La “ola Bolsonaro”, que se expresó con fuerza (46% de votos) en la primera vuelta electoral presidencial hace tres semanas, llegó incontenible hasta hoy, cuando Brasil probablemente lo elegirá con una cómoda mayoría.
Los datos de las encuestadoras mostraron una ventaja muy amplia, hasta 18 puntos porcentuales a mediados de octubre, aunque reducida a 12 puntos hace 3 días. Con 107 millones de votantes registrados, mover un punto significa convencer diariamente a más de 1 millón de electores para que cambien de bando, tarea ciclópea en tan breve tiempo.
Analistas consultados por El Nacional dieron por hecho su victoria y todas las miradas sobre Brasil tratan de descifrar cómo se comportará el gigante del hemisferio sur a partir del primero de enero de 2019, cuando el elegido asuma la jefatura del Estado.
Las razones de su ventaja “son estructurales, es el rechazo a la política tradicional y en particular al Partido de los Trabajadores, de los ex presidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, y en apoyo a la narrativa que ha vendido de que actuará contra las élites tradicionales”, dijo Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getulio Vargas, en Brasil.
Los escándalos de corrupción con la constructora Odebrecht y la empresa Petrobras “crearon el fuerte descontento con el PT y todo el estamento político, y Bolsonaro es visto como la posibilidad del cambio”, abundó Kenneth Ramírez, del Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales.
Conservador y liberal. El estamento político permanecerá en el Congreso, atomizado entre muchos grupos (incluido el Partido Social Liberal, el octavo en que se inscribe Bolsonaro en su carrera política) y con ellos deberá negociar alguna de las reformas ofrecidas en su campaña electoral, casi toda ella virtual, pues disminuyó sus apariciones públicas desde que recibió una puñalada el 6 de septiembre durante una marcha proselitista.
“Va a tener una coalición de apoyo grande, el bloque ruralista, el evangélico, los partidos de centro y centroderecha y su PSL”, indicó David Fleischer, profesor emérito de la Universidad de Brasilia, en alusión a los grupos que convergieron en apoyo del aspirante para inclinar en su favor la mayoría del electorado, tales como la agroindustria, atraída por su oferta de favorecer el uso de tierras guardadas como reserva en la Amazonía; o los evangélicos y católicos conservadores, que comparten sus puntos de vista en favor de la familia tradicional y contra la homosexualidad.
A la criminalidad opone, entre otras medidas, flexibilizar el porte de armas por los ciudadanos y un combate frontal a las drogas, “lo que presagia que esa será una lucha sangrienta bajo la consigna de ley y orden con menoscabo de los derechos humanos y las instituciones democráticas”, según Ramírez.
Bolsonaro “ha defendido a menudo los años de dictadura (1964-1985), sugiriendo que Brasil necesita una gran cantidad de orden”, recordó la analista Roberta Braga, especialista en asuntos brasileños en el grupo estadounidense de expertos Atlantic Council.
En el pasado Bolsonaro defendió las empresas del Estado, pero ha girado hacia el liberalismo económico y las privatizaciones “porque en Brasil no se puede ganar sin el apoyo de los inversionistas, aunque la mayoría de la población no quiera una política neoliberal”, destacó Stuenkel.
Militares, al frente. El historiador Daniel Aarão Reis dijo a la agencia IPS que un triunfo de Bolsonaro “es la vuelta al poder de los militares, ahora por vía electoral; en 1964 recurrieron a los tanques para tomar el poder a través de un golpe de Estado”, y en la baraja de sus probables ministros figuran oficiales retirados más su compañero de fórmula como vicepresidente, el general Hamilton Mourao, que habló de la posibilidad de un autogolpe, mediante una intervención militar, si ocurre una supuesta situación anárquica en el país.
En el clima de fragilidad política y económica, los militares “vuelven”, apuntó Stuenkel. “Hablan, opinan, de una manera impensable 10 años atrás. Es difícil saber cuándo en América Latina tendremos un gobierno militar, pero también en Brasil se da el impeachment (destitución) que ha ocurrido con varios presidentes en las últimas décadas”, recordó.
Braga Considera: “Es poco probable que veamos la mayoría de los ministerios encabezados por oficiales militares”. Fleischer es más categórico: “Tres o cuatro generales jubilados irán a algunos ministerios, pero no habrá un gobierno militar. Será civil”.
Venezuela en la mira
“Nadie quiere hacer guerra con nadie”, ha proclamado Bolsonaro ante los señalamientos de que piensa atacar Venezuela o propiciar el derrocamiento del presidente Nicolás Maduro. La situación venezolana “es algo que no podía haberse dejado llegar hasta donde llegó”, agregó como crítica al apoyo que brindaron los mandatarios Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff al gobierno de Caracas.
“Tenemos que buscar maneras, quizás junto con la ONU, de hacer en la frontera campos de refugiados para buscar solución al caso. El estado Roraima (fronterizo con Bolívar) no soporta la cantidad de venezolanos que han entrado allí, pero el gobierno no puede dar la espalda a Venezuela”, agregó.
Expertos coinciden en que un gobierno de Bolsonaro apoyará el cerco diplomático de naciones americanas y europeas que exigen a Caracas cambios en sus políticas, en un marco más amplio de alinear Brasil con el mundo del Norte –Estados Unidos con Donald Trump, Europa e Israel– y mermarán las alianzas tejidas por antecesores con el sur, como el Mercado Común del Sur, los lazos con África, el mundo árabe, Pekín y el emergente grupo Brics (Brasil, Rusia, la India, China y Suráfrica).
LA CIFRA
107 millones de brasileños están registrados para votar hoy por Fernando Haddad o Jair Bolsonaro, entre quienes se redujo a 12 la diferencia de 18 puntos que tenían a mediados de octubre