La carrera contrarreloj para evitar un default de Estados Unidos echó a andar: Joe Biden organiza el martes un cara a cara con los jefes de la oposición parlamentaria para tratar de alcanzar un acuerdo sobre la mayor deuda pública del mundo.
El presidente estadounidense se reunirá con su principal adversario en este tema, el jefe de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, así como con Mitch McConnell, líder de la minoría conservadora en el Senado.
En juego: la reputación financiera de Estados Unidos y prestigio político.
El demócrata de 90 años sabe que la forma en la que gestione esta crisis pesará sobre su campaña de reelección en ciernes.
Kevin McCarthy, quien resultó electo in extremis para dirigir la exigua mayoría opositora en la Cámara, también se juega un partido importante para su liderazgo político.
«Rehén»
El presidente reiteró el viernes su mantra sobre este delicado asunto del endeudamiento, al señalar que los republicanos toman de «rehén» la economía al condicionar el aumento del límite de endeudamiento del país o su suspensión para poder emitir más crédito y honrar compromisos de deuda, a recortes «draconianos» del gasto público.
«Estos asuntos no están vinculados», afirma Biden.
Para el presidente, el respeto por las obligaciones financieras acumuladas por el país obliga a los parlamentarios de ambos partidos, en tanto el presupuesto anual puede ser objeto de un debate político.
El demócrata recuerda siempre que el techo de la deuda fue subido tres veces durante el mandato de su predecesor Donald Trump.
«Nosotros, los republicanos, hicimos lo que había que hacer. El balón está en el campo de los demócratas», estimó por el contrario en Twitter uno de los representantes opositores en la Cámara, John Rose, quien denuncia que Joe Biden escapa a una discusión «seria» del proyecto de presupuesto de los conservadores.
Esta pulseada proviene de una particularidad institucional en Estados Unidos: es resorte del Congreso votar regularmente para aumentar el monto máximo de deuda que el país puede emitir, de forma de continuar financiando el funcionamiento del país.
Hasta la Presidencia de Barack Obama, esta votación era una formalidad. Pero en un Estados Unidos polarizado, ya no es el caso.
La Casa Blanca y los republicanos del Congreso ya no tienen demasiado tiempo para lograr un acuerdo.
Tic Toc para la Casa Blanca
El Tesoro de Estados Unidos advierte que sin aprobación del Congreso de aquí al primero de junio, el gobierno deberá recortar gastos y prestaciones sociales si quiere continuar honrando sus obligaciones con acreedores.
El tope de endeudamiento de 31,4 billones de dólares, el más alto en valor absoluto entre todos los países del mundo, se alcanzó en enero. Pero el gobierno federal estableció medidas contables excepcionales para sobrellevar la situación.
Estados Unidos, si se prolonga esta situación, podría ser incapaz de pagar sus cuentas y salarios de empleados públicos, pero también de reembolsar a sus acreedores.
Por primera vez, tenedores de bonos del Tesoro estadounidense, la inversión considerada más segura del mundo que permite a Estados Unidos financiarse a tasas bajas, sufrirían un impago.
Según la Casa Blanca, un default terminaría con la reactivación económica de la cual Biden se atribuye el mérito, los mercados se derrumbarían, la recesión sería histórica y el desempleo se dispararía, con consecuencias sobre toda la economía mundial.
El calendario comprime los plazos: la Cámara de Representantes sesionará doce días de aquí al primero de junio. Y Biden parte en dos semanas en una gira diplomática de varios días por Japón y Australia.
La Casa Blanca no cierra la puerta a una solución provisoria que podría ser aumentar este límite de endeudamiento por un plazo corto.
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