El Ministerio de Salud de Brasil elevó este jueves hasta los 59 años el universo de personas que pueden tomar la vacuna contra el dengue debido a la escasa respuesta de los ciudadanos a la vacunación frente a la enfermedad.
La vacuna, adquirida por el gobierno al laboratorio japonés Takeda Pharma, comenzó a ser distribuida en la red de salud pública el pasado 9 de febrero.
En medio de un fuerte brote de dengue que ya ha dejado 3,2 millones de casos y 1.385 muertes, según los últimos datos oficiales referidos a este año.
Inicialmente la vacuna fue ofrecida para niños entre 10 y 14 años, pero la escasa respuesta de los ciudadanos a la campaña de inmunización llevó que muchas dosis estén a punto de vencerse. Lo que comenzará a ocurrir a partir del 30 de abril.
Por ello, el Ministerio de Salud decidió elevar a 59 años la edad límite para recibir la vacuna.
Escasa respuesta de la sociedad
Aunque aclaró en una nota oficial que esa medida solo deberá ser adoptada en caso de necesidad, para evitar las pérdidas de inmunizantes.
El gobierno brasileño adquirió para este año un total de 5,2 millones de dosis, de las cuales ha recibido hasta el momento 1,3 millones.
A pesar de las campañas llevadas a cabo por el Ministerio de Salud sobre la importancia de la inmunización, se calcula que hasta ahora solo la mitad de las dosis han sido aplicadas, debido a la escasa respuesta de la sociedad.
En los últimos años en Brasil han crecido los movimientos contra todo tipo de vacunación.
Que cobraron mayor fuerza durante la pandemia del coronavirus, que llegó al país durante la gestión del expresidente Jair Bolsonaro (2019-2022).
En tiempo de covid
El líder de la ultraderecha fue uno de los principales portavoces de ese movimiento y en medio de los peores picos pandémicos. Criticó la vacuna desarrollada por el laboratorio Pfizer contra la covid, de la cual llegó a afirmar que quien se la aplicara podría «convertirse en yacaré».
Esa frase quedó como uno de los mayores símbolos del negacionismo del gobierno de Bolsonaro frente al coronavirus.
Una enfermedad que el entonces presidente hasta comparó con una «gripecita», pero que dejó en el país más de 710.000 muertes y aún no ha sido totalmente controlada.