La dos veces presidente argentina Cristina Fernández de Kirchner regresa al poder. Esta vez no como jefa de la Casa Rosada, sino como vicepresidente del gobierno y titular del Senado.
Estas tribunas las aprovechará para mantenerse como protagonista de la escena política y asegurarse sus objetivos personales.
El de vicepresidente es un cargo electivo en Argentina y sus funciones están establecidas por la Constitución de ese país. Ejerce el Ejecutivo en caso de enfermedad, ausencia, muerte, renuncia o destitución del presidente y preside el Senado, aunque sin derecho a voto, salvo en caso de que haya empate en una votación en la Cámara Alta.
Eso en lo formal, pero en el caso de Cristina ejercerá, además, un poder político innegable en el siempre complejo entramado de fuerzas puertas adentro del peronismo.
Una estrategia con nombre propio
En una Argentina acostumbrada a vicepresidentes sin brillo, o relegados a un rol secundario, este no será el caso de Fernández.
La kirchner es dueña de una fuerte personalidad y de una trayectoria política que la hacen sobresalir de sus antecesores en este cargo.
A sus 66 años de edad, puede afirmar que es la única dirigente política argentina que llega a la Vicepresidencia luego de haber conducido durante dos mandatos consecutivos la Casa Rosada, además de haber sido senadora y diputada nacional, convencional constituyente y diputada provincial, una carrera política que por estos días cumple tres décadas y que construyó a la par de la de su esposo, el fallecido ex presidente Néstor Kirchner.
Fernández, además, es líder de un espacio político surgido dentro del peronismo, pero que lo trasciende el kirchnerismo.
Cristina cuenta con ese caudal propio de apoyo y es lo que ha aportado a la construcción del Frente Todos, la coalición integrada por diversas corrientes peronistas que llevó a Alberto Fernández a un triunfo en los comicios presidenciales del 27 de octubre.
Después de haber logrado 54% de los votos para su reelección en 2011, hace dos años compitió por una banca en el Senado y solo obtuvo 36%.
«Ahí se dio cuenta de que ese era su límite, que con ella sola no alcanzaba, y es por ese motivo que buscó formar un gran acuerdo y propuso a Alberto Fernández como candidato presidencial. Fue una jugada estratégica de Cristina Fernández porque colocó a un cuadro político importante, de un tono más moderado», dijo el analista político Esteban Regueira, de la consultora Clivajes.
Una jugada magistral por la que los Fernández ganaron en primera vuelta con 48,24%, sellando el regreso del peronismo a la Casa Rosada.
Una Vicepresidencia distinta
Salvo contadas excepciones, los vicepresidentes en Argentina quedan relegados a un segundo plano: el de mero moderador de las sesiones en el Senado, por lo que es el presidente el que cuenta.
No será así con Cristina y esto es una novedad. Por su fuerte personalidad, pero también por su trayectoria política y el poder que supo amasar, la nueva vicepresidente no pasará inadvertida.
Cuenta con sobrada experiencia en el Congreso: cuatro años como diputada y seis como senadora. Siempre sobresalió como oradora y ahora, como titular del Senado, volverá a tener un estrado desde donde hacerse escuchar.
«Va a usar ese atril para manifestar sus ideas, sus posiciones, independientemente de lo que se debata en el Senado», dijo el analista Patricio Giusto, de la consultora Diagnóstico Político.
En el Senado, Cristina tendrá una posición cómoda, con 39 senadores del futuro bloque oficialista.
Con todo, Regueira cree que la ex mandataria tendrá que dejar de ser aquella figura de confrontación constante que fue durante su gobierno y ser ahora más dialoguista y negociadora porque el nuevo gobierno deberá alcanzar consensos con aliados y opositores para sacar adelante proyectos de ley clave.
A diferencia de lo que algunos aún temen, Giusto tampoco cree que Cristina termine rivalizando con Alberto por quien tiene el poder.
«Me parece que ella ya no tiene un proyecto político de querer llegar a la Presidencia una vez más. Creo que el principal objetivo de Cristina es que su hijo Máximo Kirchner sea presidente en 2023», advirtió.
Tranquilidad judicial
El otro gran objetivo de Cristina es lograr tranquilidad judicial para ella y para su hija Florencia, de 29 añosde edad, según Giusto.
Florencia está en Cuba desde marzo pasado para someterse a un tratamiento médico y procesada, como su madre, en dos causas por presunto lavado de activos y asociación ilícita.
También su hijo Máximo, de 42 años de edad, está procesado, pero cuenta con fueros como diputado desde hace cuatro años.
La propia Cristina Fernández acumula una decena de procesamientos por presuntas irregularidades mientras gobernó el país.
Será vicepresidente con un juicio en curso, aguardando el inicio de otros cuatro y figurando como procesada en otras cinco causas en instrucción.
Giusto cree que las investigaciones no se van a cerrar, pero sí que se van a ralentizar en vista de los antecedentes en Argentina de una justicia que, por lo general, se alinea con el poder.
Regueira coincide en que las investigaciones van a seguir, pero en Argentina la justicia federal es muy particular: siempre termina acomodándose del lado del poder.
Y advierte que, aun si se comprobara su culpabilidad en alguna de las causas, tampoco será fácil impulsar un juicio político con fines de destitución.
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