Yoga, Reiki, constelaciones familiares… Los centros de las llamadas «terapias alternativas» se extienden por nuestras ciudades, pero ¿son solo otra forma de sanar o abren la puerta a un mal mayor? ¿Tiene sentido que entidades católicas recomienden técnicas basadas en espiritualidades no cristianas? A estas y otras preguntas responde Victoriano Rubio, fundador de Mater Films y director del documental Terapias alternativas: el lado oculto, que se puede ver gratuitamente en YouTube.
–Empecemos por el principio: ¿qué son las terapias alternativas?
Son terapias enfocadas a la curación física, mental y psicológica que tienen una parte científica y otra espiritual. Tienen orígenes diversos, como las religiones orientales –hinduismo o budismo, por ejemplo–, el esoterismo o las ciencias ocultas. Son prácticas que el ámbito científico no aprobará y que siempre tienen por detrás un aspecto espiritual más o menos visible.
–¿Por ejemplo?
Un caso muy claro es el Reiki, en el que se imponen las manos y se realizan invocaciones a energías o espíritus… pero cuando llamas a espíritus que no son buenos, no sabes a qué estás llamando. Puedes estar perfectamente invocando demonios. Luego hay casos donde lo espiritual está más soterrado, como la homeopatía, que tiene un origen esotérico, en el que se practican unas oraciones sobre unos productos o unas flores.
–A pesar de todo, proliferan los centros que ofrecen estas terapias. ¿Por qué son tan populares?
Bueno, porque funcionan. Si no la gente no estaría metida. Al principio son muy llamativas, y cuando uno tiene un conflicto interno, o está triste, o desolado, se agarra a cualquier cosa. Las terapias alternativas al principio funcionan; hay sanaciones y mejorías, tanto a nivel físico como psicológico… pero así es como nos engancha el demonio. Una de cal y otra de arena. Lo que siempre se ve en las personas que llevan muchos años metidas en estas terapias es que sanan de una cosa pero enferman de otra. En el documental cuento algunos casos relacionados, por ejemplo, con el tema de las constelaciones familiares. Es el cuento de nunca acabar.
–Desde un punto de vista católico, ¿el componente espiritual de estas prácticas puede abrir el camino hacia el encuentro con Dios?
El gran problema de todas estas terapias y espiritualidades es que te centran en ti mismo, en el yo. Te meten cada vez más en ti mismo. Es cierto que hay que cuidarse y amarse a uno mismo… pero en el cristianismo te amas a ti para rápidamente salir a amar a los demás, que es lo que realmente nos hace felices. En estas espiritualidades Dios no está, es una energía. El centro soy yo, y hasta que yo no esté bien no me podré dar a los demás: esta es la gran trampa que nos tienden para no ser felices, porque nunca estaré bien del todo. Es un ciclo infinito.
–Me pongo en el lugar del lector y uno puede pensar que está exagerando… ¿Cómo va a estar invocando al demonio una señora con mallas que hace yoga?
Ah, el yoga… Hay un centro en cada esquina. Mira, ¿es dañino si yo hago yoga solo como unos estiramientos? ¿Si me centro en encontrarme mejor y no atiendo a la parte espiritual? Si le dices esto a un hindú o a un budista, se van a reír, porque es imposible separar el aspecto físico del espiritual. Quieras o no, cada asana –cada posición– es una invocación a un espíritu o un dios hindú, de la misma manera que cuando te santiguas estás invocando la protección del Señor.
–En el documental ‘Terapias alternativas: el lado oculto’ recoge casos realmente sorprendentes, en los que se manifiesta lo sobrenatural de forma muy clara.
Hay muchísimos efectos preternaturales extraños –por decirlo así– en torno a las terapias alternativas. Las personas que están dentro las viven como normales, y hasta que no salen no se dan cuenta de que eso no es normal. Un caso es el de una persona que, el día antes de acudir a un retiro católico después de años en estas terapias, vio cómo empezaban a salir miles de moscas de debajo de su cama. «El señor de las moscas» es uno de los nombres del demonio.
–Vemos qué conventos de monjas ofrecen retiros de yoga, qué universidades católicas ofrecen ‘mindfulness’ a sus clientes… ¿Cree que en el ámbito católico hay suficiente información sobre el tema?
El mindfulness es peliagudo, y está muy extendido: no es más que la occidentalización de un tipo de meditación budista, en la que yo soy el centro, vivo el presente y me olvido de todo. Y sí, pienso que dentro de la Iglesia todo esto está proliferando por desconocimiento, y por tener una fe tan racional que nos hace no ser conscientes de la realidad sobrenatural y espiritual, que existe. Recomiendo leer el único documento de la Iglesia sobre el tema, Jesucristo portador del agua de la vida. Una reflexión cristiana sobre la ‘Nueva Era’, que el Vaticano publicó en 2007.
–¿Es necesaria, por tanto, algo de autocrítica por parte de los católicos?
Sí, y de hecho esto sale en el documento que te cito. La culpa que tenemos los católicos es habernos centrado en la parte moral y doctrinal –que es muy necesaria–, descuidando la parte acerca de que Jesús vino a sanarnos. Hay que hacer el esfuerzo por conocer y presentar a ese Dios Todopoderoso que es un Padre bueno y que en Jesús nos sana, porque la gente tiene sed. Hemos de traer esperanza, el mensaje de misericordia, sanación y salvación que trae Jesús.