Desde las fiestas nocturnas hasta el color de las acreditaciones, pasando por el pasado literario del pequeño pueblo de Davos, estas son las cinco cosas que hay que saber sobre el Foro Económico Mundial, que comenzará el martes 21 de enero en Suiza.
El origen del Foro Económico Mundial
El nombre de Davos, una pequeña estación de esquí del cantón de los Grisones, en Suiza, se ha convertido en la manera más corriente de denominar el World Economic Forum, un evento creado en 1971 por el economista alemán Klaus Schwab, pensado en su origen para facilitar el diálogo entre empresarios europeos y estadounidenses.
A partir de los años 1970 empiezan a participar también responsables políticos. Desde entonces, cada mes de enero, Davos se convierte en el lugar de reunión de la élite mundial. Bajo la mirada de numerosos periodistas, ONG y algunas personalidades, donde se tratan los problemas del mundo.
El nombre de Davos se ha convertido también en sinónimo de los excesos del capitalismo que denuncian los oponentes a la mundialización y los activistas del medioambiente.
Blanco, el color de los privilegiados
El blanco es el color estrella en Davos, pero no solo por la nieve que cubre las montañas.
Es también el color de las acreditaciones a las que solo pueden acceder altos funcionarios, grandes empresarios y algunos periodistas; y que permite asistir a cenas y reuniones exclusivas con ricos y famosos.
La mayoría de periodistas que circulan por el centro de congresos, una especie de búnker vigilado por las fuerzas de seguridad, llevan acreditaciones naranjas. Pero hay también otros colores, como el violeta para el personal técnico o el verde para las delegaciones.
Vida nocturna
El foro de Davos como también se le conoce, tiene la reputación de ser una fiesta continua, aunque a primera vista no lo parezca, con sus participantes con trajes grises discutiendo de política monetaria o inteligencia artificial.
En realidad, las fiestas se celebran en discretos chalés suizos o en los hoteles en los que las grandes empresas y bancos organizan cócteles que pueden alargarse hasta la madrugada.
Una de las más conocidas es la fiesta hawaiana de Salesforce, una de las mayores compañías tecnológicas del mundo, en la que suelen tocar conocidos grupos de música.
Otro centro neurálgico es el hotel Belvedere, donde se celebran reuniones más o menos confidenciales y en las que los hombres de negocios —las mujeres siguen siendo muy minoritarias en Davos— se esconden, o fingen esconderse, de los periodistas.
El aire puro de Davos
El pueblo de Davos se dio a conocer en la segunda mitad del siglo XIX gracias a un refugiado alemán que se estableció allí como médico rural, huyendo de la represión posterior a la revolución de 1848.
El médico, Alexander Spengler, observó que en este valle aislado los campesinos subían las montañas casi sin esfuerzo.
Fue así como Davos se convirtió en destino de la alta sociedad de la Belle Epoque, que venía a respirar aire puro y a tratarse la tuberculosis en los primeros sanatorios que se instalaron.
La montaña mágica
Entre esos enfermos de tuberculosis, una enfermedad infecciosa que afecta en particular a los pulmones, estaba Katia Mann, la mujer de Thomas Mann, autor de «Muerte en Venecia», que pasó varios meses en Davos.
El gran escritor alemán se inspiró de esta experiencia para escribir «La montaña mágica», una alegoría de la Europa de antes de 1914 publicada en 1924; considerada como una obra maestra de la literatura mundial.
Su protagonista, Hans Castorp, viene a Davos para visitar a un primo enfermo. Pero termina quedándose siete años para curarse de una misteriosa fiebre en un sanatorio lleno de extraños personajes. Al final de la novela abandona Davos para luchar en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. La «fiesta mundial de la muerte», como la llama el autor.