Desde los años 80, la psiquiatría mundial le rinde homenaje al pediatra y psiquiatra Hans Asperger al ponerle su nombre a una de las condiciones más conocidas del espectro autista. Sin embargo, el pasado oscuro de este médico ha eclipsado su legado. Asperger, nacido en Viena en 1906, fue un entusiasta nazi que colaboró con el Tercer Reich e incluso diagnosticó a decenas de niños que murieron en un hospital austríaco en nombre de la “pureza de la raza aria”.
Las investigaciones del médico austríaco señalan que las personas con el síndrome de Asperger son identificadas por poseer una gran inteligencia y dominio sobre un tema concreto. A la vez de tener escasa capacidad para formar amistades y relaciones personales, falta de empatía y alguna torpeza en sus movimientos.
Estas características fueron estudiadas por Asperger mientras trabajaba en el Hospital Infantil Universitario de Viena cuando analizaba el caso de cuatro niños para su tesis doctoral. Él lo llamó «psicopatía autista» y calificó a los menores de «pequeños profesores» gracias a su capacidad intelectual.
En 1981, un año después de la muerte del médico, cuando la psiquiatra inglesa Lorna Wing retomó sus investigaciones y utilizó por primera vez el término «síndrome de Asperger» para referirse a esta variante del autismo.
Mancha oscura
Recientes investigaciones le han dado otro tamiz a lo hecho por Asperger con los niños autistas. El año pasado, la revista «Molecular Autism» publicó un estudio de Herwig Czech, historiador de medicina en la Universidad Médica de Viena, quien analizó las publicaciones de la época nazi de Asperger. Junto con documentos que no se habían explorado en los archivos austríacos, y los registros de casos de sus pacientes infantiles.
Estos hallazgos sobre Asperger son el resultado de muchos años de investigación cuidadosa en los archivos. Lo que emerge es que Asperger intentó acomodarse al régimen nazi y fue recompensado con oportunidades laborales», señala Czech.
Asperger envió a decenas de niños, unos 35, a la clínica Am Spiegelgrund de Viena, para que fueran sometidos al programa de eutanasia infantil. Los experimentos incluían el uso abusivo de barbitúricos para sedar a niños, puestos en jaulas y atados con camisas de fuerza. Sus muertes eran registradas como «ocasionadas por neumonía».
Los nazis asesinaron a unos 800 niños en esta clínica entre 1940 y 1945. Eran considerados una «amenaza a la pureza de la raza aria». Por sus alteraciones mentales, cuyas vidas «eran indignas de ser vividas».
“Creemos que merece ser publicado. Para exponer la verdad sobre cómo un médico visto como único por hacer valiosas contribuciones al campo de la pediatría y la psiquiatría infantil, fue culpable de ayudar activamente a los nazis en sus políticas de eugenesia y eutanasia”, señaló uno de los editores en jefe de la revista, Simon Baron-Cohen.
Durante la posguerra, el propio Asperger afirmó que había resistido al nazismo y que había rescatado a muchos niños del programa de eutanasia infantil.
Sádicos y maliciosos
Pero el estudio de la revista «Molecular Autism» no es el único. El año pasado también se publicó el libro «Los niños de Asperger. Los orígenes del autismo en la Viena nazi» de la historiadora estadounidense Edith Sheffer. Señala que el médico austríaco legitimó públicamente las políticas de higiene racial. Incluyendo las esterilizaciones forzadas y que su cooperación con la eutanasia infantil fue activa y consciente.
En una reciente entrevista al diario argentino «Clarín», Sheffer señaló que Asperger -de acuerdo a los registros encontrados- señalaba que los niños autistas tenían «rasgos sádicos y de malicia».
Según ambos estudios, Asperger justificaba “la necesidad de medidas restrictivas para los pacientes incurables o que sufren patologías hereditarias”. Asimismo, señalaba que las personas con autismo podían ser “excelentes soldados y trabajadores fiables”.