El liderazgo demócrata de la Cámara de Representantes decidió este martes iniciar un proceso de destitución contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Se trata de un paso trascendental, solamente dado antes en 3 ocasiones en más de 240 años de historia y que plantea desde ya una brutal batalla política de impredecibles consecuencias.
«Nadie puede estar por encima de ley. Sus acciones constituyen una traición a su juramento, una traición de nuestra seguridad nacional y una traición a la integridad de nuestras elecciones», dijo la presidente de la Cámara baja, Nancy Pelosi.
Pelosi tomó la decisión luego de intensas consultas el lunes y el martes con miembros de su colectividad que, mayoritariamente, se habían inclinado en favor del comienzo de los procedimientos de destitución.
Esto, luego de que Trump reconoció que sí discutió el caso del ex vicepresidente Joe Biden, su más probable rival en las elecciones del 2020, durante una conversación en julio pasado con Vladimir Zelensky, presidente de Ucrania.
En esa conversación, que fue revelada por un informante de inteligencia a través de una queja que resultó considerada “grave, urgente y creíble” por el inspector general de la Dirección Nacional (DNI), Trump le habría pedido a Zelensky que investigara al ex vicepresidente y su supuesta presión para que destituyeran al fiscal general en este país.
El presidente también confirmó que una semana antes de su conversación con Zelensky, fue él mismo quien frenó el desembolso de mas de 391 millones de dólares en ayuda militar que el Congreso había aprobado.
Los demócratas, y al parecer el mismo Zelensky, creen que Trump suspendió la ayuda para forzar una investigación contra Biden y su hijo Hunter.
De ser cierto, dicen los rivales de Trump, equivaldría a un claro “abuso de poder” que justifica el inicio de los procedimientos de destitución.
Esos procedimientos, autorizados ya por Pelosi, le dan mandato a la Comisión Judicial de la Cámara, o una Comisión Especial que se nombraría en los próximos días, para que comience una investigación cuyo objetivo es recolectar pruebas para luego formular cargos de destitución contra el mandatario. Esa comisión, además, contaría con «superpoderes» que forzarían la entrega de documentos y el testimonio de los implicados.
Los cargos, de llegar a ser formulados, deberán ser aprobados por una mayoría simple en la Cámara de Representantes (218 votos). Un número que ya tienen los demócratas pues cuentan con 235 curules. Una vez aprobados, pasarían al Senado, que es el órgano que adelanta el juicio de destitución como tal.
Pero que Pelosi haya dado la luz verde para la apertura de un proceso de destitución no quiere decir que la Cámara necesariamente decida presentar y aprobar artículos de destitución si tras la investigación determina que no hay mérito. Es decir, Pelosi deja una puerta abierta en caso de que la jugada no le salga bien.
Aunque Trump ya había admitido que conversó sobre Biden en dicha llamada telefónica, alega que no hubo nada ilegal en la charla y prometió darla a conocer este miércoles para demostrarlo.
El presidente, tras conocer la decisión de los demócratas, la catalogó como “otra cacería de brujas” en relación a la pesquisa que adelantó el fiscal especial Robert Mueller para determinar si su campaña había colaborado con Rusia durante las elecciones del 2020.
“Ni siquiera quisieron esperar para conocer la transcripción de la llamada”, dijo Trump por Twitter.
Trump alega, además, que frenó la entrega de los fondos porque quería que los europeos aportaran más recursos a Ucrania y no se dejara a Estados Unidos con el peso de toda la factura.
Investigar al rival
Para los demócratas, aun si en la conversación no queda claro que el presidente trató de usar el desembolso de la plata para forzar una investigación contra Biden, el simple hecho de que pidiera investigar a un rival político es sumamente grave.
E incluso confirmaría un patrón de conducta, pues es un caso muy similar a lo que dicen hizo en el 2016 cuando invitó a Rusia a que interviniera en la campaña electoral para debilitar a Hillary Clinton.
Aun así, los prospectos de que este proceso de destitución termine costándole la Casa Blanca son más bien remotos, si no imposibles.
De acuerdo con la Constitución, son necesarios 67 votos o 2 tercios del Senado para destituir a un presidente. Actualmente los demócratas cuentan solo con 47 asientos y es muy improbable que consigan el respaldo al menos de 20 republicanos.
Y menos cuando saben que su suerte en las elecciones del 2020 está atada al destino de Trump.
Fue precisamente esa una de las razones por las que Pelosi trató de frenar el inicio de los procedimientos a pesar de que desde agosto de este año ya más de la mitad de los miembros de la Cámara querían iniciar la destitución de Trump por, supuestamente, haber obstruido la justicia durante la investigación de Mueller.
Según su raciocinio, no era razonable lanzarse a una guerra que de antemano sabía que iban a perder y que podía no solo garantizar una reelección de Trump, sino poner en juego el control de la Cámara.
Pelosi, además, venía monitoreando las encuestas y todas indicaban que a pesar de su bajos índices de aprobación, la mayor parte del público estadounidense no estaba de acuerdo con destituirlo.
Pero el caso de Ucrania cambió su cálculo por completo. Primero porque su propia colectividad la puso contra la pared.
Hasta pocas horas antes de su anuncio, ya más de las dos terceras partes de la Cámara habían expresado su apoyo a los procedimientos de destitución al igual que casi todos los candidatos a la nominación del partido demócrata, incluidos Biden, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, los tres punteros.
Cambio en sondeos
Asimismo, y a diferencia de la complicada trama rusa, el caso de Ucrania es muy concreto y casi que se puede describir en una sola oración.
Como esta que usaron siete legisladores demócratas que hasta ahora no habían respaldado el inicio de los procedimientos: “El presidente pudo haber usado su poder para presionar a un gobierno extranjero a que investigara a un oponente político y hasta quizá usó el dinero de los contribuyentes como palanca para lograrlo”, decían en una carta que publicó The Washington Post este martes.
La apuesta de los demócratas es que la contundencia del caso de Ucrania terminará por volcar a una mayoría de estadounidenses en favor de la destitución.
Pero aparte de las consideraciones políticas, para los demócratas también estaba en juego la preservación y defensa de las instituciones del país, que consideraban en jaque ante los constantes desafíos de un Trump que suele no acatar las decisiones del Congreso y que cada vez se atribuye más poderes.
Nada de lo anterior cambia el desenlace de una historia que, de seguir por este sendero, concluye con la absolución de Trump en el Senado.
Pero de lo que si no hay duda es de que la decisión de los demócratas tendrá un impacto enorme en la campaña electoral que apenas empieza y podría marcar el futuro de la política en Estados Unidos por varias generaciones.