el rabino argentino Mario Rojzman, que encabeza la sinagoga Beth Torah Benny Rok Campus. El clérigo se refería al cubano estadounidense George Matz, que murió de covid-19.
El puertorriqueño Jay Kleiman había volado desde la isla para ver a su madre Nancy Kress Levin y a su hermano Frankie, además de asistir a las exequias de Matz, que era uno de sus mejores amigos. Los Kleiman tenían dos departamentos en el piso 8. Jay se quedó en el de su mamá. Frankie residía en el otro con su nueva esposa Annie Ortiz y el hijo de ella, Luis Andrés Bermúdez, de 26 años de edad, diagnosticado desde la infancia con distrofia muscular.
Un piso más abajo estaban Deborah Berezdivin y su novio Ilan Naibryf. La chica, nacida en Puerto Rico de madre costarricense y padre boricua, estudiaba en la Universidad de Tulane en Nueva Orleans. La familia de su novio es argentina asentada en la ciudad dormitorio de Weston, al oeste de Miami.
“Ella viajó acompañándolo a él, que era muy amigo de uno de los hijos del señor fallecido”, explicó al GDA la costarricense Sandra Rubinstein, tía de Berezdivin.
El rabino Rojzman alertó que la desgracia “va a tomar una magnitud aún peor cuando se conozcan las edades de los fallecidos. Había muchos chicos que viajaron para el funeral y en algún lugar se tenían que quedar. Los abuelos les prestaron los departamentos y no sabemos cuántos estarían allí”, alertó.
Los venezolanos
Tres de ellos eran los venezolanos Moisés “el Chino” Rodan, Andrés Levine y Luis Sadovnic. Levine y Sadovnic eran primos y su familia tenía un apartamento en el edificio desde hace años. Ambos vivían en Miami y habían recibido unos días antes a Rodan, que finalmente se había mudado desde Venezuela a la ciudad. Allí pasaron la noche con la argentina Nicole Langesfeld, hija del conocido agente de bienes raíces argentino Pablo Lagensfeld. Se había quedado esa noche con Sadovnic, que era su novio. Los tres tenían boda este año. Las familias se trasladaron a Miami el viernes en la noche en un charter, gracias a visas humanitarias gestionadas por los representantes diplomáticos de Venezuela reconocidos por Washington. También está desaparecido Claudio Bonnefoy Bachelet, el primo hermano del padre de la expresidenta de ese país y actual Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet. Bonnefoy estaba retirado después de una larga carrera en la ONU.
Según Rojzman hay muchos más y la concentración de adolescentes y jóvenes adultos en el Centro Comunitario de Surfside durante el jueves y viernes parecen darle la razón. El GDA pudo observar como los chicos lloraban en silencio y eran consolados por dos perros de apoyo emocional que había llevado un voluntario. “Eran parte de un grupo muy unido que había crecido juntos en los Camp Judea”, explicó Shalkow Phillips.
León y Cristina Beatriz Elvira Oliwkowicz tenían más de dos décadas como propietarios en las Champlain Towers, desde que salieron de Venezuela con su hija Daniela, que les había dado un nieto recientemente. La colombiana Marina Azen también llevaba muchos años en el edificio.
Era la misma situación de los cubano-estadounidenses Manuel Lafont, Juan Sr., su esposa Ana y su hijo Juan, Gil y Betty Guerra, Maggie Vazquez-Bello y sus amigas Rosa Saez y Francis R. Plasencia, Antonio y Gladys Lozano, Ángela y Julio Velásquez y su sobrina Theresa que estaba de visita.
Graciela y Gino Catarossi, de Argentina, compartían un departamento en el piso cinco con su hija Graciela y su nieta Estella. Poco antes había llegado Andrea, la otra hija, residente de Buenos Aires.
La brasileña Raquel Oliveira había salido el lunes en un viaje de trabajo por tres días. Sus planes de retornar a la familia que había hecho con su esposo Alfredo Leone y el pequeño hijo de ambos, Lorenzo, se vino a abajo cuando se enteró que el edificio donde vivían era el que se había venido abajo.
Los turistas
Los también argentinos Andrés Galfrascoli, Fabián Nuñez y la hija de ambos Sofía Nuñez habían llegado el día anterior para vacunarse contra el covid-19 y pasear por Miami. Era el mismo plan de los colombianos Luis Fernando Barth, su esposa Catalina Gómez y su hija Valeria de 14 años de edad.
La misma idea tuvieron los paraguayos Sophia López Moreira, su marido, el empresario Luis Pettengill, los tres hijos de la pareja y Leidy Luna Villalba, una joven de 23 años que viajó con la familia como niñera. Ninguno ha dado señales de vida.
Mientras, unas cuadras más arriba y otras más abajo la Gran Miami sigue de fiesta, pero con el corazón roto. Es imposible encontrarse a alguien y no hablar del tema. Aun así, la ciudad sigue en su empuje incesante y lo único lento parecen ser las actividades de búsqueda y rescate, al menos ante los ojos de los cada vez más desesperados familiares que todavía creen en un milagro.
Alicia Civita para el Grupo de Diarios América.