El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, inauguró este martes la campaña para las elecciones de octubre desde la ciudad en que fue apuñalado en septiembre de 2018, Juiz de Fora, y con una batería de mensajes ultraconservadores en los que anticipa la lucha en las urnas «del bien contra el mal».
Bolsonaro cree que es momento de «estar atento», porque en campaña «los que han perseguido y defendido el cierre de iglesias se considerarán grandes cristianos» y «los que alaban las dictaduras socialistas se llamarán defensores de la democracia».
El mandatario dijo en Twitter que él no engaña, que está «a favor de la familia, el libre mercado y el derecho a la legítima defensa» y «en contra de las drogas y el narcotráfico, el control de medios e Internet, la ideología de género y el aborto».
Bajo estas premisas, y rodeado de numerosos simpatizantes, Bolsonaro enfatizó su agenda conservadora en varios actos públicos en los que ha señalado que «el país no quiere más corrupción» y ha prometido «un esfuerzo» para contener la inflación y, especialmente, el alza de los precios de los combustibles.
En relación a la pandemia de covid-19, el presidente sigue lejos de la autocrítica y defendió que no se equivocó en su estrategia, basada en las nulas restricciones sociales. De hecho, sugirió que hubo «un poco de dictadura» durante la emergencia sanitaria, «con iglesias cerradas y personas que no podían ir a trabajar», según medios locales.
El mandatario figura por detrás en los sondeos frente al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, razón por la cual habría dado más protagonismo en el arranque de la campaña a la primera dama, Michelle Bolsonaro, en busca del voto de las mujeres.
En la última encuesta de la consultora Ipec, Lula vencería en la primera vuelta con 44% de los votos, muy por delante de 32% que lograría Bolsonaro, que sigue fuerte a Bolsonaro lo entre los hombres mayores, el sector evangélicos y las rentas más altas.