“Dejó el Perú y se aferró al sueño americano”, dice el obituario que The New York Times le dedicó a Orlando Moncada, un peruano perseverante que progresó hasta convertirse en administrador de un edificio en Manhattan y que el 8 de abril murió por coronavirus a los 56 años de edad.
Su historia forma parte de un proyecto creado por el departamento de Obituarios del diario estadounidense para mostrar los rostros y las valiosas vidas y sueños tras las fatídicas cifras de la pandemia. El nombre de nuestro compatriota también apareció en la solemne portada que el medio publicó el 24 de mayo con breves semblanzas de 1.000 fallecidos, en momentos en que el recuento en Estados Unidos se aproximaba a los 100.000. El sombrío número se alcanzó tres días después.
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El Comercio conversó con el periodista Daniel J. Wakin, editor del departamento de Obituarios y quien asumió la tarea de coordinar el proyecto Those We’ve Lost (Aquellos a los que Hemos Perdido). La intensa planificación comenzó a mediados de abril. Por esos días, Wakin se cruzó con Donald G. McNeil Jr., uno de los principales reporteros de la pandemia. “Deberías prepararte para olas y olas de obituarios”, le advirtió su colega.
—¿Qué pasó a partir de ahí? ¿Cómo se organizó el equipo de Obituarios?
—Decidimos que queríamos escribir obituarios no solo de personas prominentes, sino de las muchas víctimas desconocidas del nuevo coronavirus, para dar una idea de su impacto. Escribí un memorándum sobre cómo abordar el proyecto, con directivas para los escritores. Establecimos una página especial en nuestro sitio web temporalmente y luego contactamos a nuestros colegas del lado técnico para crear una home más permanente (el interactivo Those We’ve Lost). Al mismo tiempo, pedimos más editores y escritores para que nos ayudaran.
—EE UU es el país con más fallecidos del mundo. ¿Se han visto abrumados por la magnitud de la pandemia?
—No diría que abrumados… hemos manejado todo lo que se nos ha presentado, pero todos sentimos la carga de una enorme cantidad de trabajo. Normalmente, tenemos cuatro editores y cinco escritores; básicamente hemos duplicado el número de escritores a tiempo completo, y hemos incluido a un editor extra.
—¿Cómo ha sido este proceso para usted? ¿Qué ha sido lo más difícil?
—Personalmente, ha sido muy gratificante poder reconocer a los individuos que murieron y que pudieron haber pasado desapercibidos en este mundo. La parte más difícil es tratar de mantener todo organizado: encontrar los temas, asignarlos, editar las historias, asegurarse de que se publiquen y promocionen. Son muchas tareas a la vez.
—Los obituarios que escriben para los fallecidos de la pandemia son como los que suelen hacerse para jefes de Estado y figuras destacadas. ¿Cuál es el objetivo, la esencia del proyecto Those We’ve Lost?
—La esencia es reflejar la totalidad de las muertes sin cubrir cada una de ellas, lo cual obviamente resultaría imposible. Así que trato de reflejar las categorías de víctimas tal y como surgieron: afroamericanos, latinos, residentes de asilos, trabajadores de servicios como conductores de autobús, policías, bomberos y trabajadores médicos. Los periodistas han entrenado su atención en cada uno de estos grupos.
—Esa diversidad que muestra el proyecto –y que también se vio en la lista de fallecidos publicada el domingo último en la portada del diario– envía un fuerte mensaje en un país con un presidente que ha chocado con los migrantes y que minimiza la pandemia…
—La inmigración es una gran parte de la historia de EE.UU. (yo soy nieto de inmigrantes) y sería imposible cubrir estas muertes sin escribir sobre individuos que vinieron a este país en busca de oportunidades, como Orlando Moncada, que llegó del Perú a los 16 años y construyó una vida maravillosa aquí.
—Lleva dos años en Obituarios y antes contribuyó en el proyecto Retratos del Duelo, realizado en honor a las víctimas del 11-S. ¿Qué representa esta pandemia en su carrera?
—Es otro capítulo de una larga carrera que ha incluido la cobertura del sida en el sur de África, dos cónclaves papales, los atentados del 11 de setiembre. Habrá otros capítulos más, mi carrera no tiene importancia para el mundo. Sin embargo, no creo que haya estado involucrado en una historia que haya tenido un impacto personal tan profundo como este. Aparte del 11-S, por supuesto. Soy neoyorquino de nacimiento y me encanta esta ciudad, y ese fue un desastre especialmente centrado en Nueva York.
—En su experiencia, ¿cuál es la mejor manera de honrar a las personas que hemos perdido?
—No estoy muy seguro. No he perdido a nadie cercano a mí. Tal vez cuando se levante la cuarentena, cada país pueda declarar un mes de luto y podamos programar todos los servicios conmemorativos que no pudimos tener durante ese período, y centrarnos en reuniones individuales y recuerdos de nuestros amigos y familiares perdidos. Será un mes muy ocupado, pero catártico.
—¿Y cómo podemos hacerlo desde el periodismo?
—De la misma manera en que los periodistas siempre lo hemos hecho: ser testigos, descubrir los hechos, contar las historias.