El asesinato del patrullero Edwin Caro Gómez conmocionó a todos los colombianos. Más aún, porque después de su muerte se reveló un video que mostró los últimos momentos de su vida: él y su compañero les hacían una requisa de rutina a dos hombres cuando les dispararon a quemarropa, entre ellos un migrante venezolano implicado.
Hubo una balacera. Caro Gómez se desplomó en el piso y uno de los presuntos agresores también. Ambos murieron.
El hecho puso de luto al país. Varios líderes políticos expresaron sus condolencias por el fallecimiento del patrullero y, lentamente, se fue tejiendo un debate de fondo en torno a la seguridad en Bogotá.
«En el hecho falleció un policía y uno de los agresores. Se capturó al otro implicado, de nacionalidad venezolana, y se incautaron dos armas», escribió la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, la noche del 10 de marzo (el día de los sucesos).
A la mañana siguiente, la mandataria dijo en el homenaje al patrullero: «hay una minoría de migrantes profundamente violenta, que mata para robar o por una requisa, como pasó en este caso».
Según una información compartida por el medio especializado en chequeo de datos Colombiacheck, los venezolanos ya conforman 3,6% de la población en Colombia, pero s0lo cometen 0,63% de los delitos. Esto, sin embargo, no impidió que hubiera una borrasca de opiniones en las redes sociales sobre lo que pasó.
En pocas horas, términos como «venezolanos» y «venecos» se volvieron tendencia en Twitter, dando cuenta de las palabras más usadas por los ciudadanos.
El Barómetro de Xenofobia, una herramienta de la fundación «El derecho a no obedecer», que usa el Big Data para identificar los discursos de odio en contra del migrante venezolano en Colombia, registró una serie de cambios abruptos en las conversaciones.
De acuerdo con los datos que arrojó hasta el mediodía del 11 de marzo, hubo un aumento del 576% en las publicaciones discriminatorias «con respecto a su promedio diario del mes de marzo», señaló la fundación en un comunicado.
No obstante, también reportó un aumento del 1.152% en las «publicaciones de integración», que hacen referencia a comentarios de apoyo al migrante venezolano.
Alejandro Daly, director de El derecho a no obedecer, habló con El Tiempo y explicó a qué se deben estas cifras.
-¿Qué efectos tuvieron las declaraciones de Claudia López en las redes sociales?
Lo que vimos fue un incremento de aproximadamente 500% en los comentarios de xenofobia en el territorio nacional. Esto se vio reflejado en palabras como «plaga», «ratas», «asesinos», que fueron treding topic en Twitter Colombia. Pero también vimos un aumento de aproximadamente 1.100% en comparación con el mes anterior de mensajes positivos, de lo que nosotros llamamos «denuncia de xenofobia»: expresiones de rechazo a las declaraciones de la alcaldesa y a los comentarios xenófobos.
Eso fue a corte del mediodía del 11 de marzo. La verdad es que sigue siendo muy importante hacer un llamado de atención a los líderes de opinión, y en particular a los alcaldes y alcaldesas, frente a este tipo de declaraciones, porque lo que hacen es legitimar un discurso que puede terminar en la violación de derechos humanos del migrante venezolano.
-¿Cuál es la naturaleza de estos mensajes de integración que son positivos?
Cuando hablamos de los mensajes de integración, seleccionamos palabras como «hermanos venezolanos», «acoger», «bienvenida», «rechazo a la xenofobia» o «no más xenofobia».
Esto es algo que nos parece muy positivo porque no veíamos este nivel de apoyo desde que se anunció el Estatuto Temporal de Protección (al migrante venezolano), cuando también hubo una gran parte de la población que mostró su apoyo a las personas venezolanas en Colombia. Durante la jornada (del 11 de marzo) la mayoría de mensajes fue en contra de las declaraciones de xenofobia de la alcaldesa.
-Ustedes también han dicho que hay algunos de estos mensajes positivos que generan polarización y señalan que no es deseable que así sea. ¿Por qué?
Porque satanizar o deshumanizar a Claudia López por los comentarios que hizo no genera un espacio de conversación para que las cosas cambien.
Es una situación parecida al escenario que se plantea en Estados Unidos con Trump. Decir que es un loco o misógino, a pesar de que alguien lo crea, no va a generar un vínculo de comunicación con él o con las personas que creen en él.
Entonces, mucha gente aprovechó esta oportunidad para mostrar su rechazo a Claudia López más allá de las declaraciones xenófobas. Es llevar el debate a «estoy a favor o en contra de la alcaldesa», cuando el debate debería ser «estoy a favor o en contra» de los comentarios xenófobos de Claudia López o de la ausencia de una política clara de seguridad en Bogotá.
-¿Cómo se pasa de una declaración puntual de un «líder de opinión» a una avalancha de discursos de odio en redes sociales?
Todo comenzó con un tuit de Claudia López el 10 de marzo en la noche. Allí empezó una conversación de xenofobia, similar a cuando dijo que los venezolanos les estaban «haciendo la vida cuadritos» a los bogotanos.
Después de que habló en medios de comunicación en la mañana (10 de marzo), en unas cinco horas pasamos de unos comentarios puntuales a un incremento del 500% en mensajes negativos.
Lo que sucede es que el discurso de odio aumenta con el tiempo y con las declaraciones. Es decir, si las conversaciones comenzaron siendo «no más venezolanos», a las 10 de la mañana eran «venecos asesinos».
Porque lo que hace el ciudadano es legitimar su pensamiento negativo, que normalmente podría ser rechazado por la sociedad, con lo que dice un líder de opinión. Esto acaba provocando un aumento en el discurso de odio, que está asociado directamente, y hay muchos estudios que mencionan eso, a posibles agresiones físicas: pasar de la palabra a la acción, que es el gran riesgo que se corre.
-¿Qué otros actos de xenofobia pueden ser impulsados por este tipo de comentarios?
Pueden haber muchos y varios tipos de vulneraciones. Las más preocupantes son las posibles detenciones arbitrarias de las autoridades. Estos comentarios pueden alimentar un discurso dentro de la Policía que promueva más detenciones a venezolanos que están en el espacio público. O privaciones de la libertad que pueden acabar en deportaciones sin un debido proceso, cosa que sucedió en el paro nacional del 2019 con ese mismo «modus operandi».
Lo que vimos que también pasó a raíz de comentarios xenófobos cuando inició la pandemia fueron los desalojos masivos a personas migrantes. Vimos estos casos en localidades como Ciudad Bolívar, Kennedy y Bosa, en Bogotá. Y todo respondía a una ola de comentarios de que los migrantes iban a traer el covid-19 a Colombia, por ejemplo. Esto también se vio fomentado por varios alcaldes.
Pero también se traduce en el día a día, cuando se le niega a alguien la oportunidad de acceder a un empleo, no se le permite estar en el espacio público por ser migrante, o no se le da la posibilidad de acceder a un arriendo por ser venezolano.
-Respecto al papel del Estado, ¿han notado que las decisiones de integración de la población migrante incidan en el descenso de la xenofobia? Como en el caso del Estatuto Temporal de Protección…
No lo tenemos tan claro. El análisis que hacemos no nos permite llegar a este tipo de conclusiones, aunque quisiéramos. Podemos afirmar lo siguiente: los anuncios de integración no generan xenofobia en redes sociales, pero no sabemos si ayudan a combatirla. Esa causalidad no es directa, aunque en la práctica claro que ayuda a disminuir la xenofobia.
Ese es un análisis importante porque encontramos que solo cierto tipo de declaraciones generan discursos de xenofobia.
-En ese sentido, ¿los anuncios de decisiones que pueden limitar los derechos de los migrantes sí generan mensajes de xenofobia? Por ejemplo, cuando el Gobierno Nacional anunció que quienes no estuvieran regularizados no podrían recibir vacunas…
Sí. Ese caso fue el segundo mayor pico de xenofobia en redes el año pasado. El primero fueron las declaraciones de Claudia López.
Lo que aquí se demuestra es que los mayores impulsores de la xenofobia son los pronunciamientos de los funcionarios públicos. Esto nos permite notar que juegan un rol fundamental en la construcción de imaginarios. Es lo que pasó en Estados Unidos con Trump. Ese discurso antiinmigrante cala y genera rechazo en la ciudadanía.
-¿Cree que el hecho de que un crimen sea cometido por un migrante hace que tenga mayor atención de la opinión pública?
Sí. Me gustó un dato que publicó Ligia Bolívar, una experta en temas de migración en Colombia. Hace dos años, Lenín Moreno, el presidente de Ecuador, publicó un trino rechazando un feminicidio cometido por un migrante venezolano en contra de su pareja ecuatoriana.
Ese comentario fue el inicio de una oleada de ataques hacia migrantes venezolanos que terminó en la expulsión de más de 100 personas de la ciudad ecuatoriana de Ibarra. Sin embargo, hubo 93 feminicidios más y el presidente no publicó nada acerca de ningún otro caso. Eso es lo que pasa con muchos datos.
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