Cuba modificó sus principales instituciones de gobierno para adaptarlas al organigrama que establece la nueva Constitución, en una sesión parlamentaria en la que Miguel Díaz-Canel fue designado presidente de la república y varios revolucionarios abandonaron la cúpula.
Después de suceder a Raúl Castro, Díaz-Canel, de 59 años, pasó a ser presidente de la república, un cargo que fue eliminado en 1976, pero que la Constitución de abril lo restituyó, igual que la figura de primer ministro.
Varios miles de cubanos pidieron durante los debates de la nueva constitución, que el presidente fuera votado directamente por los ciudadanos, pero la iniciativa no prosperó.
Con ello, sigue siendo la asamblea el órgano que designa al líder del país.
Sigue el relevo generacional
Además de elegir al presidente y vicepresidente de la república, los legisladores también debían designar los máximos responsables de la asamblea, miembros del renovado Consejo de Estado, hasta ahora el máximo órgano decisorio del país.
Un punto importante fue la salida de los revolucionarios del consejo: Ramiro Valdés de 87 años de edad y Guillermo García Frías de 90 años de edad.
Estos eran los únicos comandantes históricos que permanecían en el poderoso órgano rector, pero que seguirán en las altas esferas del partido comunista.
Con la reducción del Consejo de Estado de 31 a 21 miembros, salieron también los destacados dirigentes: Bruno Rodríguez, Roberto Morales e Inés María Chapman.
Estos nombres que suenan como posibles candidatos a primer ministro.
La incógnita se despejará en diciembre cuando se conozca la nueva composición del gobierno con primer ministro o primera ministra.
También propondrá entonces a los gobernadores y vicegobernadores provinciales, otros cargos constitucionales de nueva creación que serán votados en cada territorio.
Discurso de trincheras
El enfrentamiento de Cuba con Estados Unidos y la crisis económica marcaron el tono del primer discurso de Díaz-Canel como presidente.
«Mientras más nos agreden, mientras más nos intimidan, más crece la voluntad y la fuerza nacional: la unidad», dijo el gobernante.
Las palabras del mandatario se difundieron a través de la cuenta de la presidencia cubana en Twitter.
Díaz-Canel catalogó a Estados Unidos como «imperio viejo y desmoralizado» y culpó al gobierno de Donald Trump de los males económicos de Cuba.
El conflicto con Estados Unidos desencadenó una grave crisis de abastecimiento de combustible, por lo que el líder cubano llamó a «resistir», a ahorrar.
También instó a «sistematizar las buenas soluciones nacidas de los años más duros del período especial», cuando Cuba sufrió una debacle económica 1991.
Dijo que las prioridades son «las exportaciones, la inversión extranjera, la construcción de viviendas, la producción de alimentos, el turismo, el transporte y las fuentes renovables de energía».
El país «volverá a la normalidad», vaticinó Díaz-Canel, quien también advirtió que en esta nueva etapa debe primar «la disposición a echar por la borda las prácticas obsoletas y mecanismos engorrosos que ralentizan los procesos y debilitan la autoestima nacional».
¿Qué implican estos cambios?
En la práctica, estas medidas no aportan grandes novedades y mantiene al mismo presidente, vicepresidente y las principales figuras parlamentarias.
Sin cambios en el modelo de partido único, el nuevo organigrama del gobierno descarga al presidente de tareas como la coordinación del Consejo de Ministros.
Estas tareas pasarán al primer ministro, una vez sea designado en diciembre.
Los cambios conllevan también una desconcentración del poder ejecutivo, donde Fidel Castro acumulaba el liderazgo de los principales órganos de toma de decisión.
Díaz-Canel se convierte por mandato constitucional, en el primer civil al frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, puesto ocupado por los Castros.
La salida de los históricos, da la entrada de caras nuevas más jóvenes y dar continuidad a la revolución.
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