Cinco días después de que naciera, Catherine notó que algo pasaba con el cuerpo de su bebé.
«Algo le sobraba», dijo.
Catherine llamó a su vecina para que ayudara a confirmar lo que estaba viendo. La madre apuntó a la zona de los genitales de su hijo y la vecina se acercó para apreciarlo de forma más acabada.
La vecina, sin intención de dar un diagnóstico, le dijo que no se preocupara. Que su hijo iba a estar bien.
Pero Catherine quiso una segunda opinión.
Al otro día, fue con su esposo a un médico local, quien de inmediato los envió al Hospital Nacional de Kenia, el más grande del país.
El diagnóstico que recibieron en el centro médico dejó sin palabras a la pareja.
Les dijeron que su hijo había nacido con la condición de intersexo. El bebé tenía genitales masculinos y femeninos.
Fue entonces que el doctor puso en los papeles del hospital un signo de interrogación en el casillero en el que había que indicar el sexo.
Crisis matrimoniales
«Después de volver del hospital, con el reporte del doctor, fue cuando comenzaron mis problemas. Mi marido se alejó y comenzó a dejar de traer dinero para comprar la comida», relató Catherine.
Comenzaron las peleas entre ellos.
Uno de los argumentos del esposo es que su familia no tenía historial de niños nacidos con ambos sexos. Y que por esa razón no era posible que ese bebé fuera suyo.
«Solía insultarme, llamarme prostituta. Y yo le respondía que si ese hijo no era suyo, entonces, ¿de quién era? Es Dios el que planea las cosas», recordó.
Su esposo entonces se rehusó a asistir a las citas en el hospital. Y Catherine comenzó a caer en la cuenta de que le iba a tocar criar sola a un niño intersexual.
Y la sola idea la aterrorizaba.
«Me sentí tan sola y confundida. Un día compré veneno para ratas, así podría matarme a mí con el bebé. Lo mezclé con la comida. Recuerdo que eran frijoles».
Pero se detuvo antes de probar el primer bocado y salió corriendo hasta la iglesia para hablar con el pastor.
Él le dijo que no estaba sola, que otros bebés como el suyo existían en el mundo y que, por supuesto, su bebé no era una maldición ni una aberración.
«Me dijo que debía seguir con mi vida. Que Dios nos bendecía a ambos y que íbamos a sobrevivir».
Catherine tomó una decisión. Un mes después del diagnóstico, dejó a su marido y se mudó con su hermana y la familia de ella.
Había sido maltratada hasta el límite. Y esa no era la vida que quería para su hijo y para ella.
Intersexual en el mundo
• 2013 El relator especial de la ONU sobre la tortura dice que la «cirugía de normalización genital no consensual» podría responder a los criterios de tortura «
• 2015 Malta se convierte en el primer país en prohibir modificaciones no consensuales a las características sexuales.
• 2017 Human Rights Watch e InterACT solicitan una moratoria de todos los procedimientos quirúrgicos en niños con características sexuales atípicas
• 2018 Alemania adopta como ley la identidad intersexual: las personas pueden registrarse como intersexuales en certificados de nacimiento y pasaportes a partir del 1 de enero de 2019
• 2019 se reúne un grupo de trabajo del Reino Unido compuesto por médicos del NHS y activistas intersexuales para investigar el consentimiento informado y la cirugía en los niños.
Operación
Semanas después, Catherine regresó a casa bastante angustiada: le habían sugerido que a su bebé se le debía practicar una cirugía correctiva de sexo.
«El doctor me dijo que las hormonas masculinas de mi bebé eran más fuertes que las femeninas y que debíamos sacar la vagina de su cuerpo y administrarle una dosis de hormonas masculinas de manera regular», expresó Catherine.
Durante varios meses ella se negó a esa opción, pero finalmente accedió a la sugerencia del doctor, sobre todo pensando en el bienestar de su bebé. Después se arrepintió.
El otro problema era el certificado de nacimiento.
Para acceder a este documento en Kenia, se le debe asignar un sexo a los bebés, pero Catherine solo tenía papeles donde el personal del hospital había puesto un signo de interrogación en la casilla correspondiente.
Por esa razón, por el signo de interrogación, no se le podía emitir una partida de nacimiento a su hijo. Y eso significaba que no podía tener una tarjeta de identidad o un pasaporte en Kenia.
Catherine sabía muy bien que sin ese documento no podría inscribirlo en el colegio y, cuando fuera adulto, tampoco podría votar.
Entonces le confió su problema a una compañera de trabajo. Ella le dijo que sabía de un hombre que la podía ayudar. Fue cuando Catherine conoció a John Chigiti.
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