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«Barcelona no es Disneylandia»: Las razones detrás de las protestas que piden ponerle límites al turismo masivo en España

por Avatar GDA | El Tiempo | Colombia

Con arengas como ‘turistas, váyanse a casa’, ‘Barcelona no es Disneylandia’ o ‘las vidas de los residentes importan’, miles de personas se movilizaron por las calles de la capital catalana hace una semana para rechazar los efectos del turismo masivo en esta ciudad de la costa noreste de España.

A la par de cientos de personas que marchaban por las calles, otras tantas se acercaron a los cafés y restaurantes donde departían turistas para dispararles simbólicamente con pistolas de agua, pidiéndoles que regresaran a sus países. Las imágenes de los letreros con los mensajes se tomaron los titulares de los medios más importantes de España y del mundo.

“Contra el turismo no tengo nada, pero contra el exceso de turismo que estamos sufriendo en Barcelona sí, porque hace invivible a la ciudad”, le dijo a la AFP Jordi Guiu, un sociólogo de 70 años que participó en la manifestación.

Manifestantes lanzaron agua a turistas que se encontraban en cafés y restaurantes.
FOTO: AFP

Barcelona es el caso más reciente, pero no es el único. Desde abril, miles de personas se han tomado las calles de Canarias, Mallorca, Málaga y Cádiz (todas en España) haciendo eco del mismo reclamo: ‘poner límites al turismo masivo’.

En otras ciudades como Atenas (Grecia) han aparecido paredes y fachadas pintadas con mensajes similares; en Hallstatt, el pueblo austríaco que inspiró la película Frozen, los locales pidieron limitar el número de turistas; y en Venecia (Italia) los residentes se han manifestado contra lo que denominan la ‘Venecialandia’, una población de menos de 50.000 habitantes que en 2023 recibió a 38 millones de turistas.

Varios han descrito la ola de protestas como un movimiento de turismofobia, descrito por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (México) como “el fenómeno resultante del temor, rechazo social o aversión que tienen los ciudadanos locales de un destino hacia los turistas”.

Pero, Ernest Cañada, coordinador de Alba Sud, centro independiente de investigación en turismo y parte de los organizadores de la protesta en Barcelona, considera que el término no es apropiado y que intenta más bien desviar la atención del verdadero problema: la turistificación, que ha causado un aumento en el costo de vida para los locales y hasta el desplazamiento de personas de sus sitios de nacimiento o crianza.

Barcelona

Protesta contra el turismo de masas en el callejón de Las Ramblas de Barcelona.
FOTO: AFP

“Las manifestaciones no son en contra de los turistas, sino de la turistificación, una dinámica económica y social que pone a un territorio al servicio del capital o de las grandes empresas turísticas. Llamarlo turismofobia es una forma de intentar deslegitimar las protestas. Se trata de tachar de fóbicos a la gente que está tratando de resistir a una dinámica de expulsión”, le dice Cañada a El Tiempo.

¿Qué hay detrás de las movilizaciones en Barcelona y otras ciudades?

Las preocupaciones por los efectos de la llegada masiva de turistas no son nuevas. Una encuesta de 2019 de la Organización Mundial del Turismo (OMT) e Ipsos reveló que, para aquel entonces, un 47 por ciento de la población ya consideraba que vivía en “ciudades con grandes números de turistas”. Un 49 por ciento también afirmó que era necesario tomar medidas para gestionar mejor el turismo, mientras que un 9 por ciento opinó que era hora de limitar el número de visitantes en sus países.

No obstante, María Barrero, arquitecta e investigadora en el Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla, asegura que la situación actual se exacerbó tras la crisis económica de 2008, cuando muchas economías urbanas y regionales orientaron sus estrategias a atraer turistas e inversiones. También se agravó, señala, tras la irrupción de plataformas de alquiler como Airbnb.

«Eso ha llevado tanto a una mayor intensidad de la actividad en zonas que ya eran turísticas, es decir, se ha intensificado tanto el número de turistas como el número de oferta de alojamiento, pero también se dio una expansión espacial de la actividad: ha habido zonas que antes no eran turísticas y ahora se han convertido en espacios que llamamos turistificados”, explica a este diario.

Y es que, según las cifras de la OMT, Europa es la región más visitada del mundo, con 550 millones de turistas que viajaron al viejo continente entre enero y septiembre de 2023. Los datos de Eurostat, oficina estadística de la UE, muestran que en 2023 hubo un estimado de 2.920 millones de pernoctaciones –total de noches que un viajero se hospeda en establecimientos turísticos en el continente–, un 1,6 por ciento más que en 2019, antes de la pandemia.

Francia fue es el destino con más visitantes en el mundo, con 100 millones de llegadas internacionales en 2023, de acuerdo con ONU Turismo. En la foto, Disneyland París.
FOTO: AFP

Francia fue es el destino con más visitantes en el mundo, con 100 millones de llegadas internacionales en 2023, de acuerdo con ONU Turismo. Mientras que España se ubicó en el segundo lugar con un récord histórico el año anterior: 85,3 millones de turistas, prácticamente el doble de su población, que llega a los 48,5 millones de habitantes. Solo este verano se esperan 41 millones de visitantes, según proyecciones del Ministerio de Turismo, con lo que se calcula que la cifra de turistas en 2024 se acercará a los 100 millones.

El panorama es paradójico: mientras las cifras del Parlamento Europeo señalan que la industria turística representa el 10 por ciento del PIB del Viejo Continente, con más de 2,3 millones de empresas y 12,3 millones de empleos, organizaciones como Alba Sud denuncian que “el crecimiento de la actividad turística pone en peligro la continuidad de la vida de un amplio espectro de la población”, al acarrear efectos negativos en términos de vivienda, empleo y hasta en el ámbito ecológico.

“La enorme cantidad de hoteles y sobre todo de pisos turísticos ha causado un encarecimiento de la vivienda que provoca que la gente no pueda plantearse seguir viviendo en los lugares donde ha nacido o donde ha construido su vida. Esta dinámica también genera aglomeraciones en el transporte urbano o en espacios públicos a los que la gente ya no va porque están masificados”, explica Cañada.

En Barcelona –una ciudad de 1,6 millones de habitantes que alojó a más de 12 millones de turistas en 2023– se registró un aumento del 68 por ciento en el precio de alquiler de pisos en la última década y el costo de comprar una vivienda aumentó un 38 por ciento, según los datos del Ayuntamiento. Un informe de Tecnocasa y la Universidad Pompeu Fabra también detalló que Barcelona es la ciudad con el metro cuadrado más caro en España (3.334 euros) y que el precio de la vivienda crece más que la inflación.

Barcelona registró un aumento del 68 por ciento en el precio de alquiler de pisos en la última década.
FOTO: iStock

Si se habla de Venecia, la ciudad de los canales y las góndolas ha perdido al menos 125.000 habitantes desde 1950, motivado principalmente por los efectos del turismo masivo que han llevado a que los locales se desplacen de la urbe para dar paso a los turistas.

“El impacto sobre el parque de vivienda evidentemente es uno de los más violentos y de los más agresivos porque produce desplazamiento de población, pero después hay toda una serie de aspectos relacionados con la vida cotidiana como la pérdida de comercio de bienes básicos o de bienes a precios económicos o comercios que ya no encajan en un espacio turístico, como pueden ser peluquerías o ferreterías”, explica Barrera al respecto.

La experta también reseña que el malestar en Barcelona y otras ciudades obedece a la serie de impactos en la salud pública que genera el turismo de masas (ruido, contaminación o suciedad) y más profundamente a la pérdida de identidad y vínculo que se produce en los habitantes ante la transformación de los espacios que son su hogar.

Barrero, además, agrega que el auge turístico no se ve reflejado en mejores condiciones laborales o mejores salarios para quienes dependen de este sector de la economía, lo que exacerba aún más los ánimos. “Sevilla rompe récords año tras año de visitas de turistas, pero sigue revalidando récord año tras año de tener 6 de los 15 barrios más pobres de España. Es decir, esa riqueza que se supone que trae el turismo y que año tras año va incrementándose, luego no se ve reflejada en los bolsillos de las personas locales”, dice.

Venecia ha perdido al menos 125.000 habitantes desde 1950.
FOTO: Civitatis

En ello difiere José Serrano, vicedecano de Ciencias Sociales de la Universidad Europa de Canarias, quien le dijo a El País que “frecuentemente, el turismo es percibido como el catalizador de problemas preexistentes, como la especulación inmobiliaria y la erosión de la cultura local”, cuando en realidad “estos problemas son a menudo indicativos más de políticas de planificación deficientes que del turismo per se”.

Los retos que supone frenar la turistificación en el mundo

Las protestas y el creciente rechazo ya han causado una ola de alerta en los turistas, en las empresas de este sector económico y en las autoridades locales. Anthony, un londinense de 40 años con dos niños de 9 y 7 años, le dijo a este diario que le genera preocupación cómo serán recibidos en España en el verano. Al tiempo, un sondeo realizado por un sitio de noticias en Reino Unido, que cuestionó si las personas se sienten bienvenidas en Mallorca, reveló que casi dos tercios de los encuestados, el 65 por ciento, respondieron negativamente.

“Me siento preocupado por lo bien recibidos que seremos. Por lo que he visto, hay muchos manifestantes que no quieren visitantes en su ciudad. Entiendo la presión del turismo, pero no creo que sea aceptable atacar a los turistas”, señala.

Esta semana, además, el gremio de Hoteles de Barcelona condenó las molestias contra los turistas e instó a las autoridades a emprender actividades pedagógicas que pongan de manifiesto el aporte positivo del turismo a nivel económico, social y cultural en un país en el que se calcula que cada visitante gasta en promedio 183 euros al día. Mientras que el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, rechazó “cualquier hostilidad” hacia los turistas y aseguró que “los visitantes son bienvenidos vengan de donde vengan”.

Barcelona

Manifestantes sostienen un cartel en el que se lee «Barcelona no se vende» durante una protesta contra el turismo de masas.
FOTO: AFP

Lo cierto es que ya son varias las medidas que se han ido tomando en Europa y el mundo para intentar hacerle frente a la situación. En Barcelona, por ejemplo, estarán prohibidos los pisos turísticos a partir de 2028 y se decretó un aumento de la tasa turística, que pasó de 2,75 euros a 4 euros por noche a partir de octubre.

Desde abril, Venecia empezó a cobrar un impuesto de 5 euros a los turistas que desean ingresar a la ciudad por un solo día. Y, desde febrero, Bali, en Indonesia, cobra un impuesto a los visitantes de aproximadamente 10 dólares. Otras ciudades como Ámsterdam, Santorini y Dubrovnik han implementado o anunciado medidas como la prohibición de construcción de nuevos hoteles o la limitación del número de cruceros que pueden atracar en la zona. 

Aun así, los expertos como Cañada consideran que se trata de medidas poco eficientes para hacer control al turismo a largo plazo y señalan que obedecen más bien al intento de las ciudades por atraer turistas con mayor poder adquisitivo, lo que tampoco resuelve el problema actual.

Para Pablo Miguel De Souza, arquitecto y docente del área de Composición, Proyectos y Urbanismo de la Universidad Europea, la solución pasa por limitar o prohibir el alquiler turístico de viviendas residenciales, solucionando así el costo elevado de los alquileres que tanto preocupa a los locales, y recuperando además la vida social, cultural y económica que ha desaparecido con la partida de los residentes de las ciudades.

Un manifestante participa en una protesta contra el turismo de masas en el callejón de Las Ramblas de Barcelona.
FOTO: AFP

“Es evidente que no hay una fobia al turista. Lo que hay es una llamada de atención a los poderes públicos para que pongan solución a un problema que es la falta de vivienda para el local. Al mismo tiempo, que pongan solución a un problema que es la saturación de los servicios públicos por la llegada de un turismo masivo poco controlado y que no está siendo alojado en la planta hotelera sino en medio de las ciudades”, explica.

Barrero, además, considera que las ciudades deben diversificar sus economías para que esta dependa menos del turismo y del dinero extranjero, y sugiere que reducir el porcentaje que se invierte en promoción turística y marketing y redistribuirlo en otros sectores de valor local también puede dar una respuesta a las protestas y a clamor de la ciudadanía.

Cañada, por último, le apuesta a la necesidad de repensar el modelo turístico y que se avance hacia uno que tenga en cuenta el impacto ambiental y social de los visitantes.

“Tenemos que apostar por un desarrollo turístico que ponga en el centro no tanto la promoción y la atracción de turistas internacionales, sino más bien relocalizar la actividad turística en un ámbito mucho más cercano, es decir, un desarrollo turístico que no tenga un impacto ambiental tan fuerte y tener mucho más turismo asociado a las necesidades que tienen los propios habitantes de desarrollar actividades de ocio o de recreación en la cercanía”, concluye.