A los ojos del académico e intelectual estadounidense Eddie S. Glaude Jr., es casi imposible pensar que una escena como la del miércoles en el Capitolio pudiera ser protagonizada por manifestantes negros.
El autor de varios títulos sobre las dinámicas complejas de raza en su país sostiene que, de haber sido ese el caso, la policía hubiese arremetido con toda su fuerza para detener el asalto a la sede del Congreso.
«Estaríamos ahora hablando de más muertos y de una respuesta violenta de la policía», asevera el también jefe del departamento de Estudios Afroestadounidenses de la Universidad de Princeton.
Glaude, como muchas otras voces autorizadas del país, incluida la del propio presidente electo Joe Biden, cuestionan la disparidad en el uso de la fuerza ocurrido el miércoles en comparación con las protestas contra la brutalidad policial y el racismo que tuvieron lugar desde mayo pasado a partir de la muerte de George Floyd.
Pese a que el caos desatado en el Congreso terminó con cuatro muertes, se han destacado también las imágenes de la policía tomándose fotos con algunos de los amotinados o escoltándolos fuera del Capitolio sin detenerlos.
Glaude conversó vía telefónica con BBC Mundo sobre la crisis política y social que atraviesa Estados Unidos. La conversación ha sido editada por motivos de extensión y comprensión.
¿Qué lectura hace del ataque al Congreso que ocurrió esta semana?
Fue una insurrección, una demostración evidente de la ruptura de las normas democráticas, con Trump de alguna manera intentando socavar el proceso democrático. Pero también fue una expresión extraordinaria de enojo, resentimiento y miedo por parte de personas blancas. Esto acompañado del intento bastante juvenil de Trump de aferrarse al poder.
¿Cómo cree que la policía manejó la situación?
Horriblemente. Y puede que sea debido a varias razones. Podría ser que les ordenaron que se comportaran así. También puede ser que simpatizaban con los manifestantes, también podría ser el caso de una pobre planificación o de la combinación de las tres cosas. Pero sí sé que fue ilustrativo de cómo los estadounidenses son percibidos desde diferentes posiciones en este país.
Si esos manifestantes hubieran sido negros, si estuviesen protestando por una sociedad más igualitaria, ahora estaríamos hablando de más muertos y de una respuesta violenta por parte de la policía. No hay forma de que los manifestantes afroestadounidenses del movimiento Black Lives Matter pudieran haber estado en las escalinatas del Capitolio, y mucho menos forzando su entrada dentro del edificio.
¿Por qué dice que no habría manera de que eso sucediera?
Creo que debemos preguntarnos quién tiene derecho a protestar en Estados Unidos, y lo que vimos ayer son estos diferentes registros de ciudadanía que existen en el país. Hay personas, que son blancas, y que tienen un entendimiento robusto, una expresión de su ciudadanía. Tienen la capacidad de ejercer sus libertades y de protestar con impunidad y sin miedo a sufrir consecuencias, porque no temen a la policía.
Otros tienen una suerte de ciudadanía atenuada en el sentido de que todos tenemos derechos, pero algunos deberíamos estar agradecidos de tenerlos, y no necesariamente podemos ejercerlos. Entonces, los afroestadounidenses pueden ser detenidos por la policía y terminar muertos. Podemos caminar a nuestro garaje de la casa y terminar muertos, podemos estar en nuestra casa y terminar muertos. Nuestros hijos pueden estar jugando en el parque y terminar muertos.
Pero en esta situación del Capitolio, había personas literalmente desafiando a la policía y lo que se vio fue paciencia, a la policía dándoles el espacio, el momento para expresarse.
¿Y qué vimos el verano pasado durante las protestas? Vimos gases lacrimógenos, balines de goma, la militarización de la policía porque las personas negras representan una amenaza.
El presidente electo, Joe Biden, dijo este jueves: «Nadie puede decirme que, si hubiese sido un grupo del movimiento Black Lives Matter protestando ayer, no hubieran sido tratados de manera muy diferente por la turba de maleantes que irrumpió en el Capitolio. Todos sabemos que es así y eso es inaceptable». ¿Qué piensa de lo que dijo?
Creo que es un buen paso porque es verdad. Y no es que yo esté promoviendo que la policía trate a la gente blanca de la forma en que lo hacen con la gente negra. No estoy sugiriendo que los maten de manera indiscriminada ni que los golpeen o les disparen balines de goma.
Lo que estoy diciendo es que no somos tratados de forma igual bajo la ley. Lo que digo es que, por esta atenuada concepción de ciudadanía, nuestra relación con la policía es muy distinta.
Piénselo: el miércoles había personas en el Capitolio tratando de sustituir la bandera de Estados Unidos por una de Trump. Colin Kaepernick (jugador de fútbol americano) se arrodilló como forma de protesta (durante la ceremonia del himno de EE.UU.) y se dijo que había profanado la bandera.
Las protestas silenciosas de hombres negros se vieron como anti patrióticas porque no tenemos el derecho a protestar y más bien deberíamos estar agradecidos.
De hecho, creo que el país está más cómodo con las protestas de la derecha que de la izquierda.
¿A qué se refiere?
Hay una noción, especialmente a partir de la mitad del siglo XX con los movimientos civiles negros que definieron ese periodo, de que ese fue un momento anárquico, una especie de amenaza para la estabilidad, que esas eran personas que, de alguna manera, iban a socavar la democracia estadounidense.
Las protestas de la derecha, en cambio, son a menudo vista como patrióticas. Le doy el ejemplo de Cliven Bundy (un ranchero que hizo parte de un grupo de milicianos que se enfrentaron a la policía en 2014), que junto a otros defendió unas tierras con armas.
Existe una noción de que en Estados Unidos el populismo de la derecha siempre ha ganado más tracción, diría yo, que el de la izquierda.
¿Qué es la derecha en Estados Unidos?
En el sentido técnico, casi todos los estadounidenses son liberales. Usualmente, la derecha agrupa a personas con una visión limitada del gobierno, y por lo general insisten en la importancia del gobierno local y estatal. También están comprometidos con el libre mercado y son escépticos de los programas sociales.
Dentro del Partido Republicano existen varios componentes: los libertarios, que insisten en la libertad de cada individuo y en dejar fuera al gobierno de las decisiones individuales; luego está el que se inclina a un pensamiento corporativo y le importa crear las condiciones bajo las cuales las corporaciones prosperen y que los ricos sean más ricos; los evangélicos, generalmente conservadores, y los votantes que son blancos nacionalistas.
Esos blancos nacionalistas han producido una metástasis y son la fuente de esa guerra civil dentro del partido ahora mismo. Y Trump es su avatar.
Usted ha mencionado en su más reciente libro la necesidad de un despertar moral en el país. ¿Qué quiere decir con esto?
No diría que necesitamos uno, sino que estamos viviendo ese momento de despertar y que se trata de responder a la pregunta de quiénes creemos que somos.
Hay ahora mismo unas condiciones, un punto de inflexión que empuja a la nación a confrontarse consigo misma. Esas condiciones vienen dadas por el momento en que un policía mata a un hombre, a George Floyd, y eso genera que estadounidenses de toda diversidad de ambientes arriesguen sus vidas en medio de una pandemia global para protestar contra la brutalidad policial.
Y se combina con un modo de gobernar que explota el odio, aviva miedos y resentimientos y que cada día fracasa en responder a una pandemia que está matando a estadounidenses de forma indiscriminada, especialmente negros y de otras etnias minoritarias.
Estamos en medio de una tormenta porque Estados Unidos está roto, no funciona.
¿Cómo puede Estados Unidos salir de esta crisis?
No tengo idea, pero nuestra historia sugiere que no nos irá bien. Creo, sin embargo, que hay una gran yuxtaposición, con lo que pasó en Georgia (en los resultados electorales del Senado, que favorecieron a dos demócratas) y con lo que pasó en el Capitolio.
Los políticos inevitablemente decepcionan y no estoy invirtiendo mis esperanzas en Warnock u Ossoff (los candidatos electos); me emociona más pensar en cómo resultaron electos.
Georgia era un estado profundamente rojo, es el estado que produjo a Newt Gingrich, una de las figuras claves del conservadurismo moderno de Estados Unidos. Es el lugar donde Bill Clinton dio un discurso sobre tener mano dura con el crimen con prisioneros negros haciendo fila en el fondo, una cosa horrorosa.
Pero esta semana, gente joven, afroestadounidenses, isleños del Pacífico, latinos, todos se presentaron a votar. Ese cambio demográfico en Georgia se hizo sentir.
¿Qué cree que las imágenes de la toma del Capitolio le dicen al mundo sobre Estados Unidos?
No quiero presumir de que puedo hablar en nombre del mundo, pero puedo decir lo que esas imágenes significan para mí. Dos cosas: la primera, el colapso del Partido Republicano como lo conocemos, y la segunda, el colapso de Estados Unidos como una superpotencia, al menos de modo simbólico.
No se puede simplemente despreciar el poder militar y corporativo de Estados Unidos, pero ¿puede todavía el país ejercer un poder diplomático al autoproclamarse como un faro de la democracia?
Permítame aclarar, no se trata tanto de un colapso, sino de una corrosión de la idea de Estados Unidos como un faro de la democracia en el mundo.
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