Centroamérica parece estar perdiendo la guerra contra el narcotráfico. En un destape de corrupción, el costarricense Rándall Picado, director regional en San José de la policía de Costa Rica, denuncio en agosto pasado que efectivos policiales costarricenses tienen nexos con narcotracantes.
“Tenemos casos de policías que andan con las patrullas escoltando carros de narcos, amigos de los narcos”, reveló Picado en una sacudida a la estructura policial de esta nación, reseñó El Universal.
Por los cielos de Honduras y de Guatemala transitan gran cantidad de avionetas cargadas con drogas procedentes de Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú, por una sobreproducción de cocaína en América del Sur.
En especial en suelo colombiano, con unas 169.000 hectáreas al cierre de 2018, luego de subir de 146.000 en 2016 a 171.000 en 2017, según la Organización de Naciones Unidas.
Tras el hallazgo de plantaciones de hoja de coca, materia prima de cocaína y de laboratorios de droga en el noreste de Guatemala, el gobierno guatemalteco admitió el miércoles anterior que ese país se convirtió en productor de alucinógenos.
Lo que reducirá las dificultades para tracar a México y Estados Unidos por la cercanía con la geografía de Colombia.
Primeras plantaciones
Honduras, que tradicionalmente y al igual que el resto de Centroamérica fue país de tránsito de drogas del sur al norte de América, confirmó desde abril de 2017 que dio con sembradíos de la hoja en su territorio, con hallazgos similares de 2018 y en mayo de 2019.
La primera plantación de hoja de coca en Centroamérica fue localizada en junio de 2013 en el sector panameño del Tapón del Darién, vasta y selvática zona que comparten Panamá y Colombia.
Como base de poderosas pandillas juveniles que también operan en Guatemala y en Honduras, como las maras Salvatrucha y 18, El Salvador es una plataforma clave del narcotráfico para el tránsito de cargamentos y en operaciones de sicariato en la región.
Guerra contra la droga
Lanzada a inicios de la década de 1970 por la Casa Blanca, la guerra contra las drogas parece perderse en Centroamérica.
Ésto, después que Estados Unidos, Europa y organizaciones regionales, invirtieron gran cantidad de millones de dólares en combatirla. Sin éxito.
“No simplifico la discusión como ganar o perder una guerra”, dijo el costarricense Eduardo Solano, ministro interino de Seguridad Pública de Costa Rica.
“Las drogas son problemas de salud pública. Hay que centrarse en lo sanitario. Hay tareas pendientes. Una enorme necesidad en las dinámicas preventivas en la región” para generar oportunidades socioneconómicas, en especial para la juventud, afirmó.
Sobre la denuncia de penetración del narcotráfico en la seguridad interna, alegó que el reto es que la policía se resista a “la filtración de corrupción y del crimen organizado”.
Pero, reconoció que “todas las policías del mundo” enfrentan el riesgo de penetración de la delincuencia y “ninguna está exenta” de ese fenómeno.
En la policía costarricense “todavía se puede confiar” adujó. “¿Hay excepciones? No lo vamos a negar. Las hay pero no permitimos las impunidad”, aclaró.
A criterio del analista político Sandino Asturias, del Centro de Estudios de Guatemala, la guerra contra las drogas “está totalmente fracasada”.
“Llamarle guerra es involucrar ejércitos y eso ha sido un fracaso, particularmente en México y en los países en los que los utilizan para combatir al narcotráfico”, explicó Asturias.
“Mientras la demanda de la droga no se detenga y Estados Unidos tenga millones de dependientes, habrá oferta y droga, porque es ley de mercado. Si no se contiene la demanda, siempre habrá oferta”.
Una causa del “fracaso” es que “apostamos a las instituciones equivocadas. No es con el ejército ni militarizando como vamos a ganarle la batalla al narco.
Es con investigación criminal e instituciones civiles fuertes y usar los recursos del narcotráfico contra los narcotraficantes, como la extinción de dominio” de sus bienes, dijo.