Camilo González y Otty Patiño tienen en sus manos la frágil paz en Colombia. Conocedores de las guerrillas desde adentro por experiencia propia o a través de investigaciones, son los designados por el presidente Gustavo Petro para poner fin a la insurgencia armada.
De un lado está González, que a los 76 años de edad liderará la delegación oficial en los diálogos próximos a empezar con el autodenominado Estado Mayor Central (EMC), el principal grupo de disidentes de las FARC que no firmó el acuerdo de paz en 2016 y sus nuevos reclutas.
Del otro, Patiño, de 78 años, exguerrillero de la nacionalista y urbana M-19, la misma organización rebelde a la que perteneció Petro en su juventud, que acordó la paz en 1990. Desde noviembre es el jefe negociador del gobierno ante el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la guerrilla más antigua de América.
Con la AFP hablan de cuatro puntos clave de los diálogos:
Reto personal
Tras el acuerdo que desarmó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), González documentó minuciosamente, como director del centro de estudios independiente Indepaz, el repunte de la violencia y el poder en ascenso del EMC, al mando de alias Iván Mordisco.
Enviados de Petro se reunieron con los rebeldes en la selva y, con las negociaciones a punto de empezar, el mandatario le confió el éxito del proceso.
González dice tener un sueño: «Que en los tiempos de este gobierno se lograra un acuerdo». «Colombia tiene las condiciones para terminar una historia de guerra», añade.
A Patiño el encargo de Petro lo encontró tres décadas después de salir de la clandestinidad y hacer parte, como otros ex M-19, de la creación de la Constitución actual de Colombia.
De hablar pausado, reconoce que tiene sobre sus hombros la responsabilidad de convencer de su desarme a un grupo guerrillero calificado internacionalmente de terrorista, que en medio de los diálogos ha asesinado a militares y civiles.
«Eso es terrible, es supremamente doloroso y es supremamente angustiante. Son tiempos de sufrimiento y, por supuesto, disminuir los tiempos del sufrimiento es un imperativo», comenta.
Contraparte
Tan antiguos como el ELN (nacido en 1964) son sus intentos de hacer la paz y sus comandantes. En los diálogos que han tenido lugar en México, Venezuela y Cuba su líder es alias Pablo Beltrán, un revolucionario de 69 años de edad.
«Son unos cuchos (viejos) como nosotros, así como yo. Ellos han envejecido ahí, digamos, en las armas», dice Patiño.
Cinco gobiernos han intentado la paz con ese grupo de inspiración guevarista, pero los acercamientos han fracasado. Es una organización «excesivamente ordenada para mi gusto, donde todo es demasiado cuidadoso», agrega.
En la otra mesa, González tendrá que encontrar puntos en común con una camada de guerrilleros jóvenes que visten con joyas llamativas, producto de las rentas del narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión.
El líder negociador del EMC será alias Andrey, un rebelde mozo y de pelo largo que apareció por primera vez públicamente este año.
«Es una comandancia de, digamos, segunda generación o hasta de tercera con respecto a los fundadores de las FARC, con una composición campesina muy importante», dice González.
«Se trata de una organización nueva con componentes viejos, es como un carro remodelado», añade González risueño.
Confianza
Nunca antes alguna de las múltiples guerrillas surgidas en Colombia negoció con un izquierdista como Petro, el primer mandatario no liberal o conservador en más de 200 años. El presidente se suele quejar del escaso compromiso con la paz de su antecesor, Iván Duque, y de otros gobiernos de derecha.
Para Patiño es una oportunidad irrepetible. Por primera vez el ELN acordó un cese el fuego de seis meses, en vigencia desde la semana pasada. «Creo que (el ELN) aspira a la confianza en este gobierno y en el propio proceso», comenta.
González sigue esa línea: «La verdad es que en esto ha habido experiencias que son positivas para crear confianza», como el fin de las órdenes de captura y reconocer el estatus político del EMC.
Colombia con prisa
El lunes, Petro cumplió una cuarta parte de su mandato, que se extiende hasta 2026.
El tiempo apremia a González y Patiño. El proceso con las FARC, por ejemplo, duró seis años y requirió que el entonces presidente y Nobel de la Paz Juan Manuel Santos buscara la reelección, que actualmente no es permitida.
«No sabemos qué va a pasar al final de ese gobierno y es mejor, como dicen, pájaro en mano que cien volando», se convence Patiño.
González siente la prisa: «Se requiere tener resultados en este gobierno y de manera temprana, pero también se sabe que estas conversaciones no son exprés, son procesos de conflictos armados y problemáticas que requieren ir tejiendo con cierta paciencia».