Las protestas en Hong Kong siguen y eso inquieta a China, que advirtió este viernes a los manifestantes que los llevará ante la Justicia y afirmó que las autoridades locales están preparadas para restaurar el orden tras algunos episodios violentos.
La pregunta es: ¿cómo piensa China rebajar la tensión en la ciudad?
El Consejo de Estado acusó a los «radicales» de ir más allá de la libertad de expresión o de reunión, aunque no especificó qué medidas tomará para restaurar cuanto antes el orden y la ley.
Pekín reitera su confianza en el gobierno hongkonés para garantizar la seguridad, aunque al régimen comunista parece agotársele la paciencia con unas protestas que, de continuar, podrían coincidir con las celebraciones de octubre por el septuagésimo aniversario de la República Popular China, algo que su presidente, Xi Jinping, parece querer evitar a toda costa.
El reto para el gobierno es lograr su objetivo en un contexto marcado por la guerra comercial con Estados Unidos, las presiones a la baja de la economía y sus planes de consolidarse como potencia global con iniciativas para formar su propia órbita diplomática como las Nuevas Rutas de la Seda.
Los episodios de violencia en las protestas han provocado un cambio de relato en Pekín, que ahora trata de presentarse como la víctima pero sin dar mayores detalles sobre si renunciará o no al uso de la fuerza para solventar la crisis.
La prensa oficial habla abiertamente de que las tropas del ejército chino acuarteladas en la ciudad «no son meros símbolos de la soberanía nacional» y que «están listas para defender los intereses de Hong Kong y del país. Además, ayudarían a mantener el orden social en la región en caso de cualquier contingencia».
La ley hongkonesa establece que las autoridades de la ciudad pueden pedir al Ejército chino que les ayude a mantener el orden público.
Pero que los tanques del ejército entren en Hong Kong por la fuerza es, en opinión de analistas como Jean-Pierre Cabestan, de la Universidad Baptista hongkonesa, una opción «tan poco probable como contraproducente».
«Desafiaría la posición de Hong Kong como centro financiero y como refugio seguro de la élite comunista, que ha puesto parte de su dinero en esa región o en los paraísos fiscales del Caribe a los que tienen acceso gracias a la excolonia británica», comentó a Efe.
Pekín continúa mandando mensajes crípticos: el miércoles, el director del órgano del gobierno encargado de los asuntos hongkoneses, Zhang Xiaoming, aseguró que China tiene «métodos amplios y fuerza suficiente para resolver rápidamente cualquier posible agitación en caso de que ocurra».
En su opinión, muchos en Hong Kong opinan que las quejas de los manifestantes ya no se limitan al polémico proyecto de ley de extradición -origen de la crisis- y que ha cambiado su esencia para ahora «portar las características de una revolución de colores».
Esta apelación tiene su por qué: los manifestantes esperan llamar la atención de Estados Unidos para que Washington apruebe una ley que certificaría cada año que la región administrativa especial mantiene su autonomía. En caso contrario, Hong Kong perdería privilegios comerciales con el gigante americano de los que no disfruta China.
La líder del congreso estadounidense, Nancy Pelosi, prometió hacer lo posible para sacar adelante el texto y elogió la «extrema valentía» de los hongkoneses, a lo que la cancillería china replicó exigiendo a los políticos norteamericanos que no justifiquen la violencia y que dejen de interferir en los asuntos internos de China.
El relato del gobierno chino al menos sí parece funcionar en clave nacional, y esta semana aparecía en las redes sociales chinas un meme en el que se decía que «Shanghái es la señora de la casa y Hong Kong, la novia caprichosa».
Otra de las bazas de China es apelar al nacionalismo: aunque Hong Kong sea una región administrativa especial con derechos que no existen en la China continental, no deja de ser el mismo país.
Por eso, que los manifestantes arrojasen la bandera nacional al río es considerado poco menos que un ultraje a ojos de Pekín y fue el primer elemento que criticaron las autoridades en las últimas comparecencias públicas.
La prensa estatal se suma a la campaña y ensalza a los hongkoneses que «muestran sus respetos» al emblema y la bandera, al tiempo que pide a los residentes de la ciudad que «salgan a salvaguardar su hogar, hagan oír su voz de justicia y digan no a la violencia».
Las manifestaciones comenzaron a principios de junio en Hong Kong contra una controvertida propuesta de ley de extradición y han derivado hacia demandas más amplias sobre los mecanismos democráticos de la ciudad, cuya soberanía recuperó China en 1997 con el compromiso de mantener hasta 2047 las estructuras establecidas por los británicos.
A pesar de que la jefa del gobierno local, Carrie Lam, dio por «muerto» el proyecto, los manifestantes no se dieron por satisfechos y han seguido inundando las calles de la ciudad.