Hacía un mes que Ariana Yésica Palacios, de 30 años de edad y con una hija de 6 años, estaba desaparecida. Era muy raro. Había comenzado a salir con un joven, que de pronto no pudo tener más contacto con ella. El padre de la chica, Willy, le comunicó un día a ese muchacho, Adrián, que ella había decidido terminar la relación, que había elegido «cambiar de trabajo, de aire» y que mejor siguiera su camino solo. A dos amigas de Ariana, que venían recibiendo mensajes de WhatsApp que les parecían impropios de ella, Willy también les dio extrañas explicaciones: que había viajado al interior a repartir mercadería, que se le había roto el celular y, finalmente, que la había echado de la casa.
Pero las mentiras que este hombre nacido en Bolivia hace 64 años había montado para intentar explicar la ausencia se derrumbaron frente a otro de sus hijos, Mauricio. El joven le dijo a la policía que su padre le había confesado que el 28 de agosto, alrededor de las 11, que había discutido con Ariana cuando estaban a solas en su casa. Le dijo, también, que forcejearon, que la mató con un certero corte en el cuello y que luego la enterró en el patio de la vivienda que compartían.
Hoy, la casa de la calle Félix Frías 3577, en Villa Tesei (Argentina), se convirtió en un escenario de horror. Allí, en el preciso lugar donde Willy había indicado y que un perro rastreador señalaba inequívocamente, los peritos de la Policía Científica bonaerense desenterraron el cadáver de Ariana; aún tenía el cuchillo clavado en el cuello. Los había convocado para esa misión el fiscal de Morón, Walter Leguisamo, que a instancias de la denuncia del hermano de la chica había hecho detener, en la víspera, al confeso homicida.
La historia
En la casa Ariana vivía con su hija y con sus padres. Trabajaba en un call center de la Capital; su madre, en el taller de una marca de lencería, y el padre, en una funeraria porteña que, entre otros servicios, llevó a cabo el del mediático empresario Ricardo Fort.
Adrián, el novio de la víctima, reveló al canal de noticias Crónica TV que había quedado sorprendido cuando Willy Palacios le dijo que Ariana había decidido terminar su relación con él y «cambiar de aire, de trabajo», por lo que le había aconsejado que continuara con su vida.
Si ya eso le había parecido muy extraño, sus sospechas se reavivaron cuando las amigas de Ariana le comentaron que les parecía rara la forma en la que ella contestaba los mensajes. «Eran cortantes, extraños. La de los mensajes no era ella», dijo Adrián.
El 19 de septiembre, por ejemplo, le mandó un extraño WhatsApp a una amiga: «Como anda querida yo viajando entregando cosas del nuevo trabajo novio conociendo después nos conectamos besitos ariana». Ese, textual, fue el mensaje que a las 11.32 de ese día fue enviado desde la línea de la joven.
Jésica y Nadia, dos de las amigas que realizaron la denuncia por la desaparición, también contaron a la prensa que el padre de Ariana les había dado distintas versiones sobre el paradero de su amiga y que incluso les pidió que no continuaran con la búsqueda.
Recordó Jésica que Willy primero «dijo que Ariana no tenía su celular, que se le había roto» y luego, que se había ido a trabajar al interior a repartir una serie de repuestos. Pero cuando ella comenzó a movilizar la búsqueda, él la llamó para intimidarla. «Me dijo que él la había echado, que les había pegado a sus padres y me dijo: ‘¿Vos te vas a preocupar por una persona que les pegó a sus padres’, intimidándome para que no hiciera nada», contó.
A otra amiga, Ariana llegó a decirle antes de su desaparición que había tenido una discusión con su madre. «Mi mamá no es lo que parece», le escribió la víctima el día de su desaparición. Para las amigas, fue la última vez que Ariana escribió en su celular, ya que luego hubo otros mensajes, pero escritos por otra persona, para despistar.
Sobre la relación con sus padres, el novio opina: «Esto podía esperarlo más de la madre que del padre». Recordó que en el cumpleaños de una hermana de la víctima debió intervenir para separar a Ariana de la madre en una pelea en la que «se empujaron y casi se fueron a las manos».