La profundización del «período especial» revolucionario está convirtiendo las calles venezolanas en un espejo de las cubanas. El último paralelismo es el transporte público, que mezcla largas colas en las paradas de los ómnibus con la precarización de los vehículos ante la desesperación de la sociedad.
Como si de una postal de La Habana se tratase, donde sólo faltarían los Cadillacs y Chevrolets de los años 50: hasta camiones se están utilizando para el transporte entre la capital y el litoral de Vargas. En el Gran Caracas, 22.000 unidades están fuera de servicio, según la Central Única Autos Libres y Por Puestos. Sólo 5000 estarían funcionando ante el desabastecimiento y los altísimos precios de los repuestos y lubricantes y los cortes en la distribución del combustible. Un neumático cuesta entre un millón y dos millones de bolívares, cuando el nuevo salario mínimo más los bonos de alimentación se ha situado en 456.507 bolívares.
La falta de unidades de transporte se está paliando con camiones y pickups para trasladar pasajeros. Las imágenes se extreman cada día que pasa y recorren las redes sociales, con vehículos colapsados y con pasajeros literalmente colgados de puertas y ventanas.
La crisis del transporte se une así a las colas para comprar pan, a la escasez de algunos alimentos y de medicinas y al desabastecimiento de productos básicos, empezando por los productos para la higiene personal. Desde que en 1991 comenzara en la isla caribeña el llamado Período Especial, tras la caída del Muro de Berlín, los cubanos padecen parecidos sufrimientos.
Paralelismos
Una serie de paralelismos que explican la Cubazuela de hoy, precisamente cuando esta semana se cumplen 17 años de la firma del Convenio de Cooperación Cuba-Venezuela, suscripto por Fidel Castro y Hugo Chávez. «El empobrecimiento de la población venezolana ha sido vertiginoso. En apenas tres años se ha perdido capital humano, la emigración ha trascendido la clase media llegando a sectores populares y los decrecimientos del PBI, aumento de la deuda, caída del consumo y de la nutrición son paralelos a las guerras civiles que vivió Europa a mediados del siglo XX. Más allá de una mala gestión, implica una falla del modelo estatista impulsado por Chávez y heredado por Maduro», resume Armando Chaguaceda, pensador cubano radicado en México y experto en las dos revoluciones.
La inspiración y los consejos llegan desde la menor de las Antillas. Amparado en esta hermandad, el gobierno de Maduro excusa el derrumbe de su economía con un bloqueo financiero parecido al que sufre Cuba.
La última defensa del victimismo revolucionario la realizó el presidente entre el jueves y ayer, al culpar a Estados Unidos, a Colombia y al Parlamento de la hiperinflación y del colapso en el pago de la deuda exterior, que será refinanciada.
En estas apariciones, el «hijo de Chávez» anunció un CLAP navideño para familias con carnet de la patria, la adaptación de la libreta de racionamiento cubana a la Venezuela de hoy: bolsas de comida a precios subvencionados que el gobierno vende a las clases más populares.
«Estamos ante un calco», explica el internacionalista Mariano de Alba. «Están replicando el modelo. Comida hay, pero la distribuyen poco a poco para mantener controlada a la gente», añade el analista.
«Sectores del gobierno han desplegado esta estrategia para quebrar a la clase media, columna vertebral de la oposición, y volver más dependientes a los sectores populares a los que estaba llegando la oposición con el esquema económico de los CLAP. Una sociedad quebrada dependiente económicamente, moralmente, debilitada, mezcla de la represión y el empobrecimiento y migración incapaz de revertir un proceso de autoritarismo», sentencia Chaguaceda.
Y como sucede en Cuba, los que no aguantan se van. Estudiosos de la emigración aseguran que entre dos y tres millones de venezolanos conforman la gran diáspora, pero todos ellos son incapaces de cuantificar la hemorragia de los últimos meses.
Sangría
Un factor electoral fundamental, ya que se calcula que el 90% de los que se van son antichavistas. El gobierno de Caracas dificulta al máximo su derecho a voto, tanto que sólo unos miles pueden elegir presidente. Históricamente, el castrismo usó las grandes migraciones, como el Mariel en el 80 y la crisis de los balseros en el 94 para rebajar la presión social y económica.
En la misma conexión televisiva de ayer, Maduro, ataviado como un militar, se dirigió a los altos mandos presentes para informarles que dedicará los viernes para el «gobierno militar de la calle». El general Vladimir López Padrino, ministro de Defensa, controla junto a un batallón de sus generales la importación y distribución de alimentos. El ejército cuenta con su televisión, banco, petrolera y también supervisa el famoso arco minero, territorio bendecido con las mayores reservas de oro, diamantes y coltán del continente.
En Cuba, la contraparte de Padrino es el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, que al frente del Grupo de Administración Empresaria (Gaesa), supervisa más de la mitad de la economía. Este militar, separado de la hija mayor de Raúl Castro, es uno de los hombres más poderosos del país, clave para la sucesión prevista para el año que viene.
Los militares son el principal soporte de ambos gobiernos. «En Venezuela y en Cuba el apoyo no se basa en el desempeño gubernamental, sino en una mezcla de lealtades políticas con formas muy disminuidas de clientelismo y de control social», desvela Chaguaceda.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional